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Trotsky desde Trotsky y no desde los “trotskistas argentinos”.

“…..desde la experiencia leninista de la Tercera Internacional, quedó más clara que nunca la necesidad de un Partido Revolucionario Internacional que centralizara mundialmente la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, necesidad día a día más apremiante por las características de la época en que vivimos»……”El movimiento trotskysta. es necesario aclararlo, agrupa a sectores heterogéneos. Desde aventureros contrarrevolucionarios que se sirven de su bandera prostituyéndola hasta consecuentes revolucionarios»…… «…es necesario tener claro que, efectivamente, la IV Internacional tiene enormes limitaciones y una tradición escasamente reivindicable»…..»Podemos resumirla diciendo que la histórica tarea de mantener vivo el internacionalismo leninista, de conservar y desarrollar la teoría y la práctica de la revolución permanente, hubo de ser asumida en las condiciones de predominio absoluto del stalinismo, por pequeños círculos de intelectuales revolucionarios cuya marginación real de la vanguardia proletaria y de las masas -pese a importantes esfuerzos por penetrar en ellas- impidió su proletarización y otorgó un carácter pequeño-burgués al movimiento trotskysta. Esta realidad determinó que el opone de la IV Internacional al movimiento revolucionario mundial se limitara al nada despreciable de custodio de aspectos esenciales del marxismo-leninismo abandonados y pisoteados por el stalinismo, y lejos de jugar un rol práctico revolucionario de importancia, cayera en numerosas oportunidades en puntos de vista reformistas, ultraizquierdistas e incluso, sirviera de refugio a toda clase de aventureros contrarrevolucionarios, consecuencia y, a su vez, causa de la marginación de la que habláramos»…. «Mas, el proceso de renovación y desarrollo a que nos referimos, que demuestra suma pujanza, implica necesariamente una transformación de la Internacional y de sus partidos en una dirección proletaria……Implica un cambio radical en su composición social, el abandono progresivo de las características pequeño burguesas todavía dominantes, una participación plena y protagónica en distintas revoluciones nacionales. El futuro del movimiento trotskysta depende de la capacidad de la Internacional, de sus Partidos nacionales, para asimilar esta transformación, realizarla consciente y ordenadamente.»

Así caracterizaba la situación una parte del Partido Revolucionarios de los Trabajadores en el documento “Por qué nos separamos de la IV Internacional ” en Agosto de 1973, documento que debía ser sometido a su consideración por el sexto congreso de esa organización que nunca llegó a realizarse por las consecuencias inmediatas de la represión descargada sobre la organización por la dictadura cívico-militar y sus prácticas genocidas.

Pese a todo este desenlace, es preciso retornar a esas definiciones en gran parte por los alcances que tiene la intervención política militante de los que hoy portan banderas que buscan identificación con la IV Internacional, pese a que sus acciones responden a un programa estratégico reformista.

Mucho tiempo antes, y con notable amargura pero sin quebrantamiento de espíritu Natalia Sedova, escribió y difundió lo siguiente:

…….“no estoy políticamente de acuerdo con vosotros desde hace cinco o seis años, desde el fin de la guerra, e incluso antes. La posición que habéis tomado sobre los importantes acontecimientos de los últimos tiempos me muestra que en lugar de corregir vuestros anteriores errores, permanecéis en ellos y los profundizáis. En la vía que habéis emprendido habéis llegado al punto en el que ya no me es posible seguir silenciosa y limitarme a protestas privadas. Ahora debo expresar mis opiniones públicamente. Obsesionados por viejas y superadas fórmulas continuáis considerando al Estado estalinista como un Estado obrero.

No puedo ni quiero seguiros en este punto. Desde el inicio de la lucha contra la burocracia usurpadora, L.D.Trotsky repetía prácticamente cada año que el régimen se desplazaba hacia la derecha, en las condiciones de retraso de la revolución mundial y de posesión de todas las posiciones políticas por la burocracia en Rusia. En diversas ocasiones subrayó que la consolidación del estalinismo en Rusia llevaba a un deterioro de las posiciones económicas, políticas y sociales de la clase obrera, y al triunfo de una aristocracia tiránica y privilegiada. Si esta tendencia continúa, dijo, la revolución se agotará y el capitalismo será restaurado. Desgraciadamente esto es lo que se ha producido, aunque bajo formas nuevas e inesperadas. No hay ningún país del mundo en el que las ideas de los auténticos defensores del socialismo sean perseguidas de forma tan bárbara como en Rusia. Debería estar claro para todos que la revolución ha sido completamente destruida por el estalinismo. Sin embargo, vosotros seguís diciendo que bajo este régimen inaudito, Rusia es aún un Estado obrero. Considero esto como un ataque al socialismo. El estalinismo y el Estado estalinista no tienen absolutamente nada de común con un Estado obrero y con el socialismo. Son los más peligrosos enemigos del socialismo y de la clase obrera.

