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DENTRO DE LA LEY TODO. FUERA DE LA LEY NADA”, EL PROGRAMA BURGUES DEL SOMETIMIENTO Y LA EXPLOTACIÓN, FUNDAMENTA LA REPRESIÓN SOCIAL

Los escenarios del triunfo solo se constituyen para entregar los tributos al vencedor mientras tanto, en el mismo momento temporal los rostros de los derrotados de los trabajadores y de los que no tienen empleo no lucían en las pantallas, no formaban parte de los artificiosos festejos y el miedo que calaba el sometimiento que les impusieron un discurso en el que solo se hablaba de evitar al “demonio fascista por venir”. les hacía preguntarse si efectivamente eso de lo que le hablaban tomaría realidad en lo futuro.

Lo cierto es que nunca, después de las batallas los triunfadores utilizaron las plataformas informativas para hablar de libertades democráticas o derechos para los derrotados. Si le dejaron bien en claro que “todo dentro de la ley, nada fuera de ella” y que lo que se garantiza, protege y tutela es el sacrosanto derecho de propiedad que en este modo de producción y su representación política republicana y constitucional es un derecho natural positivo anterior a la persona.

 El hombre, pocas veces fue generoso en sus marchas de conquistas. Se imponían a sangre y fuego. Era la Ley del vencedor la que depreda, todo como trofeo de guerra, pero a la vez lo legitima por el consenso previo ficticio que le dio el proceso electoral al que tramposamente fueron obligados a concurrir los trabajadores, es decir, los que solo tienen por propiedad su fuerza de trabajo.

La Liga Comunista, una organización obrera internacional, que en las circunstancias de la época sólo podía ser secreta, encargó a Carlos Marx, en el congreso celebrado en Londres en noviembre de 1847, la redacción de un detallado programa teórico y práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido.  Así nació el Manifiesto Comunista.

La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases

Esa lucha de clases puso anoche una voz destinada a dar un mensaje desde la burguesía de conjunto a explotados y oprimidos. “Dentro de “mi ley” todo. Fuera de “mi ley” nada”, que en realidad no es “nada” como vacío, sino un eufemismo para señalar que “todo lo que se considere por el poder burgués fuera de su ley”, implica necesariamente la aplicación de un elemento constitutivo de toda norma jurídica, LA SANCIÓN, que en este caso se va a concentrar en CASTIGO, es decir, penalización, despido, marginalidad social, etc.

Con estos dos elementos y por fuera de todos los comentarios que los opinadores profesionales, balanceros heterodoxos puedan hacer , al margen de la tarea liquidacioncita de los mercenarios periodísticos , parece prioritario destacar desde este paradigma vociferado como marco teórico-practico de la burguesía, que se ha declarado por el 57 por ciento de los votos emitidos el 19 de noviembre de 2023 la muerte de la política de derechos subjetivos y su discurso incrustado por populistas y reformistas de izquierda, siendo precisamente ese discurso y su militancia el seno de la contradicción que generó este renacer del más clásico liberalismo sostenido en la tesis de la libertad con sentido negativo.

Desde la teoría política se han ocupado en puntualizar los autores, que la libertad negativa consiste en que nadie interfiera en mis acciones y sé que: «En este sentido, la libertad política es, simplemente, el ámbito en que un ser humano puede actuar sin ser obstaculizado por otros'» (1988: 191.Isaac Berlín). En ese orden de ideas: «El sentido positivo de la palabra libertad se deriva del deseo por parte del individuo de ser su propio dueño. Quiero que mi vida y mis decisiones dependan de mí mismo, y no de fuerzas exteriores, sean éstas del tipo que sean» 

También se ha generalizado la tesis de que lo propio del liberalismo es defender la libertad positiva. Como base del pluralismo que defiende la república burguesa. Es esta una cierta concepción de la libertad positiva, que tiene sus orígenes en Rousseau, la cual no acepta que el aspecto negativo es una condición necesaria de la libertad en general. La característica del liberalismo es, precisamente, asumir la libertad negativa como una condición necesaria para mantener la libertad positiva. Es en ese espacio específico donde hace jugar la faz sancionatoria de “su ley” dentro de la cual se delimita el permiso para hacer u omitir a los individuos considerados en sentido abstracto y sin posicionamiento social.

 El permiso tropieza inicialmente con el permiso también otorgado a otro individuo en igual sentido por lo que se constituye en el primer vallado o cerca para la inicial libertad del primer sujeto. Si se supera la valla subjetiva aparece la sanción objetiva que la propia norma contempla, que a la vez define a quien la supere como infractor o delincuente.

Nadie puede negar hoy que una sociedad es una totalidad estructura por relaciones ordenadas. Pero ese orden no es fijo e inmutable sino por el contrario, histórico. La sociedad en que vivimos, signada por los paradigmas de libertad, igualdad y fraternidad, no es otra que la generada por relaciones sociales-económicas capitalistas, que básicamente suponen la existencia de un sector social que domina el proceso productivo desde la apropiación orgánica de los bienes de producción, los servicios y el control de la estructura burocrática estatal y otro grupo social, -la mayoría- que existe condicionado objetivamente por la venta de su capacidad de trabajo adquirible por aquellos en la gestión de sus empresas o por el propio Estado constituido como empresa facilitadora de intereses específicos de la burguesía.

