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En medio de un contexto de conflicto entre las universidades públicas y el gobierno nacional, un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), decidieron realizar una demostración “bailando “ en protesta en una estación de trenes.
El hecho ampliamente difundido en las redes es un fenómeno accidental que sin embargo da cuenta de un fenómeno mayor que es la confusión ideológica que contienen todo este tipo de acciones. En particular porque lo interpretado masivamente en el hall de la estación ante trabajadores que la surcan presurosos en su agobiante realidad de explotación y opresión , era la canción que interpreta Lali Espósito, “Fanático”, cuya estrofa más medular es la siguiente:
Viene a buscarme, se come mis sobras
Lo tengo encima, parece mi sombra
Na-na, na-na-na-na-na
Es mi fanático, me vuelve loca
Toda la noche me sueña y se toca
Na-na, na-na-na-na-na
Lo hecho , no oculta además que la cantante es frecuentemente puesta en visibilización negativa por quienes tienen la gestión política del poder burgués en el gobierno.
Todo esto deja ver, por fuera de las imágenes en sí y el virtuosismo o no de los bailarines universitarios, que piensan que se deben expresar de esa forma “porque eso es lo que saben hacer” según lo hicieron conocer a la prensa, una deficiencia de programa político que alarma en cuanto a su viabilidad, en tanto no deja de reducirse en una acción contra un gobierno y no contra el Estado desde donde este se desenvuelve conjuntamente con los otros dos poderes. Por este elemento del fenómeno habrá que advertir que es este otro camino diverso del necesario y probablemente una nueva dosis de confusión entre la disputa de dos sectores de la burguesía y no los reales objetivos revolucionarios de la clase trabajadora en su tarea emancipadora de las relaciones de producción capitalistas que le imponen la explotación y opresión cotidiana en su concreto existir.
La revolución no es más que la prefiguración y la puesta en marcha de un proceso de transformación y autoemancipación en el cual los individuos, libremente asociados, toman en sus manos la producción de su vida.
El plan original de El capital, que prometía abordar una serie de temas de altísima importancia para describir no solo las condiciones económicas de reproducción sino también, un volumen sobre el Estado, dentro del cual se pondría énfasis en la cuestión del derecho y las formas jurídicas.
Sin embargo, la última etapa de vida de Marx, atravesada por la pobreza y la enfermedad, le impidieron avanzar en este ambicioso programa
Por estas circunstancias los opositores aseguran que no existe una teoría marxista del Estado y por eso esta formulación del pensamiento carece de política en el sentido estricto del término, pues las contradicciones económicas que puntualiza solo jugarían una suerte de determinación y configuración virtual-mecánica del sujeto revolucionario encarnado de modo abstracto en la clase trabajadora.
Por este último desarrollo de la crítica es que muchos han abonado la afirmación de que el sujeto revolucionario solo emerge o se constituye en situaciones excepcionales donde las contradicciones y crisis propias del capitalismo se vuelven insostenibles afirmando que eso no opera en la actualidad en la medida en que es constatable el crecimiento de las fuerzas productivas dentro de ese modo de producción mundializado y sostenido con el poder armado de las grandes concentraciones de capital en los Estados desarrollados.
Abundando en esa tendencia, ampliamente desarrollado en las cátedras de la ahora Universidad en “lucha”, se dice además que dentro de los límites de Marx es significativa la ausencia de una teoría del derecho y de las instituciones político-representativas del Estado capitalista.
De la mano de esas abstracciones ideologizadas funcionales al orden burgues, aparece la crítica abierta de la categoría política dictadura del proletariado, a la que se opone como su simple negación a la Democracia, desde donde la tarea política es ampliar los límites de esa forma de gobierno y su institucionalización en las constituciones nacionales, dándole a la Ley , es decir al cuerpo concreto de la forma jurídica el carácter de ente apto para asignar repartos de posibilidades y prohibiciones a los ciudadanos , categoría que unifica a las personas por fuera del rol que ocupan en las relaciones sociales de producción en definitiva y dicho de otra forma, para esta gente ,. Socialismo implica un rotundo “ No “ a la dictadura proletaria , sí a los principios reguladores (normativos y jurídicos) de la vida democrática.
Sin embargo, el simple despliegue de este operativo ideológico niega a la revolución social encarnada por el proletariado el objetivo final de lograr en los hechos y la praxis social la extinción del derecho, del Estado y de la política, tesis esta última que desarrolla desde los textos existentes en El Capital el jurista ruso desaparecido en la década del 30 por el Estalinismo Eugeni Pashukanis . .
La acción política, el derecho y su institucionalidad estatal con formato de república burguesa y forma de gobierno democrática, tal como la que se dice defender en nuestro país, por un amplio margen de voluntades asociadas en ese tridente ,solo son instrumentos que garantizarían el dominio de la burguesía dominante y la reproducción de las condiciones de acumulación de capital.
En ese contexto, la instauración de la dictadura del proletariado, se impone como demanda necesaria de la clase social que lucha por su emancipación social buscando terminar con la relación capital-trabajo que es la que le somete a explotación y opresión. Dictadura revolucionaria de los trabajadores significa identificar las contradicciones en el plano productivo, y por el desarrollo intensivo y significativo de la lucha de clases, tomar el control de los medios de producción y, por esa vía, democratizarían el poder político y el control del Estado por los órganos de poder que genere la clase trabajadora constituida en clase para sí.
