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Nuevo Curso

No hay relato que no admita la posibilidad de su contrario

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Una de las enseñanzas que ofrecen estos tiempos que llevamos recorridos en el siglo XXI , es que con las señales de  la decadencia del capitalismo, medida en la objetividad que dan las reiteradas crisis de reproducción que con carácter cada vez mas significativo y frecuente nos toca sobrevivir, y los signos importantes de la quiebra de la hegemonía mundial del imperio norteamericano, también   empiezan a exhibir su propia crisis, las teorías que se encasillaron bajo la designación común de “postmodernidad”, negando las totalidades y desmintiendo las premisas del materialismo por la sola caída de las burocracias políticas del este europeo, sin admitir que el hecho simbólico de la caída del muro de Berlín solo mostraba el agotamiento de la concepción ideológica que se había apropiado de la revolución de octubre de 1917  revertida en un stalinismo que había visto posible a fuerza de muertes, guerras y persecuciones  la construcción del socialismo en un solo Estado.

Ese retroceso ideológico ha impuesto al capital en el desarrollo tardío y dependiente que este adopta en nuestro país, el desplazamiento de ese mundo de relatos abstractos y del progresismo académico, que confunde la crítica con un peregrinaje de opiniones todas equivalentes entre sí, que no suman en definitiva ninguna acción superadora de lo dado, confundiendo un mar con un lago.

Esa versión que incluso impugna la idea de verdad, hecha carne en una generación de los que hoy llevan en sus espaldas cuarenta años o más, se muestra estupefacta por el incipiente pero veloz mensaje de la realidad que los desplaza de la “juventud y el ímpetu” y los ubica disonante con los jóvenes reales nacidos en este siglo que los impugnan por el vencimiento de su mercancía que no es otra que un relato construido desde un imaginario gestado desde generaciones anteriores.

Una muestra de ese desplazamiento de las hoy señoras y señores de las cuatro décadas, que han dejado de ocupar el sitio de los estudiantes para pasar a gestionar cargos docentes y lugares rentados en el espacio universitario, o de los partidos del régimen burgués o cualquier estamento estatal, es la impugnación abierta de la teoría de los dos demonios subyacentes en el “nunca más” y los instrumentos jurídicos del llamado Estado de derecho.

Esa impugnación no llega de la mano de un coronel carapintada que hoy luce, si puede como pieza de museo, sino de jóvenes reales, desplazados del empleo formal y educados en un sentido de la libertad centrado en el utilitarismo y la individualidad, alejado con animadversión de toda expresión colectiva o solidaria fundada en fines generales.

En ese esquema, como chico “desobediente”, lo que prima es poner en claro que ese relato de los dos demonios no cierra, y con esto impugnar los hechos históricos de la década del setenta del siglo pasado, negando que estos implicaron una práctica genocida extendida desde antes que esa actividad se perfeccionara en su materialidad a partir de la imposición de una dictadura cívico-militar.

Lo cierto es que esta certeza viene impuesta, aunque los partidos del régimen desde su lado izquierdo le cierren los ojos, por el consenso dado a esas practicas negadoras a través del voto mayoritario del electorado, que prefirió tener en el poder ejecutivo y en el legislativo, gestiones que auspician esa negación.

Dejemos claro una cosa, también la teoría de los dos demonios y su libro el nunca más, implicó una negación, al envolver lo real en un discurso de coyuntura que facilitara una suerte de reconciliación de la burguesía con los sectores medios aferrados al democratísimo y cultores de sus ilusiones.

Estamos viviendo en tiempo presente,  los momentos precisos de la caída final de ese discurso de consenso que impuso la presencia de dos bandos ofensivos descargados sobre una sociedad indefensa y espectadora , para que el mismo ceda, no hacia la verdad histórica centrada en  la concreta y certera  comprensión de las mayorías,   respecto de la ofensiva del capital con rostro genocida desarrollada desde aquellos tiempos de la triple A peronista, el aniquilamiento de la guerrilla fabril de Balbín y el radicalismo hasta hoy con la definición del enemigo a exterminar bajo el paragua de la seguridad individual amenazada por la protesta social y el narcomenudeo trazada por La Libertad Avanza y el PRO .