Ahora consideráis que los Estados de Europa oriental en los que el estalinismo ha establecido su dominio durante y después de la guerra son igualmente Estados obreros. Esto equivale a decir que el estalinismo ha desempeñado un papel socialista revolucionario. No quiero ni puedo seguiros en este punto. Tras la guerra e incluso antes de que acabara, existió un movimiento revolucionario de masas en esos países. Pero no fueron esas masas quienes tomaron el poder y no fueron Estados obreros los que se establecieron con sus luchas. Es la contrarrevolución estalinista quien tomó el poder, reduciendo estos países a la condición de esclavos del Kremlin, estrangulando a las masas trabajadoras, sus luchas revolucionarias y sus aspiraciones revolucionarias. Al considerar que la burocracia ha establecido Estados obreros en esos países, le asignáis a esa burocracia un papel progresivo e incluso revolucionario. Al propagar esta monstruosa mentira, denegáis a la IV Internacional toda razón fundamental de existencia como partido mundial de la revolución socialista. En el pasado siempre hemos considerado al estalinismo como una fuerza contrarrevolucionaria con todas las connotaciones del término. Vosotros ya no lo hacéis, pero yo sigo haciéndolo.

En 1932 y 1933, para justificar la vergonzosa capitulación ante el hitlerismo, los estalinistas declararon que importaba poco que los fascistas tomaran el poder, porque después llegaría el socialismo a través del reino del fascismo. Sólo brutos desprovistos de humanidad y de un átomo de pensamiento o espíritu revolucionario podían expresarse de tal modo. Hoy, independientemente de los objetivos revolucionarios que os animen, pretendéis que la reacción despótica estalinista que ha triunfado en Europa Oriental es una de las vías por las cuales se alcanzará eventualmente el socialismo. Tal punto de vista constituye una ruptura irremediable con las profundas convicciones que nuestro movimiento siempre ha defendido y que yo sigo compartiendo.

Me es imposible seguiros en la cuestión del régimen de Tito en Yugoslavia. Toda la simpatía y todo el apoyo de los revolucionarios, e incluso de los demócratas, debe dirigirse en favor del pueblo yugoslavo en su resistencia decidida ante los esfuerzos de Moscú por someterlos y someter su país a la servidumbre. Hay que sacar provecho de las concesiones que el régimen yugoslavo se ve obligado actualmente a conceder a su pueblo. Pero toda vuestra prensa se consagra ahora a una inexcusable idealización de la burocracia titista, idealización para la que no existe base ni en las tradiciones ni en los principios de nuestro movimiento. Esta burocracia estalinista no es más que una réplica de la vieja burocracia estalinista. Ha sido educada en las ideas, la política y la moral de la Gepeú. Su régimen no difiere en nada fundamental del de Stalin. Es absurdo creer o enseñar que la dirección revolucionaria del pueblo yugoslavo se desarrollará desde esta burocracia o por otras vías que la de una lucha contra ésta.

Lo más intolerable de todo es la posición que habéis adoptado sobre el tema de la guerra. La tercera guerra mundial que amenaza a la humanidad sitúa al movimiento revolucionario ante los problemas más difíciles, las situaciones más complejas, las decisiones más graves. Nuestra posición no puede adoptarse sino después de discusiones muy serias y lo más libres posibles. Pero frente a los acontecimientos de los años recientes, continuáis preconizando la defensa del Estado estalinista y comprometiendo a todo el movimiento en esa defensa. Ahora incluso sostenéis a los ejércitos del estalinismo en la guerra en la que se encuentra sometido el pueblo coreano. No puedo ni quiero seguiros en este punto. En 1927 Trotsky en respuesta a una pregunta desleal que le planteó el Buró Político, expresó sus posiciones del siguiente modo: !por la patria socialista, sí! ! Por el régimen estalinista, no! ¡Era en 1927! Hoy, veintitrés años después, Stalin no ha dejado nada de la patria socialista. Ha sido reemplazada por el servilismo y la degradación del pueblo con la autocracia estalinista. Es ese Estado el que os proponéis defender en la guerra, el que ya defendéis en Corea. Sé perfectamente que afirmáis con frecuencia que criticáis al estalinismo y que lo combatís. Pero el hecho es que vuestra crítica y vuestra lucha pierden su valor y no pueden dar resultado alguno porque están determinados por vuestra posición de defensa del Estado estalinista y subordinados a ésta. Cualquiera que defienda ese régimen de bárbara opresión abandona, independientemente de sus motivos, los principios del socialismo y del internacionalismo.

