Nuevo Curso

UNA NUEVA MANIFESTACIÓN DE LA FARSA ELECTORAL: LA EQUIPARACION DE NEUTRALIDAD CON VOTO EN BLANCO

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La neutralidad es un principio del derecho internacional y nunca un derecho. La maniobra fraudulenta que opera como táctica discursiva en la estrategia un sector de la burguesía para ubicarse en la gestión y operatoria del poder que esa clase como tal y en su totalidad concentra en el Estado, por vía del ministro Sergio Massa se concreta en ese desvío conceptual, precisamente para verificar prácticamente la anulación de un derecho constitucionalmente otorgado por la república a quienes reputa como ciudadanos.

 La neutralidad consiste en la no participación en una guerra ya declarada entre estados o grupos beligerante por parte de otro país. Esto significa por fuera de todo accidente, que cuando se hace referencia a ella se esta aludiendo a una condición jurídica de un Estado y no de su población y siempre está dada por referencia con otro Estado o grupo beligerante así declarado previamente.

Los países neutrales tienen derecho a mantener relaciones amistosas con aquellos que resultan beligerantes, pero también tienen obligaciones de no favorecer a ninguna de ellos.

 Las normas internacionales que regulan la neutralidad se establecieron en las convenciones de la segunda Conferencia de Paz de La Haya, en 1907.

En ese contexto de presentación de lo falso como verdadero, el más sismo a instalado la premisa, según la cual la neutralidad tiene equivalencia con el ejercicio ciudadano del voto en una jornada electoral optando por emitirlo en blanco, para acto siguiente con destellos de moral de la que sin duda carece, sostener que “hoy la neutralidad no es una opción “. Se le suman en el gambito los reyes de la república, alineados en los restos pestilentes del radicalismo, que como ratas que huyen del barco a la deriva “cambiemos” que partió en la travesía electoral impuesta por imperio legal a los trabajadores, con la misma omnipotencia que el Titanic, corriendo en su derrotero, idéntica suerte.

Lo cierto es que la burguesía dominante por vía electoral y su armado legal ha conseguido poner en una suerte de brete a la clase trabajadora pretendiendo que asuma en una segunda faz de esa farsa la obligación de tomar partido por cualquiera de sus  aparentes  variantes, propiciando un esquema de bueno y malo entre aterrorizante, cuando en realidad ambos resultan proyecciones de gestiones políticas absolutamente perniciosas para la clase obrera y los sectores de nuestra sociedad que han sido desplazados de la economía formal y ubicados en la precariedad estructural.

Con esto han dejado a la vista la verdadera entidad que tienen los derechos individuales y las políticas declaratorias de derechos políticos subjetivos en la República burguesa. Han dejado ver que estos en realidad no tienen existencia en sí, sino que solo implican puras abstracciones que se evaporan, así como vinieron ante cualquier contingencia política que ponga en riesgo del dominio del poder burgués, como lo implica en nuestro caso, la significativa crisis de reproducción del capital que se presenta en nuestra sociedad.

Con esto, todos los devotos de estas formulaciones abstractas, puestos bajo el paraguas del progresismo desde el advenimiento del relato K, hoy no hacen otra cosa que destilar juicios de reproche hacia quienes advertidos desde el inicio de la farsa electoral o durante su desarrollo apelan al derecho de decirle NO a ese entramado de política cultural dominante. En otras palabras, lo que hacen para poder ampararse en la “protección massista”, es una profusa batería de pronósticos funestos derivados del voto a La Libertad Avanza, frente al cual quien toma partido por el NO resulta una suerte de prescindente nocivo, propiciador del apocalipsis social.

Habrá que decir entonces que, en la lógica jurídica de la clase dominante, que votar en blanco, o votar anulando el voto, es básicamente VOTAR, es decir, es una manera que la estructura jurídica legitima de hacer uso del derecho subjetivo individual de sufragar. Nada de esto tiene que ver con prescindencia, ya que emitir ese tipo de voto es justamente lo inverso, es participar de modo activo denunciando al modelo en sí. Esa actividad, colisiona de lleno y de frente con toda aplicación de la categoría NEUTRALIDAD.

La clase trabajadora tiene elementos suficientes como para romper esta táctica de un sector de la burguesía para sumarlo a sus filas y puede en la emergencia de ser obligado y condicionado a tomar determinación por dos variantes de lo mismo, resistir en defensa de su condición social y de sus intereses, “entrar en la guerra” VOTANDO EN BLANCO O IMPUGNANDO EL VOTO, como manera de decir claramente como en el 2001 “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”