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LOS VIEJOS Y LA JUVENTUD : «Buscando fórmulas para salir de la situación.»


“…..no hay trabajo. […] Los estudiantes están teóricamente desorientados. En vez de la eterna prosperidad, solo ven bancarrota. Los jóvenes están buscando fórmulas para salir de esa situación “….“Como demostró la experiencia europea, esta situación crítica de la joven generación, que no adhiere a ningún partido, junto con la falta de tradición, educación sindical y elecciones democráticas, la convierte en carne de cañón de los fascistas. ¿Qué prueba eso? Que la juventud exige soluciones radicales. […] ¿Quién le dará una dirección a esa juventud? ¿Nosotros o los fascistas?”
Leon Trotsky, “Para la formación de una organización juvenil revolucionaria”, 1938
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Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir llegan a La Habana a pocos meses del triunfo de la Revolución. Guevara recibe a ambos intelectuales en su despacho del Banco Central de Cuba.
Sartre anotaría algunas impresiones del encuentro:


«Se abrió una puerta y Simone de Beauvoir y yo entramos: un oficial rebelde, cubierto con una boina, me esperaba: tenía barba y los cabellos largos como los soldados del vestíbulo, pero su rostro terso y dispuesto, me pareció matinal. Era Guevara.
El comandante Ernesto Guevara es considerado hombre de gran cultura y ello se advierte: no se necesita mucho tiempo para comprender que detrás de cada frase suya hay una reserva en oro.
Pero un abismo separa esa amplia cultura, esos conocimientos generales de un médico joven que, por inclinación, por pasión, se ha dedicado al estudio de las ciencias sociales, de los conocimientos precisos y técnicos indispensables en un banquero estatal.
Lo cierto es que había empezado a trabajar muy temprano la víspera, almorzado y comido en su despacho, recibido a visitantes y que esperaba recibir a otros después de mí. Oí que la puerta se cerraba a mi espalda y perdí a la vez el recuerdo de mi viejo cansancio y la noción de la hora. En aquel despacho no entra la noche.
En aquellos hombres en plena vigilia, al mejor de ellos, dormir no les parece una necesidad natural, sino una rutina de la cual se han librado más o menos.
No sé cuándo descansan Guevara y sus compañeros. Supongo que depende: el rendimiento decide; si baja, se detienen.
Pero, de todas maneras, ya que buscan en sus vidas horas baldías, es normal que primero las arranquen a los latifundios del sueño.
Puesto que era necesaria una revolución en Cuba, las circunstancias designaron a la juventud para hacerla.
Sólo la juventud experimentaba suficiente cólera y angustia para emprenderla y tenía suficiente pureza para llevarla a cabo.

El Che consideraba que los jóvenes deben “ser el ejemplo donde se puedan mirar los hombres y mujeres de edad más avanzada que han perdido cierto entusiasmo juvenil, que han perdido cierta fe en la vida”.
Durante su intervención en el II aniversario de la integración del movimiento juvenil de Cuba, el 20 de octubre de 1962, enfatizó que

“…. son ellos (los jóvenes) quienes deben ser ejemplos para la sociedad y en la construcción del futuro “en el cual el trabajo será la dignidad máxima del hombre”, que se convierta en un deber que satisfaga cumplir. “El trabajo será creador al máximo y el mundo deberá estar interesado en su trabajo y en el de los demás, en el avance de la sociedad día a día”.

Desde otra perspectiva, pero en igual dirección objetiva, en su Diario del exilio, de 1935, León Trotsky reconocía que pese a haber liderado el soviet de Petrogrado en 1905, dirigido la insurrección de octubre en 1917 y organizado el Ejército Rojo en los años de Guerra Civil, la formación de la IV Internacional era la tarea “más importante de su vida”.
La Internacional Comunista, maniatada por el estalinismo, había utilizado el prestigio de la revolución rusa para condenar al fracaso los intentos de la clase trabajadora por frenar el avance del fascismo e instaurar un gobierno propio, como había quedado demostrado, entre otras experiencias, en Alemania, Francia y España. En 1935 esta política se consolidó con el llamado a la construcción de Frentes Populares, una orientación que proponía una alianza entre organizaciones de trabajadores (partidos obreros, sindicatos) y la burguesía, es decir, una política de conciliación entre las clases. Era necesario, por lo tanto, una organización que articulara una salida independiente, que se propusiera derribar al capitalismo, defendiendo la pelea por el socialismo a nivel internacional


