Nuevo Curso

EMBUSTES HUMANITARIOS. LA POLÍTICA DE CLASE EN LA IDEOLOGIA DEL PROGRAMA QUE LA BURGUESÍA DESARROLLA DESDE SUS OPERADORES

Si quieres una visión del futuro, imagina una bota estampándose en un rostro humano. Por siempre,” sostuvo George Orwell en 1984.

Para los que habitamos este siglo no fue necesario usar mucho la imaginación e incursionar en la literatura distópica, solo hubo que ver por tv a Facundo Molares morir ante las cámaras hace ya más de un año . Solo sabemos que murió “por estar excedido de peso y padecer enfermedades múltiples”, aún cuando todos vimos como era tirado al suelo bajo el obelisco y apretado contra él por un miembro de una de las fuerzas de seguridad del Estado.

También en otro agosto se produjo la inicial desaparición luego seguida de muerte de Santiago Maldonado. Él fue víctima de su falta de destreza para el nado, pese a que era perseguido por efectivos de gendarmería que para desalojar una ruta nacional corrían a palazos a los que estaban a cientos de metros del lugar, que como se sabe no era un sitio densamente poblado y por el lugar la circulación vehicular no era de alta intensidad, le habría jugado una mala pasada y allí habría encontrado la muerte. No obstante por el lugar donde fue encontrado el cuerpo, los efectivos encomendados por el juez de la causa abierta por su desaparición habían rastrillado reiteradas veces y los buzos registrado el río con prolijidad. La investigación está hoy en foja cero luego de ser manoseada por diversos estamentos del poder judicial.

Molares, Maldonado y otros tantos muertos y desaparecidos en democracia son muestra desgraciada  de cómo en una sociedad que se dice organizada en una una república sus funestos padeceres , pueden ser tristes mojones abiertos para dar cuenta de una tendencia que se abre a pasos agigantados, en el contexto de una ofensiva abierta de la burguesía de conjunto sobre los trabajadores y sectores socialmente vulnerables por haber quedado fuera y de manera estructural de la economía formal.

Sin embargo, y más allá del repudio que merece toda esta alta dosis de violencia que el Estado desata sobre los cuerpos de explotados y oprimidos, ese ascenso no se produce de manera arbitraria ni por puro voluntarismo de las agencias represivas del Estado, sino al amparo de mutaciones, cambios materiales significativos en el plano de las relaciones intersubjetivas que operan en la sociedad civil , en particular, en lo relativo al marco simbólico que va construyendo un nuevo discurso de sentido común, impulsado desde la gestión estatal del poder burgués .

Ese discurso puede ser deslizado de modo explicito o implícito. Esto último opera al visibilizarse de manera operativa los rostros de quienes fueron judicialmente responsabilizados por encarnar prácticas genocidas .Lo que queda explicito es diferente. En primer lugar porque no opera de forma autónoma de la acción deliberada de poner en libertad a estos veteranos represores, apelando  a razones humanitarias que sin duda no mediaron en los tiempos en que los hoy ancianos actuaron con salvajismo.

En segundo orden , el discurso explicito constructivo de un nuevo sentido común, emerge no conviviendo con formas anteriores, sino liquidando estas , por su lisa y llana negación ideológica.

Estamos en presencia de un tiempo real en que en  el que en la sociedad se impone el relato ideológico de lo que se percibe solo de manera intuitiva en las relaciones sociales cotidianas, esto es , la imposición de nuevas premisas que vienen a coronar la inicial exaltación de la libertad individual y la puesta en centralidad del individuo-objetivado por las mercancías , haciendo de la primera una simple expresión de la posibilidad que el ser humano tiene de hacer cuanto se determine con el solo señalamiento de los formatos prohibitivos de las leyes específicas que castigan ciertas conductas a las que se juzga con entidad para afectar los bienes sociales que el propio poder burgués tipifica.

Ese discurso ideológico que se desplaza sobre las relaciones sociales desde el poder burgués y sus formas jurídicas recogiendo prácticas mediaticas y de formación de sentido que son reelaboradas desde las usinas de la gestión estatal.  Estamos entonces, lisa y llanamente ante un programa político de gobierno que adquiere legitimidad formal por la introducción de ese relato como texto de las leyes que salen como productos en serie desde el parlamento.

Luego de la exaltación de la generación del 80, de las segmentadas interpretaciones intencionales del discurso de Alberdi y el embuste de pretender dar ese nombre a una norma abarcativa de relaciones, laborales , civiles y liquidadora de institucionalidad , las formas distractivas y payasescas  de la gestión gubernamental deja ver su real basamento filosófico a partir del cual se definen en lo real sus metas de gobierno.

Sorpresivamente, ese programa de gestión que el grupo que compone el personal político de la burguesía pone en acto día tras día durante estos más de siete meses transcurridos, no es otra cosa que una adscripción lisa y llana a las premisas que Nietzsche dejo ver en el texto   “Más allá del bien y del mal” en 1886, con el escenario distópico que expone en plano literario George Orwell en su novela 1984.