Todo este proceso es una «revolución» que, de principio a fin, tiene el eje de la lucha de clases y la acción política consciente de los objetivamente explotados que advierten esa condición y buscan su emancipación destruyendo las condiciones materiales que generan su existencia.
Ese proceso requiere de una subjetividad específica contenida primariamente en la vanguardia y la organización partidaria revolucionaria que esta sea capaz de gestar para que desde allí tomee cuerpo político la autoorganización de la clase en sí de cara a la lucha de clases y, la autoemancipación de las masas sociales, por eso en ningún caso se emparenta como lo exhibe la práctica y acción del oportunismo en Argentina , con una mera reacción, reflejo u oportunidad que se presenta en el marco de las contradicciones en el plano del desarrollo de las fuerzas productivas.
La autoemancipación obrera , direccionada por la organización política que haya sido capaz de construir no se emparenta con el luchismo y el agitacionismo, desplegado en los años en los que no hay contienda electoral por la izquierda del régimen . La búsqueda afanosa de poner gente en las calles y generar desde conflictos sindicales individuales la imagen de un alzamiento contestatario al orden social , es la matriz del oportunismo que busca con ello engrosar sus filas para sus objetivos parlamentarios y su permanencia en el orden capitalista bajo el paragua de que “no están dadas las condiciones para la revolución”
Esta visión que prevalece agonizando y frustrando expectativas en las juventudes que encarnan las actuales acciones callejeras que protagonizan los estudiantes, presenta al capitalismo en un proceso de autodestrucción en el que no resulta prioritaria la organización del proletariado, ya que esa consecuencia es vista y planteada como el resultado de la misma lógica del capital, y la insostenibilidad de las contradicciones que le ubican cada vez más en crisis, cada vez más agudas.
En tal sentido es importante ver el esfuerzo y empeño que utilizan en demostrar la capacidad que, supuestamente, tiene el capitalismo de superar y sortear sus crisis, haciendo de las relaciones capitalistas de producción un horizonte insuperable y naturalizado.
Con la supuesta «comprobación histórica» de que el capitalismo se autorreforma y se sobrepone a las crisis, invitan sin recelo al abandono de toda referencia política que aluda a la dictadura del proletariado.
Lo cierto es que el desprecio por el factor subjetivo que en definitiva subyace en toda esta suerte de planteos reformistas apunta a la destrucción mecánica y fatalista del capitalismo para ensombrecer, por esa vía la necesidad de la revolución socialista como hecho humano con un contenido específico fijado en la autoemancipación de los explotados y oprimidos .
En ese orden de ideas, Bobbio solo podría tener razón El Estado constituido con forma jurídica y su institucionalidad es un instrumento de dominación de una clase social sobre otra (tesis sostenida en el Manifiesto comunista) y se perfila en términos reales como el espacio político donde la «junta administrativa» de la clase capitalista dirime sus contradicciones (sin afectar el acuerdo fundamental de garantizar las relaciones sociales de producción) y gestiona la explotación/dominación.
Lo central es detectar que el Estado no se autonomiza de la sociedad civil y las relaciones sociales de producción que en ella se materializa sino en forma relativa y que básicamente su existencia radica en esa misma sociedad, haciendo factible su reproducción por vía de la forma jurídica y el poder político que concentra sobre la base de su monopolio de la fuerza pública. Es esto lo que impone la revolución como método político en la medida en que sin derrumbar esa realidad del fenómeno es imposible la construcción de una nueva sociedad sobre la base de nuevas relaciones sociales de producción ajenas a la vinculación entre capital y fuerza de trabajo.
Lo necesario es entonces, dirigir los esfuerzos por un nuevo rumbo diverso de lo dado y por el contrario, y organizar un proyecto-programa socialista revolucionario con el único fin de terminar con el Estado actualmente constituido .
La lucha de clases no constituye al Estado mismo sino que este interviene en ella desde su verificación histórica real y los intereses de la clase dominante a los que resulta institucionalmente funcional. La presencia predominante y definidora de los intereses específicos de la burguesía en su tarea reproductiva del capital es la condición permanente de la estructura estatal y por ello es esa estructura la que debe ser demolida de forma dictatorial por los poderes democráticos que constituye la clase trabajadora consciente de su tarea de emancipación social de la explotación y la opresión.
la revolución solo es la resultante de una teoría consciente del derrocamiento de la burguesía y de las estructuras materiales del capitalismo, desde los órganos políticos del poder obrero con programa socialista de gestión de la emergencia de una nueva sociedad y un nuevo hombre construido sobre nuevas relaciones de producción ajenas a la relación capital-trabajo.
La organización política autónoma de los trabajadores, la insurrección organizada contra la explotación son las palancas principales para el derrocamiento del capitalismo. La centralización de los medios de producción y la socialización objetiva del trabajo crean las precondiciones económicas para una sociedad basada en la propiedad colectiva y en una cooperación libre de los productores asociados.
La revolución proletaria es la autoliberación de los trabajadores. La construcción del poder obrero, la destrucción de la institucionalidad burguesa y del dominio de esa clase social sobre el resto social, es la primera transformación consciente de la sociedad, el estadio histórico en el que los individuos hacen consciente y material su comprensión existencial como sujetos y productores.
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