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EL PROGRAMA DE GOBIERNO Y LA LIBERTAD QUE PREGONAN SON LA BASE DE SUS INJUSTICIAS COTIDIANAS.

La libertad según un posicionamiento teórico dentro del marco “liberal contractualista” se construye sobre la premisa según la cual nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe explícitamente por lo que, salvo en esas excepciones, las personas son libres de actuar según su voluntad. En ese sentido la segunda parte del art. 19 de la Constitución Nacional. Esto es lo que se llama

«libertad formal» o «negativa», que da un contenido a la idea de libertad al entenderla como el espacio social y convivencial que garantiza que las personas puedan hacer o no hacer algo siempre que ese algo, sea acción u omisión se ubica dentro del marco de la ley. Esto implica concurrentemente la exigencia del sujeto individual o colectivo dirigida hacia el Estado para que esas pautas sean garantizadas y, por ende, en su caso, sean removidos los obstáculos que lo impidan

Esta formulación que anida en el texto constitucional trae consigo el lado inverso de la libertad negativa que como hemos dicho viene marcada por el principio de reserva, conforme al cual todas las acciones que cada individuo realice según su plan de vida y no afecten a otras personas deben considerarse realizadas dentro del ámbito de libertad personal. Ese contenido inverso se centra por relación al anterior bajo la premisa según la cual, es el Estado formalmente constituido es aquel que tiene la responsabilidad política de garantizar que las personas sean realmente autónomas, con capacidad para elegir planes de vida y llevarlos a cabo y en ese sentido reciban igual tratamiento desde la ley.

Planteando otra perspectiva e John Rawls, sin avanzar directamente sobre lo que debe ser entendido como la ontología de la libertad , formuló una idea liberal de justicia, basada en una construcción del espacio individual y colectivo de las determinaciones no condicionada de los seres humanos en la que toma particular relevancia  la distribución real  de bienes  para posibilitar igualdad de posibilidades, sobre las que sí se asienta el principio de la libertad negativa y sin los cuales la apelación a la libertad individual se constituye en una simple abstracción amparada por la fórmula jurídica de la igualdad ante la ley y el ya mentado principio de reserva.. A esta teoría de la justicia «liberal igualitaria» se

opuso firmemente el «libertarismo» de Robert Nozick, quien estableció la negación a través del planteo también indirecto sobre la base de pensar al valor   justicia solo como la resultante final de maximizar desde el orden jurídico las normas permisivas y la autonomía personal, basada en la protección de la legítima tenencia y transferencia de bienes en el mercado.

Sobre este último paradigma quienes tienen la gestión de gobierno han indicado que es esa la libertad que contiene su programa de acción y a la que aspiran avanzar, demoliendo los paradigmas anteriores que han mostrado por los emergentes económicos su caducidad. Estamos así, ante un proyecto de redefinición del poder formal e institucional de la burguesía, concentrado en un Estado mínimo y no redistributivo.

El espacio específico de la libertad se define por ejercicio del poder burgués, a través de sus instituciones en base a lograr que las personas en forma individual o sus asociaciones, no padezcan interferencias ni obstáculos, ni por otros, ni por el propio Estado, dejando al ser humano referido al deseo de ser su propio dueño, liberado de «de fuerzas exteriores que le condicionen.

En ese contexto recogemos la advertencia que hace Patricia Lambruschini quien rescata una diferencia esencial entre este tratamiento del espacio de la libertad que describimos desde el marco teórico de los libertarios norteamericanos, asumido explícitamente por la actual gestión de gobierno del poder burgués y aquella que adoptan en forma coincidente dos filósofos prevalentes de la modernidad capitalista, que a diferencia del igualitarismo de Rawls , señalan que el antagonismo de unos hombres contra otros- que necesariamente emerge de la proyección en extenso de la noción libertaria en esa sociedad de clases- , Hegel y Marx los interpretan como producto de las condiciones históricas, los valores, las costumbres y las creencias propias de la sociedad burguesa  añadiendo que sus concepciones de la libertad expresan un intento de resolver este desgarramiento, en el marco de una comunidad donde la realización de cada uno se complementa y amplía con la de los demás…..Alcanzar la auténtica libertad supone para ambos un proceso de lucha, de toma de conciencia y de mutuo reconocimiento entre los seres humanos, en el que resulta primordial el rol del trabajo y de la clase social dedicada al trabajo.»…..»..en definitiva, para ambos autores la historia de la humanidad no es otra cosa que la historia de su emancipación».   ,

Sin embargo, las diferencias entre ellos también son sustanciales, pues la distancia que separa a Hegel de Marx es la que existe entre la filosofía idealista y el materialismo histórico; entre la revolución burguesa y la revolución proletaria; y entre el Estado de derecho y el estado obrero en tanto dictadura de los trabajadores en transición a la sociedad sin clases.

