“Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che! Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che! Si queremos decir cómo deseamos que se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se eduquen en el espíritu del Che! … (Fidel Castro)
“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia….Fidel Castro
Las fechas son marcas en el tiempo. Señales para no extraviar el rumbo. Indicadores de presencia y significación de lo histórico en lo actual. Interpelación del hoy por el ayer.
Con esta marca, enfrentamos un dato: el 8 de octubre de 1967 Ernesto Guevara combatiendo en Bolivia, fue herido, capturado y llevado a la escuelita de La Higuera. Fue entonces cuando el 9 de octubre de 1967 el sargento Mario Terán lo fusiló al otro día de su captura. Como desde aquel momento hasta hoy, afrontamos la necesidad de decir presente para que el olvido no se constituya en el viento mortal que desde una escuelita hoy mercantilizada con cierto objetivo “turístico”, borre los vestigios de la impunidad por aquel acto y su trascendencia histórica
Aún así, el tiempo recorrido hace que ese requerimiento primario de memoria y presencia en un mismo acto, no pueda centrare en el simple recuerdo. Lo real existente, nuestra vida miserable y alienada, la crisis de reproducción social que enfrenta el capital, ya no hacen posible que 8 de octubre sea simple nostalgia, pérdida y dolor por la pérdida física del “Che” y los sucesos que la determinaron.
El desafió es impedir, con nuestra propia existencia que suba al escenario de la vida, la rutina del recuerdo. El objetivo es no cosificar y dar por agotado un proceso de lucha, simplemente porque hemos comprendido que se trata de una lucha prolongada, de clase contra clase, no determinada exclusivamente por factores subjetivos, pero con ellos gravitantes y que las tareas de construcción de una nueva sociedad y con ella un nuevo hombre por vía del poder obrero, planteadas en aquel ayer, por todas las vías, lo siguen siendo hoy.
La inmensa esperanza de que todo pueda cambiar, en sentido superador del orden existente, no encarna en un acto individual de cada trabajador, aunque esa experiencia esta contenida en otra mayor que emana de la conciencia colectiva y nace del encadenamiento de los acontecimientos sociales objetivos que se suceden en la lucha de clases cualquiera fuese su estadio a partir de la explotación resultante de la relación capital-trabajo.
Hoy el contenido prevalente de las resistencias sociales desplegadas por los trabajadores de todas partes del mundo y en particular en Argentina, parece estar encorsetado aún dentro de las ilusiones democráticas que a su tiempo abrió la Revolución Francesa y la burguesía como clase, a través de los paradigmas libertad, igualdad, y fraternidad, aún cuando el tiempo transcurrido y la realidad dan cuenta del grosero apartamiento de sus estados y de su poder institucional violento.
Pese a que en Francia la República nunca fue proclamada en virtud de un voto legal realizado dentro de las formas constitucionales sino por la voluntad de un pueblo sublevado contra la legalidad existente, mostrando su impronta superadora de lo dado, la “democracia formal ”, se recuperó, abrió paso , con base en la prevalencia del mercado, apelando a la figura de la mano invisible que todo lo regula y compensa, extremo que es llevado a la exaltación por el precandidato más votado en nuestro país, en coincidencia con los de los dos partidos tradicionales e históricos , aunque con diferencias solo formales en los métodos de como consagrar al pueblo trabajador en ese altar levítico de sus sacrificios.
Ese giro democrático formal, con acento en las ilusiones democráticas abiertas desde 1983 para dar salida a los efectos de las practicas genocidas operadas desde 1974 dese ese mismo poder burgués , busco desobligarnos a cada uno de nosotros de la necesidad de ubicarnos en un bando, es decir, por vía de la llamada corrección política, nos “permitió” y nos condujo a la hibridez como signo distintivo del contenido de nuestras responsabilidades por la cosa pública, alejándonos de la posibilidad de consentir y emprender toda alternativa de lucha por otros medios, pues a esa opción se la hizo responsable del pasado inmediato.
Es que “estar en un bando”, como se lo estaba por la mayoría de los trabajadores y los jóvenes en los tiempos de la ejecución-fusilamiento de Ernesto Guevara, implicaba polarización social y eso es lo que hoy no se puede admitir. La democracia vigente, ocultando su génesis violenta en la revolución francesa, nos induce hoy por todos los mecanismos de dominación de masas posibles a mostrarnos todos juntos y solidarios con la empresa, con el patrón, con la marca, con el gendarme, aunque permaneciendo cada uno en su lugar hacemos una nación y en consecuencia se nos convoca a modo de rebaño indiferenciado a “la unidad nacional”.
Dicho, en otros términos: no es bueno poner la vista en el modelo acumulativo interno, y sus notorias desventajas para quien vive de un salario o peor aún se encuentra desempleado y librado a su suerte y mucho menos, intentar revertir ese orden de cosa por vía de una instancia superadora, buscando construir poder obrero y otra sociedad superadora de lo dado y existente, con su sesgo de desigualdad, opresión y explotación.
El gobierno y el sistema, por vía ideológica con basamento en un populismo raquítico quieren persuadirnos e imponernos un modelo social que desconoce las clases sociales con sus intereses específicos y contradictorios.
En eso objetivo coincide con quienes dicen ser opositores y llamados por vía electoral a ocupar su lugar de gestión desde el poder estatal, en tanto sus filas se nutren de operadores de la burguesía dominante
Estar en uno de los bandos, es estar, en tanto trabajadores, con la camiseta del explotado y oprimido, por un cambio social y la abolición de la dominación burguesa, es decir, ser partidario de la revolución que, en primer lugar, significa ruptura con lo real existente y sus paradigmas ideológicos. Quien no acepta esta ruptura con el orden establecido, con la sociedad capitalista, no puede ser, ni proclamarse partidario del cambio cualquiera fuera la versión que quiera darle y necesariamente, está en otro bando.
