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HUELGA GENERAL. LUCHA DE CLASES  y SOCIALISMO  vs.  PODER BURGUÉS

El 24 de marzo nos encuentra frente a una tendencia ideológica de la burguesía a naturalizar en las mayorías las tácticas y estratégicas del poder burgués. Lo único que se ofrece a a los trabajadores es un pesimismo abismal y soluciones individuales.

Los trabajadores argentinos, estamos obligados por las circunstancias existenciales de nuestra época a estar mucho más atentos con las situaciones que se siguen del arribo calendario de fechas que nos son muy propias. Una de ellas sin dudas y con sentido negativo que aún seguimos padeciendo es el 24 de marzo de 1976, que significo un alza cualitativa en el avance de despliegue de prácticas genocidas desde el Estado en sí, que tuvo implicancias a futuro que no solo se vieron en el exterminio de lo mejor de nuestra clase y prácticamente la mayoría de su vanguardia combatiente.

El avasallamiento desplegado sobre nuestra clase, no solo implico actos de violencia física sino la instalación de un dispositivo ideológico que hace centro en la forma jurídica y la táctica de dominación centrada en la declaración de derechos subjetivos y lo hizo por la negación sistemática concreta de esos derechos propios de la modernidad capitalista, pues es la revolución capitalista la que produjo desde sus paradigmas de poder esas declaraciones.

  Ese dispositivo entró en la escena por específico ejercicio de la dialéctica del desarrollo de las ideas dominantes. El ataque bélico , liquidacionista de la vanguardia obrera y por ella ,el sometimiento opresivo generalizado de la clase trabajadora, para facilitar el camino reproductivo de la explotación capitalista requirió de una tesis afirmativa. instalada desde el propio título del instrumento jurídico de la junta militar «estatuto de reorganización nacional»  con la que se proyecto una nueva modalidad de orden capitalista adaptada a los cambios estructurales en las relaciones de producción y la presencia agobiante del capital financiero.

La respuesta de la lucha en contexto histórico y frente a esa afirmación de la negación de derechos declarados y ahora violentados, exigió a los combatientes de entonces centrar el repliegue y la defensa en la lucha por la defensa de las libertades democráticas , sea por la imperiosa necesidad de rescatar vidas, mejorar las condiciones vejatorias de los presos, que en ningún caso pudo implicar por la debilidad de la relación de fuerza, un cuestionamiento del modelo en sí en cuanto a sus fundamentos económicos e ideológicos.

Esta debilidad que hizo que la lucha solo fuera parcial en términos políticos y no llegara a cuestionar al Estado por su condición de instrumento necesario para la reproducción capitalista, tuvo una consecuencia política que implicó un acuerdo del personal político de entonces para una salida negociada de un régimen ya agotado por sus propias contradicciones y la presión internacional dado su carácter abiertamente genocida al que se acopló la derrota de la aventura militar en Malvinas.

Este repentino retorno de las expresiones políticas partidarias burguesas, hizo el salvataje del régimen genocida y logró instalar la forma política que declara la constitución nacional para la república montada por esa clase.

Es esa derrota política sufrida, desde una situación defensiva de la vanguardia, produjo una mutación cultural negativa. Se estableció el paradigma de «los derechos humanos» como vector de reclamos sociales y se abandonó la estricta táctica de la defensa de las libertades democráticas y no de sus formas jurídicas. Es decir, se blanqueó en el discurso y en los hechos la idea de «derecho subjetivo» en manera tal que hoy se procura sostener la lucha por la denuncia del genocidio argentino, la dialéctica establecida de modo abstracto entre derechos y anti derechos negacionistas, ocultando que son las estructuras de las relaciones de producción capitalistas las que determinan en última instancia las desigualdades que la forma jurídica-derecho, no puede en ningún caso reponer desde que el derecho nace instrumentalmente en esa propia relación de producción y determina la legalidad de la acción básica de apropiarse del valor creado por la fuerza de trabajo humana.

Ese éxito cultural del capital es el que permite la continuidad de lo dado por las prácticas genocidas en sus resultados epocales, que con desigual intensidad se vienen desarrollando abierta o tendencialmente desde 1974 y los grupos parapoliciales hasta la actualidad. Si se quiere buscar un hito discursivo para comprender el fraude ideológico en el que venimos sobreviviendo, basta recordar el balcón de la rosada y “LA CASA ESTÁ EN ORDEN FELICES PASCUAS DE ALFONSIN”.

