La incertidumbre se ha convertido en un problema social a partir de que hoy, su contrario, la certidumbre, la certeza del sentido final de nuestros actos de vida es una anomalía
En gran parte esto sucede porque todas las relaciones laborales constitutivas de un sujeto, en tanto aquello que en filosofía se designa como “lo otro”, se perfila, se exhibe, con los matices definidores de la eventualidad y la fragilidad haciendo de ese “vínculo “ el espacio de la normalidad naturalizada de la precariedad, al punto tal que muchos ignoran quienes son aquellos que transitoriamente le están suministrando empleo.
Esa inestabilidad en el vínculo primario contenido en la relación capital -trabajo humano, proyecta hacia cualquier otro tipo de relación intersubjetiva en la que nos veamos involucrados en tanto la incertidumbre primaria tamiza, dándole forma y contenido a cualquier otro tipo de vinculo humano
Dicho de otra forma, si no estoy seguro en cómo y de qué manera reproduzco mi existencia. Si la relación de empleo donde me enajeno vendiendo mi fuerza de trabajo y no teniendo relación con el producto que elaboro como resultante activa de esa capacidad de hacer, no es cierta, precisa, perdurable, constituyente, luego no puedo incorporar seguridad a ningún hacer condicionado a aquel vínculo primario.
Esto es así incluso en los lazos humanos esenciales que se configuran en términos reales, todos los cuales dejan ver y trascender esa fragilidad e incertidumbre, en particular en la referencia estricta sobre los vínculos afectivos.
Hoy el desamor se enseñorea sobre el respeto mutuo y la dignidad del hombre. Ese resultado que hace puente hacia la barbarie, debe ser visto como fruto del sistema en que vivimos, y no como una ineptitud de las personas, ya que las intersubjetividades se marcan como lo contrario de este “combustible afectivo” en términos de competencia, individualismo exacerbado y pragmatismo ético, gestada por la relación mínima que establecemos todos los días para poder sobrevivir dentro de esta sociedad productora en forma generalizada de mercancías en las que nos enajenamos.
Una leyenda urbana atribuye a Groucho Marx la frase «Éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros». En realidad, apareció en un periódico de Nueva Zelanda en 1873, en la forma «Éstos son mis principios, pero si no les gustan, yo los cambio».
La atribución de la cita a Groucho se publicó por primera vez en el Legal Times en 1983, algunos años después de su fallecimiento. En cualquier caso, es esa fórmula el paradigma ético de nuestros tiempos de existencia bajo la miseria cultural que impone el capital.
Las reglas mutan amparadas por la incrustación ideológica que el poder burgués hace a caballo de la flexibilización y el combate a la “rigidez”. La incertidumbre para quien solo puede existir vendiendo su fuerza de trabajo, es tal que incluso le lleva a desconocerse en plano de imaginario, como tal. Difícil es entender que hoy se haga una apología del emprendedor y la meritocracia buscando poner sombras sobre lo real que no es otra cosa que la condición de trabajador asalariado en la que más tarde o más temprano resulta abarcada la mayoría de la población, sea por serlo efectivamente o sea por pertenecer a lo que se designa como población sobrante.
Ese no ser, exhibido como el único ser posible en plano consciente, lo que en plano de lo real, lleva a buscar espejarse en paradigmas de vida social que exceden a quien requiere de un ingreso en dinero por venta de su fuerza de trabajo . En ese espejismo, en ese imaginario se montan las mercancías turísticas, culturales que el capital pone fetichistamente en su oferta existencial.
Este fenómeno así descripto, es un obstáculo cultural subjetivo, que desdibuja la posibilidad de construir una vanguardia de trabajadores que avance en el hecho social de constituirse en clase “para sí” haciendo consciente el modelo deseable de otra sociedad que le otorgue la libertad de sus determinaciones por imposición previa de su propia dictadura, y sus organismos de poder obrero.
NUEVO CURSO
El proceso de alienación, objetivación del sujeto y perdida de libertad es aquello contra lo cual y de modo propagandístico , en este estado del desarrollo de la lucha de clases debe plantear el combate por todos los medios , objetivo para el cual resulta preciso definir los perfiles de la sociedad del capital contraponiendo el sentido de rebeldía ínsito en la llamada “liberación” o “ emancipación “ de los trabajadores, tantas veces voceada en las calles.
Debe comprenderse que ningún programa teórico puede penetrar con perfil socialista en la clase trabajadora si no se hace de herramientas efectivas frente a este proceso de objetivación del sujeto con perfiles propios de las sociedades capitalistas en crisis de reproducción.
Avanzar sobre la puesta en evidencia de la incertidumbre que nos embarga y apuntar a la sociedad capitalista como su generadora, impone la necesidad de superación dialéctica de esta última. Quedar reducidos a un mecanicismo economicista que solo ubica la teoría revolucionaria en la crítica de las variables económicas emergentes de la estructura social , limita el sentido de lo político y aleja al marco teórico-practico del socialismo de toda encarnadura en la clase en la que debe tomar cuerpo con riesgo que esa intrascendencia resulte funcional al acelerado proceso de abandono del sentido humano del existir en que nos encontramos.
Un nuevo curso en esta tendencia social preponderante solo puede tomar significación a partir de su necesidad, si toma cuerpo la impugnación de modo explícito del régimen jurídico de propiedad privada, el cuestionamiento abierto de la vigencia de la ley del valor y la denuncia del carácter fetichizo de la mercancía en su rol fundante de la alienación social subjetiva en la que nos encontramos, todos aspectos al que la organización jurídica del Estado, le resulta constitutiva y fundacional.
Si nos quedamos en la denuncia de la flexibilización laboral solo por sus alcances inmediatos en la relación de empleo , solo señalaremos un aspecto de la cuestión , extremo que nos ubica en las recetas reformistas hoy claramente insuficientes e inviables . Es el cuestionamiento social a la relación capital -trabajo el que adquiere dimensión necesaria a riesgo de dar tránsito acelerado a la barbarie.
No se puede ser revolucionario si no se ama la vida. La revolución no puede dar sentido a la vida humana; para aquellos que tratan de dar un sentido a su vida mediante la revolución, el éxito sería la mayor de las desdichas. La idea plasmada en la actividad revolucionaria es la medida en que cada trabajador puede aligerar el peso que las condiciones sociales hacen recaer actualmente sobre su espalda y que le impide vivir.
La revolución es una lucha contra todo lo que obstaculiza la vida. No tiene sentido más que como medio; si el fin perseguido es vano, el medio pierde su valor. De manera general, nada tiene valor desde el momento en que no lo tiene la vida humana.
Con esa realidad en nuestro existir, no hay otra instancia que el cambio cualitativo desde abajo, la conformación de nuevos nexos y nuevas relaciones con valores culturales diversos a los que impone el poder burgués, y revolucionariamente terminar con éste.
Presagiando la guerra y los demonios del fascismo, León Trotsky en su tiempo, nos dejó un mensaje concreto, entregando su propia existencia por ese anhelo: “La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente”. (L. Trotsky. Testamento)