“El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen.” (León Trotsky Prologo a la historia de la revolución rusa)
El relato histórico, atravesado por dosis de mito, memoria y mimesis, nos dice que durante décadas, los más grandes escritores, los más grandes artistas se unieron al movimiento obrero para celebrar las revoluciones En cambio, desde hace treinta años la mayor responsabilidad de quien tiene acceso a la palabra pública es alertar contra toda irrupción social violenta y conducir las rebeldías al formato democrático burgués, con su representación política y la vigencia inobservable de la democracia indirecta en el marco de un Estado-república donde el trabajador no delibera ni gobierna de modo directo y por sus métodos históricos, sino por sus representantes
. Todo intento de transformación radical por ese formato ideológico es objeto de una ficticia cancelación cultural. La idea de otra sociedad, a sus ojos vista, se ha convertido en algo casi imposible de pensar y con ello lo necesario es la adaptación al mundo en que vivimos o en el mejor de los casos, al anhelo de retorno al contrato social como el mejor futuro posible.
La fobia a las revoluciones y su corolario, la legitimación del conservadurismo, habilitas expresiones tales como aquellas que indican que “a la izquierda del gobierno solo existe una pared”, “existe un consenso social que ubica como deseable una política de derechos subjetivos centrista entre el interés burgués y la condición humana en sí, que solo buscan establecer falsa conciencia, alegando que, fuera de la democracia liberal sólo se encuentran variantes totalitarias
Sin embargo, los representantes y dirigentes de la sociedad política burguesa en todo momento en que sienten y advierte, que sus principios esenciales están muy gravemente amenazados, salen ellos mismos de su propia legalidad, y cometen las mayores aberraciones sobre el género humano y sobre la clase trabajador en particular. El sufragio universal, ahora invocado para descalificar a las demás formas de intervención colectiva, propias de los métodos históricos de los trabajadores organizados (como las huelgas, los cortes de rutas, los piquetes) se ha vuelto el eje estratégico de toda acción política, es esa su punzante pedagogía de la sumisión.
En América Latina la orientación política es según la tesis de la revolución permanente, al mismo tiempo democrática y social. El fracaso K habla a las claras de la desaparición política de las categorías populares y que la lucha continúa con eje en trabajadores y los sectores sociales oprimidos.
La revolución como objetivo militante en tanto desbaratamiento del poder burgués suponen para su concreción al mismo tiempo, una masa descontenta dispuesta a actuar, un Estado cuya legitimidad y autoridad se encuentren cuestionadas por una fracción de sus partidarios habituales, y la preexistencia de ideas radicales de cuestionamiento del orden social, con tradición en el relato que permite puedan unirse todos aquellos cuyas viejas creencias o lealtades resultaron disueltas.
Estamos describiendo desde el Che un proceso intelectual de adquisición de consciencia con base en la práctica cotidiana y sus experiencias. Lo que caracteriza la conciencia revolucionaria es la convicción de que las quejas sólo pueden ser satisfechas por la transformación de las instituciones existentes y por el establecimiento de otra organización social. Esto equivale a decir que esta conciencia no aparece de manera espontánea, sin una movilización política y una efervescencia intelectual previas y en eso se inscribe la necesidad del relato revolucionario.
Dicho en otras palabras, los relatos básicos que sostienen de manera fundamental los esfuerzos conscientes de los trabajadores y oprimidos guardan relación necesaria con los relatos que la mayoría acepta sobre las luchas e injusticias pasadas. Son formas que se adoptan para darle sentido al pasado, explicar el presente e imaginar y posibilitar el futuro.
Es imperativo que junto con las condiciones materiales se ubique específicamente el rol que juegan los relatos que dan cuenta del movimiento social , en su pasado y presente en tanto estos generan una apertura de las conductas y las evaluaciones que llevan consigo las personas dentro de las concepciones establecidas respecto a cómo funciona el mundo y cuál es el sentido de lo que puede o no hacerse, tanto más en nuestro presente donde la demanda de los que luchan y no lloran , es antes que nada defensiva de las condiciones mínimas de existencia material digna buscando restablecer un contrato social que consideran ha sido política y económicamente violado por los patrones, los propietarios de tierras, los banqueros, los gobernantes.
La incapacidad de los dominantes para cumplir con las obligaciones que legitiman su poder y sus privilegios se torna manifiesta en nuestro tiempo, y muta a la consolidación de ese dominio solo por vía de acciones represivas sean estas simbólicas o materiales.
Estamos entonces frente al deber de hacer consciente esa realidad como tendencia o escenario previo a un salto cualitativo en la lucha de clases. Por fuera de la farsa electoral, se abre una tendencia aún no significativa en términos políticos concretos, para pasar de la potencia al acto, en forma tal de determinar el imperativo colectivo de sentenciar que no siguen teniendo alguna utilidad social, los capitalistas, los políticos burgueses, los sacerdotes, los generales, los burócratas.
Es hora de buscar “ser como el Che” Es tiempo de agregar a la simple conmemoración de una fecha, nuestra cuota consciente de lucha. El enemigo de entonces y de hoy es el Estado, en cuya gestión se asocian los monopolios y la penetración imperialista del capital financiero. La democracia parlamentaria con la que hoy se viste esa gestión formal, no es un orden superador de las contradicciones de aquella dictadura que se cobró la vida de nuestros compañeros sino una situación histórico-política, que testimonia el intento de los gobernantes de turno por defender los intereses de la burguesía explotadora
NUEVO CURSO