Para no avanzar en interpretaciones al respecto nos limitamos a transcribir espacios medulares de ambos textos . En la Sección novena de Más Allá del Bien y del Mal”, Nietzsche se vale de un interrogante introductorio ;¿Qué es aristocrático? Para responder en forma de tesis que el gobierno electo toma sin beneficio de inventario que :

Toda elevación del tipo «hombre» ha sido hasta ahora obra de una sociedad aristocrática – y así lo seguirá siendo siempre: es ésa una sociedad que cree en una larga escala de jerarquía y de diferencia de valor entre  un hombre y otro hombre y que, en cierto sentido, necesita de la esclavitud.

Agrega luego el filósofo alemán que “Sin ese pathos de la distancia que surge de la inveterada diferencia entre los estamentos, de la permanente mirada a lo lejos y hacia abajo dirigida por la clase dominante sobre los súbditos e instrumentos, y de su ejercitación, asimismo permanente, en el obedecer y el mandar, en el mantener a los otros subyugados y distanciados, no podría surgir tampoco en modo alguno aquel otro pathos misterioso, aquel deseo de ampliar constantemente la distancia dentro del alma misma, la elaboración de estados siempre más elevados, más raros, más lejanos, más amplios, más abarcadores, en una palabra, justamente la elevación del tipo «hombre», la continua «autosuperación del hombre», para emplear en sentido sobremoral una fórmula moral.

“Ciertamente: no es lícito entregarse a embustes humanitarios en lo referente a la historia de la génesis de una sociedad aristocrática (es decir, del presupuesto de aquella elevación del tipo «hombre» -): la verdad es dura. ¡Digámonos sin miramientos de qué modo ha comenzado hasta ahora en la tierra toda cultura superior! Hombres dotados de una naturaleza todavía natural, bárbaros en todos los sentidos terribles de esta palabra, hombres de presa poseedores todavía de fuerzas de voluntad y de apetitos de poder intactos, lanzáronse sobre razas más débiles, más civilizadas, más pacíficas, tal vez dedicadas al comercio o al pastoreo, o sobre viejas culturas marchitas, en las cuales cabalmente se extinguía la última fuerza vital en brillantes fuegos artificiales de espíritu y de corrupción. La casta aristocrática ha sido siempre al comienzo la casta de los bárbaros: su preponderancia no residía ante todo en la fuerza física, sino en la fuerza psíquica – eran hombres más enteros (lo cual significa también, en todos los niveles, «bestias más enteras» -)…….””Lo esencial en una aristocracia buena y sana es, sin embargo, que no se sienta a sí misma como función (ya de la realeza, ya de la comunidad), sino como sentido y como suprema justificación de éstas, – que acepte, por lo tanto, con buena conciencia el sacrificio de un sinnúmero de hombres, los cuales, por causa de ella, tienen que ser rebajados y disminuidos hasta convertirse en hombres incompletos, en esclavos, en instrumentos. Su creencia fundamental tiene que ser cabalmente la de que a la sociedad no le es lícito existir para sí misma, sino sólo como infraestructura y andamiaje, apoyándose sobre los cuales sea capaz una especie selecta de seres de elevarse hacia su tarea superior y, en general, hacia un ser superior: a semejanza de esas plantas trepadoras de Java, ávidas de sol -se las llama sipó matador -, las cuales estrechan con sus brazos una encina todo el tiempo necesario y todas las veces necesarias hasta que, finalmente, muy por encima de ella, pero apoyadas en ella, , pueden desplegar su corona a plena luz y exhibir su felicidad. –259

Abstenerse mutuamente de la ofensa, de la violencia, de la explotación: equiparar la voluntad de uno a la

voluntad del otro: en un cierto sentido grosero esto puede llegar a ser una buena costumbre entre los individuos, cuando están dadas las condiciones para ello (a saber, la semejanza efectiva entre sus cantidades de

fuerza y entre sus criterios de valor, y su homogeneidad dentro de un solo cuerpo). Mas tan pronto como se

quisiera extender ese principio e incluso considerarlo, en lo posible, como principio fundamental de la sociedad, tal principio se mostraría enseguida como lo que es: como voluntad de negación de la vida, como principio de disolución y de decadencia. Aquí resulta necesario pensar a fondo y con radicalidad y defenderse contra toda debilidad sentimental: la vida misma es esencialmente apropiación, ofensa, avasallamiento de lo que es extraño y más débil, opresión, dureza, imposición de formas propias, anexión y al menos, en

el caso más suave, explotación, – ¿mas para qué emplear siempre esas palabras precisamente, a las cuales se

les ha impreso desde antiguo una intención calumniosa? También aquel cuerpo dentro del cual, como