EL orden de la casa es el orden capitalista y ese modo de producción toma cuerpo cultural con las políticas de declaración de derechos subjetivos. Al lograr encausar el conflicto social de clases por la vía de la prevalencia de la forma jurídica y su necesaria derivación de la contienda hacia el poder judicial del propio poder burgués estatal , toda la militancia en lucha queda absorbida tanto en sus métodos como en sus acciones concretas y la proyección política de su militancia que no plantea la necesidad de superar el orden capitalista por su superación socialista, que obliga a muchos a apelar al término izquierda con lo cual dejan claro que se posicionan sobre algo existente en un lugar determinado del arco político que no rebasa esa estructura.

Ya en 1986, un dato que se oculta entre muchos de los que hoy llaman a las calles, pero no se ocupan de explicar pacientemente cual es la senda que debemos recobrar que es la de la confrontación de paradigmas por vía de negar lo que oportunamente solo se concentró como negación del terrorismo de Estado. Por aquella época  la moda fue «arrepentirse» y llamar a revisar lo que se daba por válido en el primer lustro de los setenta y fines de los sesenta particularmente resaltado por el Cordobazo y el Rosariazo como íconos de esa construcción ideológica hacia el socialismo.

Por factores inclusive de alta incidencia internacional, avanzó la moda de la postmodernidad capitalista y la emergencia de nuevos filósofos hoy desnudos como simples sofistas. En lugar de la defensa de un programa socialista, de las ideas que se corresponden de la aplicación a esa realidad de el método científico que las sostiene, se impuso el embuste de las apariencias. Así todo parecía ser una cuestión de opinión, la democracia se presentó como el respeto mutuo entre todas las opiniones, desplazada de toda consideración clasista. Así nada determinaba nada, nada diferenciaba nada, todo debía ser una cuestión de opinión y en este camuflaje del cambalache las luchas por una nueva sociedad aparecieron como símbolos de portadores de peligros físicos, amenazas contenidas en la argucia de evitar que cuestionara la democracia y se activara nuevamente el aparato militar, todo a sabiendas de que ese formato no podía tener cabida en un orden mundial que avanzaba hacia la globalización capitalista.

Esa ideología dominante que puede ser ubicada en lo que se llama «humanitarismo» , que se presenta como defensa de los derechos humanos, bajo la idea de que en el mundo existen excesos por parte del poder contra «los ciudadanos » , como si los llamados derechos humanos fueran violados solamente cuando se tortura o se veja  y esas violaciones » por excesos», no fueran segmentadas en la clase trabajadora y los sectores desplazados de la economía formal.

En definitiva, a los que convocan a los días feriados en defensa de la democracia, a los que hablaron en su momento de clima destitúyete de sus gobiernos cada vez que se esbozaba una crítica desde los trabajadores, a los que auspiciaron fotos y colocaron en tareas de seguridad a militares del proceso genocida y a los que tienen por mal hábito abrazarse en todas las formas con los primeros, debe pacientemente indicársele  que si se vive con esos planteos, si se les dogmatiza, se le quita toda energía vital a la lucha y se la conduce nuevamente al fracaso. Si los trabajadores, los vulnerables aceptan todo, si no exigen nada superador de los que les sucede , si se le lleva por políticas reformistas  a tolerar la mortalidad infantil, la pobreza al 60 % de los niños, las leyes penales como reguladoras del conflicto social cotidiano , si en nombre  de la supervivencia, se abandona la vida por la naturalización de la muerte  y se canjea la existencia digna por la sumisión , si nadie se rebela construyendo programa superador  con base socialista, entonces «no hay violación de los derechos humanos».

La primera y fundamental violación de los derechos humanos consiste en ese estado de injusticia y de ataque contra la vida que es propio de la reproducción capitalista y sus lógicas de acumulación forzadas en escenarios de miseria y barbarie. Solo el programa político de los caídos en la lucha contra el capital puede ser el factor de cohesión de la clase trabajadora en sí y proyectarla hacia su finalidad objetiva de lograr su emancipación social y política.

Lo único que se ofrece a a los trabajadores es un pesimismo abismal y soluciones individuales. Pero la crisis del capitalismo no sólo conduce al pesimismo. El callejón sin salida del sistema está exigiendo y provocando un cambio cualitativo de conciencia entre cada vez más personas que se sienten insatisfechas con las soluciones individuales.

Lenin y los bolcheviques marcan un camino y un método. Su respuesta fue una lucha colectiva contra todo el sistema. No se detuvieron en el marco del capitalismo. Arrancaron de raíz la causa misma de la opresión y la desigualdad. Es la clara perspectiva de que cualquiera que quiera luchar seriamente contra la opresión y la explotación, debe organizarse en la lucha por el socialismo.

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