La situación que nos toca sobrevivir es la inversa. La caída del relato tipificado en el Nunca Más, viene de la mano de una masa poblacional dispuesta a poner el acento en que no le interesa más esa cuestión en tanto no la abarca ni incide en su problemática, denunciando a quienes la mental como aprovechadores mercantiles de esa estructura discursiva.

Todo esto es no otra cosa que la demostración de que ningún relato perdura en el tiempo en la medida en que por definición pueda admitir la gestación de otro discurso que lo supere.

Que la vicepresidenta en campaña electoral, genere un armado de escenas y prodigios simbólicos que nos retrotraigan a los paradigmas de aquellos tiempos en que todos los argentinos   “somos derechos y humanos”, a excepción de los subversivos , significa no el retorno del segundo lustro de los setenta , sino la operatoria de un nuevo formato de la cultura burguesa que  se ajusta con el repudio al simbolismo k generalizado facilitando la ofensiva del capital sobre los trabajadores a través de una confiscación de sus salarios.

Dicho en otros, a las generaciones hartas de los “pibes para la liberación “, las clases magistrales y la soberbia del poder en manos de un progresismo para pocos, armado sobre la base de la cooptación, no les interesa el relato político simbolizado en el retiro de los cuadros, les interesa pura y simplemente su propio interés individual y punto.

Una señal marcada de este viraje no captado por los partidos de la izquierda del régimen apegados a la construcción de presuntos liderazgos sobre la figura de abogados de causas de derechos humanos o profesores universitarios, fue el hecho concreto del atentado a Cristina Fernández. Allí se pudo advertir que solo hubo silencio generalizado frente a la acción homicida y en ningún caso un repudio generalizado de la población, traducido en el escaso impulso social a la investigación de las circunstancias y sus responsables. Los jóvenes que terminaron privados de la libertad fueron en sentido inverso, la exhibición extrema del paradigma comprensivo y alentado de ese nuevo sujeto social al que solo le interesas sus determinaciones individuales y solo exhibe su hartazgo de todo lo dado en el orden político de la “eticidad” estatal.

Lo dicho no significa en modo alguno adherir a la tesis justificadora de los fracasos evidentes de toda una táctica política relativa a la “derechización de la sociedad”, desarrollada en base a la malversación de un capital cultural que se creía conquistado por las movilizaciones que impidieron el 2 x1 propuesto para favorecer la situación de los imputados condenados por prácticas genocidas.

No es la sociedad que se derechiza, sino a la inversa; es la clase trabajadora que busca definiciones claras sobre el camino a recorrer y solo encuentra a lo largo de más de cuarenta años de democracia representativa una cadena indefinida de discursos que solo se le presentan como grandes contribuyentes de la situación de agobio material en que se encuentran las amplias masas de trabajadores.

La profundidad del viraje en la estrategia burguesa más general, marca la utilización de recursos humanos dentro del elenco de empleados del poder burgués para consolidar ese cambio cultural que permite avizorar la naturalización de la barbarie capitalista e impone la militancia de la vanguardia obrera con tareas de agitación y propaganda, en post de señalar el camino a la transformación de la sociedad en un nuevo orden socialista.

Nada de todo lo que hoy debemos padecer como trabajadores puede encontrar una salida superadora dentro del orden social capitalista. Ese era el paradigma de los luchadores obreros de los años setenta. Los desplazamientos operativos montados desde el poder burgues, nos exige concentrar nuestras fuerzas y hacer eje, no en la impugnación o denuncia de relatos sino en la lucha por el socialismo, con los métodos y las acciones propias de los sentires históricos de la clase trabajadora.

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