Por estos días, se producen emergencias populares que dejan ver su oposición al plan de gobierno de la burguesía, en particular con referencia al DNU y la llamada ley ómnibus. Inicialmente y durante su producción algunas intervenciones saludan lo sucedido y exaltan en ellos el canal de la lucha, sin referencia al contenido de clase de esas expresiones y las expresiones políticas que se traducen en esas acciones.
De nuevo con los mismos vicios, con lo cual se demuestra que cambia en algunos casos lo superficial pero no lo profundo, del aplauso se llama a la ideologización de la ovación.
El sobredimensionamiento de los fenómenos sociales y sus consecuencias inmediatas y mediatas es propio del centrismo oportunista en el que no dejan de recaer quienes actúan sin programa o se remiten a programas reformistas, es ese el factor que debe advertirse frente a esta propaganda.
En el caso, paradójicamente lo «imponente» -porque así es como se describen las protestas- se traduce en «impotencia» que viene marcada por la naturaleza sesgada de los manifestantes y sus reivindicaciones y planteos.
La crisis del capital es mundial, se manifiesta con rostros de barbarie en nuestro país, en el mismo momento que se exhibe con todo su esplendor la crisis subjetiva que tiene la construcción del sujeto revolucionario, LOS TRABAJADORES en acto.
Eso hace que la desesperación de sectores medios les haga pensar que porque suman gente en la calle y en todo el país, pueden hacer alterar la relación del conflicto clase contra clase, en su favor.
Se olvida que la lucha puede otorgar autoridad política en conflictos puntuales, pero es insuficiente para ser dirección política si lo único que se tiene para ofrecer es lucha concentrada en representaciones y paseos callejeros a los gritos. Se olvida que la lucha concentrada en marchas multiclasistas y ruido cacerolero, es insuficiente para ser dirección política del combate de patrones y trabajadores, si lo único que se tiene para ofrecer es lucha que prontamente si se circunscribe a esas herramientas de desborde popular espontáneo, habrá de ceder por agotamiento y necesidad de resolver lo concreto que son las necesidades básicas como comida, vestimenta, salud, educación y vivienda.
Los imponentes callejeros exhiben su impotencia porque han elegido de manera propia, el “no programa” que implica reemplazar la táctica y estrategia en función de objetivos transformadores de la sociedad donde existen, por la simple queja resistente a lo dado y colocarse en el lugar pasivo y derrotista que les marca el carecer de cualquier iniciativa política gestada desde un programa de ideas, limitándose a aguantar los embates del enemigo adaptándose al programa de quienes paradójicamente tienen que ver con el fenómeno de ofensiva capitalista en el que estamos sobreviviendo que no es otro que el discurso del peronismo residual .
El elogio exitista y la difusión propagandística de lo dado, que no ha conseguido revertir ni alterar el curso trazado por la burguesía dominante que avanza con su plan de sometimiento a paso redoblado, no resulta otra cosa que la exaltación de la matriz ideológica de esta impotencia agonizante.
Por fuera, no negando este fenómeno pero dándole su pertinente relevancia y buscando su encauce superador, el 24 de enero salimos a la calle , nos movilizamos , y paramos nuestras tareas cotidianas.
Contra el ajuste y el plan represor del gobierno la clase obrera enfrenta con las modalidades que han impuesto sus organizaciones de masas, más allá de las tácticas y estrategias que en beneficio de sus exclusivos intereses pergeñen sus conducciones al programa de gobierno de la burguesía, expuesto en el DNU y el proyecto de ley ómnibus, que implica sumado a la devaluación y la escalada de los precios de las mercancías necesarias para la sobrevivencia, , más caída salarial, despidos y licuación de planes sociales.
La clase trabajadora enfrenta además el desarrollo de una política criminal que ubica al trabajador en sí y a la masa de población sobrante como sujeto de vulnerabilidad ante la norma penal y con ello le amenaza con el castigo penal de sus acciones sean estas individuales o colectivas. En eso se concentra el lema punitivista explicitado como “el que las hace, las paga”, ya que solo paga en sentido de privación de libertad, es decir paga con tiempo de encierro, aquel que no ajusta su proceder a los estatutos normativos que la burguesía pretende imponer a la sociedad civil luchan contra el brutal ataque a sus condiciones de vida.
La gestión Milei-Macri, largamente trabajada desde la creación de un personaje como el actual presidente, por vía del montaje de una farsa electoral y la creación de un consenso social ficticio formalizado en el voto de segunda vuelta, es la artífice subjetiva de la política que la burguesía estima adecuada para la crisis capitalista sostenida por la estructura atrasada y dependiente del desarrollo capitalista en Argentina, conexa a su inserción en la crisis global de ese mismo modo de producción .
La burguesía se plantea superar la crisis del orden social aumentando la explotación y la opresión sobre los trabajadores lo que implica: seguir ajustando los ingresos reales de estos por múltiples vías. O sea, más pobreza, más explotación y más represión. El peronismo en sus múltiples versiones y relatos explícitos es el derrotado en el proceso selectivo que implicó la farsa electoral y por ello de las más diversas formas asume posiciones que no genera un cuestionamiento sustantivo al plan de gobierno.
El 24 de enero los trabajadores como clase social en sí, sin un programa político ni organizaciones que se configuren para constituirnos en clase para nosotros mismos a través de una política clasista autónoma y ligada al programa socialista por un nuevo orden social, no abandonamos sin embargo la lucha contra todo gobierno ajustador, vamos a manifestarnos en las calles, paralizando nuestras actividades y nos movilizamos en todo el país.
Esa situación coyuntural de la lucha, no implica el agotamiento del combate de clases que se anuncia prolongado y de difícil resolución. La vanguardia necesita reunirse a discutir una salida propia a la crisis, porque no alcanza con resistir, hay que tener un plan que muestre que hay una alternativa superadora desde los trabajadores como clase de conjunto en la gestación de nuestros propios organismos de poder político.
La solución no puede encontrarse nunca en el trabajo parlamentario, ni en las acciones jurídicas ante el poder judicial, en la medida en que este último como el parlamento son efectores funcionales del poder burgués y su república democrática donde el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes electos.
Es necesario dejar en claro, de modo colectivo y asambleario que no se trata de tal o cual gobierno, de tal o cual programa de gobierno burgués. Se trata de que no hay gobierno burgués bueno para los trabajadores, Esto significa que esa no es la opción. No es un problema de personas, ni de partidos en la medida en que nos encontramos ante un enfrentamiento prolongado de clase contra clase.
Lo definitorio es tener en claro en la lucha en curso de cuál es la clase que nos domina culturalmente, que nos oprime socialmente y nos explota económicamente, que se llama burguesía, patrones o empresarios. El problema es el régimen económico y social que hoy están sosteniendo, que se llama capitalismo.
Los trabajadores tenemos que romper con todo eso y formar nuestro propio partido sin patrones ni burócratas sindicales, un partido de trabajadores, de nuestra propia clase, que se oriente según nuestras necesidades actuales y nuestros intereses históricos. Esa tarea es permanente y conjunta con las experiencias de la lucha misma. No puede dejarse de lado ni estar desentendida de la lucha en sí.
La premisa fundante de toda acción de lucha, en particular la lucha de calles y la paralización del trabajo es, y así debe ser propagandizada señalando que el conflicto social se resuelve por el cambio revolucionario y ese cambio solo puede ser efectuado mediante la revolución obrera que inicie el camino al socialismo, que es el único régimen social que supera al capitalismo en la medida que licúa las contradicciones sociales que nacen y se reproducen en este último, en nuestro tiempo con particular rostro de barbarie.
NUEVO CURSO