Desde esta perspectiva, tratar de evitar las perniciosas consecuencias sociales que radican en los fundamentos mismos del programa de gobierno, asumiendo los principios del igualitarismo liberal no significa otra cosa que una misma abstracción como la que se pretende superar y en sí otra variable de la ideología del poder para reproducir su dominio cultural y su potestad de construcción del discurso constitutivo del sentido común de las masas. Afirmar que los perjuicios derivados de la primacía de la libertad negativa como principio constitutivo del orden social puede ser superada por los ciudadanos si estos están correctamente motivados por la igualdad y las instituciones del estado concurren distribuyendo como corresponde es simplemente pensar en un lugar de la idea de libertad que se constituye en un no lugar. En primer orden porque se apela a la noción de ciudadano, con la que se considera a los seres humanos, siendo que esta no es otra cosa que una idea sin concreción practica en las organizaciones sociales que contienen en su seno clases sociales enfrentadas por razones objetivas derivadas de las relaciones sociales de explotación que las constituyen.

En segundo lugar, porque asocia la condición de ser humano libre al proceso de distribución de la riqueza, olvidando la injusticia primaria que opera en la apropiación privada de valor por la burguesía en el momento de la producción.

Ver en el Estado el ámbito propicio para el desenvolvimiento y garantía de la libertad del sujeto determinado por la autopropiedad y el utilitarismo, convertido de sujeto  en individuo objetivado por los efectos de una sociedad determinada a la producción  generalizada de mercancías empleando al dinero como instrumento facilitador y generalizador del cambio, siendo él mismo una mercancía, , pero impulsando  su organización republicana y democrática es un fraude ideológico derivado del puro idealismo de este tipo de construcciones y su funcionalidad orgánica con el orden existente que padece síntomas relevantes de una crisis significativa que lo coloca en situación de agonía.

Marx en sentido inverso, ya desde su obra La cuestión judía y luego en la Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, deja expuesta la necesidad de abandonar esa perspectiva sustituyéndola por vía de la descripción del fenómeno de la alienación económica y social que padece por propio desenvolvimiento de la relación capital-trabajo, el ser humano posicionado como trabajador en la necesidad de la venta de su fuerza de trabajo.

El Estado moderno -incluso cuando como en nuestro caso asume la forma jurídica de la república democrática-, no resuelve el conflicto social entre clases antagónicas, que implica entre otras consecuencias, el desgarramiento entre los intereses particulares y universales vigente en la sociedad civil. “El Estado moderno -dice Marx- hace abstracción del hombre real” y le provee al hombre las vestiduras de la ciudadanía, dándole la satisfacción imaginaria de la igualdad ante la ley.

Parándonos en estos pilares conceptuales,  es necesario dar  conocimiento por instrumentos de autoeducación y propaganda socialista,  al conjunto de los hombres y mujeres , componentes de la clase trabajadora en sí, que estamos frente a un equipo de operadores profesionales del interés burgués hacia el conjunto social, que  identifican al hombre con el burgués, con el individuo egoísta replegado sobre sí mismo, y que en vez de considerarlo como un ser social, presentan su propia vida en sociedad como un marco externo y una limitación de su supuesta autonomía originaria de la que le corresponde hacer recto uso para ganar en libertad y autodeterminación productiva de la apropiación de riqueza.

Argentina y su institucionalidad construida por las formas jurídicas positivizadas en el texto constitucional y las leyes dictadas en su consecuencia, es hoy una expresión de la enajenación y la opresión que impone culturalmente a la clase trabajadora. La libertad y el interés general se manifiestan en ese discurso normativo de manera formal y abstracta, pero no tienen un correlato en la vida colectiva real de los hombres y mujeres llamados cotidianamente a vender su fuerza de trabajo en el proceso de producción de mercancías y generación de valor. Lo que hace la gestión de gobierno es manifestar de manera exponencial los límites de la revolución democrática burguesa operada bajo los condicionamientos objetivos de la estructura capitalista tardía y dependiente que nos impone nuestro desarrollo desigual y combinado con el capitalismo global y los centros de dominación del imperialismo.

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