En el mensaje que me ha sido enviado por el último congreso del SWP, se ha escrito que las ideas de Trotsky continúan guiándoos. Debo deciros que he leído esas palabras con amargura. Como habéis podido constatar por lo que acabo de escribir, no veo esas ideas en vuestra política. Confío en esas ideas. Estoy convencida que la única salida a la actual situación es la revolución socialista y la autoemancipación del proletariado mundial.

León Trotsky  fue y es, una de las personas significativas de la continuidad y realización en el plano social de los aportes de Marx durante la primera mitad del siglo XX junto a Lenin, Rosa Luxemburgo y Gramsci. En particular, es significativa su lucha por la defensa del Marxismo desde el exilio forzoso que se le impuso casi podría decirse en todo el mundo.

Paradójicamente dos situaciones específicas lo ponen en una consideración especíal, su teoría de la revolución permanente, y su asesinato, extremos que además le implicaron  por décadas la repulsa de sus asesinos y todas las agencias culturales que el Stalinismo supo sembrar por el mundo, situación que no solo se circunscribió a su persona sino a la de todos aquellos que se declararan sus seguidores .  

Esa situación específica de que un Estado y sus colaterales hicieran de  La hostilidad hacia su figura y la de sus seguidores, en particular en referencia a su último aporte organizativo la IV internacional  fue un factor esencial a la hora de ubicar a sus planteos en la marginalidad del pensamiento político , en particular con posterior a la segunda guerra mundial eclipsada en gran parte por el prestigio conseguido por la URSS en la derrota del nazismo.

Es cierto que la marginalidad del trotskismo como movimiento político no puede explicarse solo por una variable externa, pero si se piensa que ella fue generada en el inicio   por el  exterminio físico de Trotsky sus seguidores y toda la oposición de izquierda no puede omitirse su significación , que se suman a las dificultades propias del aislamiento al que fue sometido por más de una década.

Pese a todo esto, cuando se habilita el uso del término Trotskismo , ello lleva necesariamente a los aportes específico que el líder soviético  formulo y propagandizó en vida , y en ese espacio es obligatorio referirse a la teoría de la revolución permanente.

 En la formulación de ese marco intelectual y de acción, Trotsky sostuvo que en Rusia, en vista de la debilidad estructural de la burguesía liberal, la única clase social que puede llevar adelante el derrocamiento del zarismo es la clase obrera organizada en partido revolucionario dirigiendo a los campesinos.

En la construcción y constitución de la clase en el poder, ella no se limita en las premisas de la república democrática burguesa sino que avanza en la transformación socialista de esa sociedad que necesariamente implica abolir la propiedad privada de los medios de producción y construir la dictadura de los trabajadores de los trabajadores, sustentada en sus propios organismos de democracia obrera, los soviets de diputados obreros creados en el proceso mismo de la revolución.

Esta tesis desarrolla esas premisas de su propia verificación fáctica en Rusia en 1905 y 1917

La revolución permanente implica en el plano de las ideas y fundamentalmente de la acción política que el programa de los trabajadores no tiene que limitar su realización a los intereses de la burguesía de la nación oprimida por las acciones imperiales del capital financiero internacional. En otras palabras, la clase obrera no debe autolimitar su programa a las pretensiones y objetivos de cualquier sector burgués  y avanzar más allá de la frontera de la democracia burguesa entendida en tanto régimen político , en tanto esta implica en todos los casos el respeto al derecho de  propiedad privada de los medios de producción.

Si la clase obrera con su programa avanza más allá de este objetivo democratizante y pone en cuestionamiento el derecho a la propiedad privada, debe imponer sus propios organismos de poder y las premisas del programa socialista .En trazos gruesos esa fue la respuesta de la historia al materializarse la revolución de octubre. En octubre de 1917 los bolcheviques dirigieron a los soviets de diputados obreros, campesinos y soldados en la conquista del poder político en Petrogrado. La democracia que se construyó fue dictadura para la clase explotadora del régimen derrotado por vía revolucionaria.

Los años transcurridos entre 1919 y 1922 fueron testigos de la realización de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista (IC). Instancias que concentraron el balance estratégico de toda la experiencia de los procesos revolucionarios de ese periodo ocurridos tanto en el mundo capitalista avanzado, como en el atrasado y sometido por la dominación colonial.

