El gobierno anunció la disolución de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), que será reemplazada con la creación de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA).La medida implicará una reducción del 45% en las autoridades superiores y un 31% en los niveles inferiores, lo que supone una eliminación del 34% de la estructura actual y un ahorro estimado de 6.400 millones de pesos al año. Además, se procederá a la desvinculación de 3.155 empleados que ingresaron durante el último gobierno kirchnerista, lo que representa el 15% del personal actual de la AFIP.
La noticia es solo una referencia más de la gestión de gobierno orientada definitivamente hacia la instalación de un nuevo formato jurídico para las relaciones sociales de producción que son determinantes de la existencia de la mayoría de los argentinos, sometidos a la relación de explotación capital-fuerza de trabajo.
En este caso , la percepción de salario por quienes laboran en una organización Estatal funcional a la operativa del poder burgués institucionalizado, no es la que entra en crisis y deriva en los despidos como necesidad imperiosa del orden social, sino simplemente una excusa para encubrir una nueva dirección política en cuanto se refiere a la política tributaria que permita relajar los controles sobre el capital concentrado y las áreas de la economía delictiva que lava activos en la economía formal. La sobrevida de la gestión gubernamental requiere de la liberación de esas mass de valor apropiada por los capitalistas para que impulse la vida cotidiana y redunde en una reproducción de ese capital , facilitando fundamentalmente su ulterior retiro de la economía local , tributando sí al capital financiero.
En esta operatoria, las pérdidas de la posibilidad de seguir vendiendo fuerza de trabajo a un organismo del Estado, implica que una masa de personas deje de revestir en la condición de clase trabajadora y comiencen a incidir en el mercado laboral impulsando a la baja el importe de los salarios en general. Además, abre un espacio de incertidumbre social en la medida que el crecimiento permanente de la población económicamente sobrante solo puede generar ese posicionamiento frente a los hechos que además marcan una meseta económica con inflación y depresión, que anuncia a futuro nuevas tormentas, frente al apremio de ocurrir a una devaluación que se busca solamente postergar a la espera de un ingreso de divisas que se anuncia pero no se concreta.
Los efectos psicológicos del desempleo , mas allá de sus consecuencias inmediatas o mediatas en lo político y social, hacen que nuestra existencia transite en la amenaza constante de dejar de revestir en el espacio costoso de la dignidad, para encontrar a los asalariados de los sectores medios de la sociedad atrapados en una suerte de terrorismo del despido que oprime su existencia incrementando la alienación y la opresión que son propias del orden capitalista en sí.
La comprensión del fenómeno y de la necesaria generación de herramientas contra el mismo, impone a la clase trabajadora a través de su vanguardia, de una nueva organización política, productora de acciones políticas y programáticas autónomas de toda otra clase social , a partir del acuerdo ideológico con la pertinencia del cambio revolucionario, la instalación del poder obrero y socialista, en una nueva sociedad. Lo contrario es la apelación reformista a las formas jurídicas, alegando derechos, que caen del día a la noche sin previo aviso por la sola acción de poner al sujeto desde el poder en otro sitio en la sociedad, y de esa manera silenciar su voz, cargando la existencia por la primaria obligación de satisfacer sus necesidades mínimas de reproducción.
“Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía. Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. se Cuando se sobrepone a las crisis remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas”
Y la burguesía no sólo forja las armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarrollase también el proletariado, esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado.
La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo , equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc.” (Karl Marx. Manifiesto Comunista)
Los elementos objetivos de la existencia exigen la concentración política en la subjetividad. No hay trabajo político que pueda obtener la entidad de herramienta contra este orden de cosas que pareciera sobrevenir desde los cielos a los trabajadores, por vía de personajes operadores del poder burgués a los que solo se les cuestiona desde el plano ético o sobre el discurso psicológico -psiquiátrico de la perversidad alocada, que la construcción del partido revolucionario de los trabajadores, y la puesta en acto del programa socialista que requiere nuestra particular estructura productiva de capitalismo tardío y dependiente. La cuestión es clase contra clase. No hay salidas de reforma, ni otros sujetos en acción que las propias clases en pugna dentro del conflicto social.
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