Se exponía así, la necesidad de conformar el presente, diseñar el futuro y ese propósito exigía de un intelectual orgánico a la clase trabajadora mundia, es decir de una organización política mundial. Sin embargo, en paralelo y casi de manera constitutiva desde la vejez, desde la veteranía, se planteaba que la juventud trabajadora tenía un papel fundamental en la nueva organización y lo hacía propagandísticamente de esta manera:


“Las puertas de la organización están completamente abiertas para los obreros revolucionarios, que son quienes deben sentirse dueños de la misma. Claro está que aún entre los obreros que en un tiempo ocuparon las primeras filas, actualmente hay no pocos fatigados y decepcionados. Por lo menos en su próximo periodo se mantendrán apartados. Con el desgaste del programa y de la organización manteniendo sobre sus hombros. El movimiento se renueva con la juventud, libre de toda responsabilidad del pasado.
La IV Internacional presta una atención y un interés particularísimo a la joven generación del proletariado. Toda su política se esfuerza por inspirar a la juventud confianza en sus propias fuerzas y en su porvenir. Sólo el entusiasmo fresco y el espíritu beligerante de la juventud pueden asegurar los primeros triunfos de la lucha y sólo éstos devolverán al camino revolucionario a los mejores elementos de la vieja generación. Siempre fue así y siempre será así”.

La juventud trabajadora sigue siendo uno de los sectores más explotados de su clase , con los empleos más precarios, ninguneados por las burocracias sindicales y perseguidos por el poder estatal. El capitalismo no solo no ofrece un futuro a las nuevas generaciones, sino que incluso los condena a la simple sobrevivencia alienada, haciendo de quienes tienen la responsabilidad por las generaciones futuras una masa mayoritariamente inerte a los problemas colectivos del existir, consumidos en la quimera de la salida individual, transitoria, utilitarista y pragmática que solo implica la matriz del fracaso concreto en el que se sumergen multitudes.


Sin embargo, en forma contradictoria, la negación de ese fenómeno en sí, por las propias materialidades que se siguen de la relación capital -trabajo y la vigencia de la ley del valor en una sociedad productora generalizada de mercancías, ubica a la juventud trabajadora como sujeto social del cambio y transformación superadora del orden capitalista.

Solo la juventud trabajadora es capaz de dar dinamismo a las luchas obreras en todo el mundo, despertando a las viejas generaciones (en muchos casos cansadas después de tantos años de neoliberalismo y democracia burguesa), como así lo testimonia cada lugar del mundo donde los explotados y oprimidos se levantan contra este sistema capitalista cada vez más decadente y en crisis de reproducción generalizada.

En todos los países la juventud trabajadora da signos espasmódicos de su radicalidad, pero a la vez desdeña la tarea de construcción de la organización política como sujeto colectivo, por agotamiento de su experiencia con los aparatos políticos del centrismo y el reformismo autodenominados “la izquierda”.

El joven siempre se siente insatisfecho con la sociedad en que vive, siempre piensa que puede hacer las cosas mejor que los adultos. Así la juventud siempre se siente progresista, sin embargo, lo que entienden por progresista varía mucho. Y es en esa definición donde la cuestión del programa revolucionario y la organización que lo sintetiza con permanencia, toma centralidad.


Desde este extremo del fenómeno en sí, es decir, desde la consideración vital de la juventud trabajadora, hay que detenerse a puntualizar la cuestión específica que se le presenta a quienes avanzan en la lucha, señalando que hay una interrelación entre parido político organizado por esa avanzada y el conjunto de la clase trabajadora. Ese vínculo adquiere tal especificidad que cuando uno de ellos se detiene concluye obstaculizando el proceso dialéctico en el que el otro se haya en curso.


