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LA MUERTE. LAS FOTOS . LAS DEMANDAS Y LAS RESPUESTAS INEXISTENTES.

Esta no es una nota necrológica, ni un mensaje frente a la evidencia de la desaparición física de alguien que nació a la vida por el camino de otra desaparición. Con este escrito solo queremos testimonial un momento de la lucha, tal como se hacía en aquel momento en la que los compañeros eran sujeto pasivo de un despliegue genocida lanzado sobre sus cuerpos. Tampoco vamos a terminar esto, con el consabido hasta la victoria siempre, porque simplemente el hecho de sobrevivir nos ha dado la lección necesaria de comprender que no hay una victoria en sí, y mucho menos que ella sea irremediable. Lo cierto y como padecimiento agregado a esta tormenta desatada por una ofensiva generalizada de la burguesía sobre los trabajadores es que Nora Cortinas ha desaparecido físicamente y es una más que se retira de esa forma -físicamente- de las plazas.

Son las circunstancias biológicas las que avanzan en este caso, haciendo cesar una vida. Sin que resulte paradoja alguna, sino confluencia necesaria,  lo hacen de la misma manera que lo hicieron quienes realizaron las prácticas genocidas desde 1974 en adelante, vale decir, de manera insidiosa y alevosa al mismo tiempo, con el único resultado de dejar a la víctima a merced de la muerte luego de un ocultamiento material y un hacer, para el que no tenía defensa alguna que oponer. Violenta es la forma , insidiosa la mecánica de producción, tanto en un secuestro o desaparición forzada de persona como en una enfermedad virulenta que llega luego de haber dado tanta lucha contra aquella otra, contra los crímenes genocidas de los que nos convencieron que bastaba con juzgar individualmente a sujetos y nunca direccionar nuestros objetivos hacia un régimen de gobierno y el Estado donde se parapetaron y ampararon aquellos , haciendo la tarea sucia para materializar y proteger no al sentido trascendente de lo humano sino al mezquino y despótico interés de reproducción del capital.

Las prácticas genocidas no se clausuran con el paso del tiempo o el dictado de una sentencia desde sus propios tribunales del poder burgués. Ellas siguen corroyendo las espiritualidades y dejan vacío de respuesta un interrogante. ¿Dónde están los desaparecidos? Y finalmente trunca la demanda insatisfecha: Con vida los llevaron, con vida los queremos.

Hay que decir para no hacer más amarga la saliva que hay que tragar con la muerte, que ellos están ahí con bríos renovados desde donde nunca se fueron . Tienen nuevo rostro, pero idéntica predisposición a la continuidad de la insidia, sea desde un cuartel, una agencia de inteligencia, mano de obra sicaria, un despacho en la casa de gobierno o una oficina en el parlamento. Para su amparo permanente también están ahí, bajo la cobertura de la imagen de la diosa Dike , los que son magistrales para la tarea fina del pulido de la irresponsabilidad política y la caza del chivo expiatorio que no deja ver lo esencial: las prácticas genocidas que no cesan, aunque el mundo de las apariencias en lugar de uniformes exhiba señores y señoras civilmente vestidas con ropas costosas que seguramente no puede adquirir un jubilado al que le pagan algo que tiene el descaro de presentarse como “la mínima”, con lo que se admite el mensaje desigual de la existencia cierta de personas “mínimas” , “sobrantes” y de  las otras, las obscenas, exageradas y lascivas que habitan los escenarios inmobiliarios del poder burgués y su orden social descompuesto en la barbarie.

Hay una lección que aprender desde quienes le dieron sentido a la presencia en el mundo político y social a madres, abuelas, hijos y familiares, es decir, de los propios desaparecidos que daban cuenta de su situación por aquellos. La lucha es contra el poder burgués, con las armas de los trabajadores y su política programática y organizadamente socialista, por una nueva sociedad y con ella un nuevo hombre.

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