Esa forma de ordenamiento social, genera por su propia dialéctica reproductiva y de acumulación, que existan grupos humanos ubicados fuera de ese vínculo primario de capital-trabajo. Son los que hoy se denominan “no incluidos o desocupados.

Esos sujetos sociales desde su primario y constatable extrañamiento de la relación de empleo, son la resultante de la contradicción inmanente del sistema capitalista, incapaz objetivamente de la generación de pleno empleo que dote de dignidad humana al contratado.

 Frente a esta contradicción, caen las estructuras ideológicas que permiten el consenso para que la existencia de una sociedad que convive con un 40 % de la población en la pobreza, resulte viable y propia del orden natural de las cosas.

La conducta promovida desde el palco del vencedor electoral se ampara en ese paradigmática de la comprensión ideológica que los sectores medios de nuestra sociedad, tienen frente a la situación actual del conflicto social al que visualizan como un problema emergente de la acción de “otros”.

Ese paradigma de “dentro de mi ley todo, fuera de mi ley todo” se hace eco de la pretensión de los sectores medios incluidos de una u otra manera en el orden social, de no ver al “otro” desplazado hacia la marginalidad.

No interesa si existe o no el problema de la pobreza, la marginación y la desocupación, lo importante y relevante es que eso no se haga visible. Que no forme parte del paisaje social cotidiano, iluminado por los centros comerciales y el

consumo. En igual manera y con los mismos reflejos, se opera con relación al llamado problema contenido en la afirmación de “la seguridad” y su negación implícita, la inseguridad.

La apelación creciente de los sectores medios a leyes represivas de mayor severidad y el encarcelamiento, centra exclusivamente en esa necesidad de no ver la realidad del otro, fundando un derecho penal del enemigo, reservando ese lugar, para el excluido. Los muros de la cárcel son la mejor manera de no advertir el escenario que genera la exclusión del proceso productivo de amplios sectores de población, que impone el modelo capitalista para su criminal existencia y reproducción, con el empleo funcional de la forma jurídica legalizarte y legitimante de la violencia física o simbólica sobre los trabajadores.

La exclusión del proceso productivo de amplios sectores de población, que impone el modelo capitalista para su criminal existencia y reproducción, está en la base de la ampliación por un paradigma del discurso LEY y ORDEN, hoy extendido por el “todo dentro de la ley, fuera de la ley nada”.

La propia revolución francesa, generadora del régimen político en el que nos desenvolvemos, partió de reclamos inmediatos de los sectores desplazados en el régimen feudal., como lo fue el reparto de pan en Paris, y las crecientes hambrunas, pero los gestores ideológicos y dirigentes de las revueltas, nunca partieron de la idea de que todo terminaba con una mejor distribución de la riqueza, sino con la destrucción de las relaciones sociales del feudalismo que generaban esas hambrunas.

Por eso, la orientación central y básica en el análisis del estadio de lucha de clase en que nos encontramos, es dar primacía a la totalidad, ya que la fragmentación impide ver la coherencia del conjunto. Llega el momento de pensar en que el problema no está en aquellas personas que ocupan una plaza pidiendo comida, vestimenta y un techo, sino en las relaciones que estructuran esta sociedad en la que sobrevivimos.

La suerte de todos y cada uno de los asalariados y demás sectores sociales oprimidos, está ligada a la totalidad de las situaciones sociales que impone el capitalismo en su etapa monopólica-financiera, y la posibilidad de superación de las mismas, y no en la mayor o menor habilidad que pueda tener cada persona para manejar su economía doméstica.

Por esto y por sus intereses históricamente objetivos, la clase trabajadora -a riesgo de aceptar acríticamente su sometimiento- está obligada a expresar de una manera diversa a la actual su inquietud por la violencia estatal y su uso del castigo, abandonando el énfasis en la demanda Estatal por el desarrollo de políticas de derechos, ya que el propio Estado produjo un anuncio antitético y ejemplificador de sus acciones previsibles en un escenario de crisis.

 Esto impone destacar la necesaria intervención por la militancia estratégicamente socialista, en tanto brega por un cambio social que requiere dentro de ese objetivo principal la específica tarea de comprender las particulares transiciones que la estructura social, y, por ende, la estructura estatal, están atravesando en este momento en el plano particular del castigo punitivo.
El Estado burgués, aún el más democrático es un instrumento en manos de esa clase dominante. No es neutral en contexto de lucha de clases y en una sociedad de producción de mercancías. Es una estructura institucional de opresión sobre los explotados y los desplazados del mercado de trabajo. El ejército, la policía, toda la agencia represiva, los jueces, las leyes expresan de diversa manera y funcionalmente, esa fuerza opresora.
El contenido de las acciones militantes no puede ser la reforma de ese fenómeno sino la determinación final de su abolición por la construcción de poder obrero consolidado en, la dictadura del proletariado. 

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