En ese sentido, la organización política que construye la vanguardia tiene por su desenvolvimiento a pretender constituirse en la organicidad intelectual de la conciencia reflexiva que implica la posición objetiva que la clase trabajadora tiene en el orden social capitalista y expresarla en un programa de acción política, que se sintetiza en la finalidad estratégica de materializar el poder obrero, de hacer real la dictadura del proletariado.


Por ese motivo, la organización política, el intelectual orgánico de la clase trabajadora, es la herramienta necesaria para que la juventud trabajadora, los asalariados en sí y de conjunto, se proyecte y constituya en clase “para sí”

Ese objetivo demanda primariamente que los jóvenes asuman la tarea específica del clasismo, es decir, constituirse en sector social independiente, autónomo , de la burguesía en tanto propietaria de los medios de producción y factor subjetivo subyacente por sus intereses de todas las determinaciones políticas emergentes del Estado que se constituye a esos efectos, al que le da permanencia por la vigencia de sus leyes en el contexto social sea por acatamiento o imposición violenta.


Esta es la verdadera fuerza motriz de la juventud trabajadora, con especial gravitación en el ámbito psicológico. Nada tiene que ver con esto, la apología superficial y vacía de lo joven por lo joven mismo. En ningún caso es ese el atributo si no se lo liga a la condición de clase de la juventud y a las tareas que los mismos se ven obligados a asumir si es que pretenden su real emancipación de la alienación que le impone el orden burgués.


Los jóvenes que se encuentran desempleados pero que en su base pertenecen a sectores de la pequeño burguesía desplazados al espacio de población económicamente sobrante son pequeño-burgueses en sí , razón por la cual , su radicalismo es puramente transitorio ,porque al terminar los estudios, cuando ocupan sus cargos cómodos de profesionales liberales y de la aristocracia del trabajo, miran hacia atrás y consideran su antiguo radicalismo un “pecado de juventud, un error repulsivo y, al mismo tiempo, encantador”.
Para que la radicalidad trascienda a objetivo permanente, deben entrelazarse con los objetivos de la clase trabajadora “para sí” y su modelo político organizado en su específica forma de poder obrero por vía de sus organismos de democracia directa y su régimen de dictadura de clase.


El joven radicalizado, que ha quedado por fuera de la productividad debe comprender como parte de su radicalidad que solo puede contribuir si, en primer lugar, vive un proceso de autoeducación revolucionaria riguroso y coherente. Por otro lado, también debe aprehender para sí, que si se vincula al movimiento obrero lo hace por ser éste la vanguardia de la lucha y el predominante cultural necesario para no caer en el diletantismo.


En toda gran lucha ideológica vuelan chispas y astillas. Los centristas tienen la costumbre de utilizar este mísero material para desviar la atención de las cuestiones importantes y decisivas. Los obreros jóvenes que quieren lograr su emancipación, deben aprender a despreciar la acción maliciosa e impotente de los centristas y los reformistas


En tal sentido, y teniendo presente el actual estadio de la lucha de clases, debe propagandizarse, que la desaparición definitiva de la desocupación de los jóvenes está ligada a la desaparición de la desocupación en general. La lucha por la prolongación de la escolaridad, por la reeducación profesional obligatoria está ligada a la lucha por la escala móvil de salarios y por la escala móvil de horas de trabajo.


La revolución que tiene como sujeto protagonista prioritario al joven trabajador hombre/mujer solo adquiere el espacio de lo posible gracias a un trabajo de preparación prolongado y paciente y la mejor herramienta para ese trabajo es la intransigencia marxista y su organización como partido revolucionario.


La promesa de un futuro mejor solo sería demagogia si los bolcheviques-leninistas no lucharan desde ahora por mejorar la situación de la juventud trabajadora, si no formularan las reivindicaciones inmediatas de la juventud, si no propagandizaran la necesidad de luchar con los métodos de clase para la satisfacción de estas reivindicaciones. Y si, a través de esta lucha y, sobre la base de la experiencia adquirida en ella, no demostraran a la juventud explotada que, en definitiva, sus reivindicaciones solo podrán ser satisfechas por la instauración de la dictadura del proletariado, que la lucha por estas reivindicaciones debe transformarse en lucha por el poder a través de la lucha por el control y la dirección de la economía. (León Trotsky)