hemos supuesto antes, trátanse los individuos como iguales – esto sucede en toda aristocracia sana – debe realizar, al enfrentarse a otros cuerpos, todo eso de lo cual se abstienen entre sí los individuos que están dentro de él, en el caso de que sea un cuerpo vivo y no un cuerpo moribundo: tendrá que ser la encarnada voluntad de poder, querrá crecer, extenderse, atraer a sí, obtener preponderancia, – no partiendo de una moralidad o inmoralidad cualquiera, sino porque vive, y porque la vida es cabalmente voluntad de poder”. En

ningún otro punto, sin embargo, se resiste más que aquí a ser enseñada la consciencia común de los europeos: hoy se fantasea en todas partes, incluso bajo disfraces científicos, con estados venideros de la sociedad en los cuales desaparecerá «el carácter explotador»: – a mis oídos esto suena como si alguien prometiese inventar una vida que se abstuviese de todas las funciones orgánicas. La «explotación» no forma parte de una sociedad corrompida o imperfecta y primitiva: forma parte de la esencia de lo vivo, como función orgánica fundamental, es una consecuencia de la auténtica voluntad de poder, la cual es cabalmente la voluntad propia de la vida. – Suponiendo que como teoría esto sea una innovación, – como realidad es el hecho primordial de toda historia: ¡seamos, pues, honestos con nosotros mismos hasta este punto!”

El gobierno que surge de la farsa electoral materializada en 2023, ha hecho de este texto un manifiesto, y con él recorre todos los estrados y utiliza todos los micrófonos y medios donde pueda ponerlo al conocimiento generalizado de la población de forma que esta naturalice las premisas intelectuales de su propia autodestrucción como sociedad y deje curso a los escenarios de barbarie y miseria que impone con objetividad la crisis de reproducción que padece el capital.

Sin embargo, y por fuera de los propósitos del autor de 1984, coopta de esta novela lo que presenta en el plano oculto de sus procederes , sin que estos pierdan resortes de realidad. Para la actual gestión de gobierno  tal como lo enuncia un funcionario de aquel novelesco escenario distópico, afirmando que  lo prioritario y relevante es  “el poder en sí mismo. No  interesa el bienestar ajeno, sino únicamente el poder. Ni la riqueza, ni el lujo, ni la longevidad, ni la felicidad: solo el poder en estado puro. (…) Sabemos que nadie toma el poder con la intención de renunciar a él. El poder no es un medio, sino un fin.” (Orwell: 278)….” “La esencia del gobierno oligárquico no es la herencia de padres a hijos, sino la persistencia de cierta visión del mundo y cierto modo de vida, impuestos a los vivos por los muertos. (…) Al partido no le preocupa perpetuar su sangre, sino perpetuarse a sí mismo.”(Orwell: 223).

Finalmente, esta declaración de principios requiere una base social específica que se deja ver a partir de las larvadas motivaciones de la “ley bases y el proyecto que declara a la educación un servicio esencial” que inhabilita el ejercicio de la retención de trabajo y la huelga de masas , ya que como en la novela, se aspira primero con violencia estatal y luego por consenso naturalizador, a una sociedad, no organizada en las bases morales humanitarias del bien y el mal de las relaciones sociales sino en  base de las clases superior e inferior de los individuos en la que estos se separan según su fortaleza o debilidad. En ese sentido  “Los proletarios no constituyen ninguna amenaza. Si se les deja en paz, seguirán trabajando, reproduciéndose y muriendo generación tras generación y siglo tras siglo, no solo sin sentir el impulso de rebelarse, sino sin llegar a entender que el mundo podría ser diferente.” (Orwell: 223)

  Dadas de esta manera las cosas, sostenerse en la tarea militante con el objetivo de retrotraer a la Argentina a formas ideológicas de comunidad organizada, desarrollo progresivo del pueblo hacia formas relacionales mas equitativas, con base en un mejor reparto de la distribución de riquezas , no es lo necesario para una ofensiva que toma este determinado y específico perfil. No es ese el camino. Se impone un nuevo curso que retomado la experiencia histórica de nuestra clase trabajadora , retome los perfiles de lucha que lleven a la militancia de vanguardia a la propaganda y agitación del programa socialista, y la formación de una nueva sociedad con base al principio de justicia:” De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”-

En este sentido, los perfiles filosóficos que subyacen bajo las acciones del poder burgués, confrontan si en manos de la clase trabajadora , sus políticas autónomas y sus objetivos de lucha no pierden de vista lo que Carlos Marx señala cuando indica que : “En una fase superior de la sociedad comunista, cuando la esclavizadora subordinación del individuo a la división del trabajo y con ello a la antítesis entre trabajo mental y físico haya desaparecido; cuando el trabajo se haya convertido no sólo en medio de vida, sino en la primera necesidad vital; cuando a la par con el desarrollo global del individuo hayan aumentado las fuerzas productivas y los manantiales de la riqueza colectiva fluyan más abundantemente, sólo entonces podrá rebasarse en su totalidad el estrecho horizonte del derecho burgués y podrá la sociedad inscribir en su estandarte: «¡De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades!».

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