Una de las ideas fuerza que atravesó los cuatro congresos de la IC fue que la revolución socialista era posible en los países atrasados siempre y cuando la clase obrera se organizara en partido, conquistara la alianza con el campesinado mayoritario y mantuviera la independencia política de las burguesías nativas.

 Los congresos otorgaron importancia fundamental al aspecto subjetivo para lograr la conquista del poder resaltando el rol organizativo de la vanguardia obrera por la construcción de su partido de clase y la propaganda de su política programática autónoma.

En 1922, el cuarto congreso de la IC sostuvo que “las clases dirigentes de los países coloniales y semicoloniales no tienen ni la capacidad ni el deseo de dirigir la lucha contra el imperialismo, a medida que esta lucha se transforma en un movimiento revolucionario de masas” (“Tesis generales sobre la Cuestión de Oriente”).

José Carlos Mariátegui hizo su aporte  dejando  en evidencia la tesis de que las burguesías nacionales de los países capitalistas atrasados y las colonias cumplen un rol contra revolucionario al subordinarse a los intereses del imperialismo. En un comienzo, estas pueden jugar un rol progresivo, pero su giro conservador está determinado por la acción independiente del movimiento obrero .

En definitiva, la clase obrera debía organizarse en partido y conquistar la dirección de los movimientos de masas que de manera espontanea se expresen por planteos de naturaleza anti imperialistas, para que estas organicen esa lucha,  con plena diferenciación e independencia de los partidos burgueses.

Gran parte de lo que hoy con distinto ropaje y apariencias simbólicas como “La izquierda” ya sea en su forma socialdemócrata o reformista, sostiene que los empresarios nacionales sí pueden cumplir un rol significativo en el cambio social y este asumir matices  progresivo. De esto se sigue que más temprano que tarde y de una u otra manera, los partidos de trabajadores deben unirse con ellos y subordinar su programa obrero al programa de la democracia parlamentaria que no es otro que el de respeto al derecho de propiedad privada, como si en nuestro país aún no se hubiera cumplido la revolución democrática desconociendo la institucionalidad construida por la burguesía desde |853 en adelante, y los aportes refundacionales del pacto de Olivos y la reforma constitucional de 1994 y sus consecuentes modificaciones del código civil y penal con el mantenimiento desde 1976 de la ley de entidades financieras y la reformulación de las formas y contenidos de la ley de contrato de trabajo. El ejemplo más significativo de esta tendencia y su consecuente predica de impugnación hacia las tesis de la revolución permanente la da el embrión de partido con base universitaria que busca constituirse con el nombre de “vía socialista” que de manera documentada y discursiva se plantea un capitalismo nacional que sentará las condiciones objetivas para el socialismo por vía de prácticas económicas desarrollistas.

Estos planos diferentes del problema del poder obrero en Argentina y su construcción con programa de revolución socialista lleva en el terreno de los hechos a una irremediable diferencia de actitud  que la vanguardia de los trabajadores debe tener ante el poder burgués  y sus partidos basada en otorgar centralidad a la clase trabajadora urbana como sujeto de la revolución socialista.

Resulta evidente que la construcción de un partido revolucionario de los trabajadores que se proponga conquistar la hegemonía de las masas explotadas y oprimidas y las capas medias con plena independencia de los empresarios y sus partidos entra en directo conflicto con la izquierda del régimen que en última instancia, abrazada al cretinismo parlamentario,  se propone todo lo contrario: unirse con variantes patronales o con referentes que buscan la gestión social de la economía capitalista.

A lo que estamos asistiendo es a la paradoja por la cual la izquierda del régimen que en las efemérides del socialismo  y el primero de mayo saca a relucir de manera vergonzante las banderas rojas de la cuarta internacional, reniegan en concreto de los aportes concretizados en la historia de la lucha de clases de uno de los  líderes de la revolución de  los soviet .

 Ese embuste de etiqueta que exhibe símbolos y realiza en lo cotidiano de la militancia lo contrario ,  reside en una diferencia de estrategias para la consecución de la revolución socialista y la abolición del poder burgués y su institucionalidad estatal.

Hoy y en sentido inverso de todo cuanto se pregona sin interrupciones, desde el debilitado trotskismo vernáculo y sus amigos dispersos por el mundo disfrazados de Internacional la clase trabajadora,  se encuentra en condiciones objetivas y subjetivas de construir una alternativa militante de masas, venciendo su incapacidad de emerger como una alternativa real para las masas.De la concreción o no de esta tendencia, depende en gran medida el éxito o fracaso de esta nueva oleada militante que con dificultades avanza en contexto de la profundización de la crisis de reproducción del capital.

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