La clase obrera y el pueblo argentino han vivido los últimos años riquísimas experiencias políticas que entroncan en la historia de nuestra lucha de clases, y aclaran cristalinamente cuestiones vitales para los intereses nacionales y sociales de las masas trabajadoras argentinas. Reflexionar sobre estas experiencias, observar el comportamiento de las clases enfrentadas, comprender en profundidad las particularidades de nuestra revolución y extraer las conclusiones para guiar la acción correctamente, es una apremiante responsabilidad de los obreros conscientes, de los sectores progresistas y revolucionarios en general, de nuestras más amplias masas trabajadoras….El parlamentarismo es una forma enmascarada de dictadura burguesa. Se basa en la organización de partidos políticos y en el sufragio universal. Aparentemente todo el pueblo elige sus gobernantes. Pero en realidad no es así, porque como todos sabemos las candidaturas son determinadas por el poder del dinero….Como decía Lenin*: «Decir una vez cada tantos años que miembro de las clases dominantes han de reprimir y aplastar al pueblo a través del parlamento; tal es la verdadera esencia del parlamentarismo burgués»1 . Este carácter fraudulento, engañoso, de toda elección y todo parlamento no quita que la clase obrera deba ingeniarse para dar pasos de avance revolucionario en determinados procesos electorales….Pero un grave error sería creer que a través de elecciones es posible encontrar algún tipo de soluciones a los problemas de fondo de la clase obrera, del pueblo.(M. R. Santucho, PRT 1974 Poder Burgués-Poder revolucionario..)
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La verdad no se manifiesta con toda claridad, más que situando en el centro de nuestras atención el sustrato real , de la sociedad capitalista con sus internos antagonismos entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción …..cuando la teoría lo hace mostrando las tendencias reales del proceso de desarrollo social que están llamadas a superar esas contradicciones en la realidad social, de un modo real ,en el curso ulterior del proceso social (Georg Lukács Historia y conciencia de clase pag.101 Ediciones Razón y Revolución)
La condición de emergencia desde lo objetivo para la clase trabajadora es su característica esencial en tanto como colectivo humano que en su existencia vive bajo un fenómeno de alienación respecto del producto que produce y del que no se apropia y que se liga a la sujeción respecto de quien guía el proceso de producción y de ordinario se apropia de la mercancía generada.
Es por esta materialidad, que quien ejerce presión por desde fuera, sella la matriz de subordinación, sujeción y condicionamiento existencial para el trabajador que trae consigo esa relación social de producción, haciendo mecánico que en su comprensión del fenómeno, se coloque por debajo de quien emplea su fuerza de trabajo, posicionamiento social que se traslada en sus convicciones inmediatas y en su manera inmediata de pensar su existencia.
Por eso la condición de clase trabajadora “en sí” no es liberadora ni emancipadora, sino que para asimilarse en ese nivel de determinaciones de su voluntad los trabajadores deben producir en modo consciente un pasaje de su subjetividad colectiva sometida, a clase trabajadora “para sí”
Dicho de otra manera, es superando tendencialmente su alienación y sujeción material, que el trabajador en sí, debe invertir esa condición por su superación como tal , objetivo que solo puede lograrse en el contexto de otra sociedad en construcción y por el ejercicio de poder directo sobre los empleadores, aboliendo la propiedad privada de los medios de producción que estos detentaban y la producción generalizada de mercancías.
Por eso el proceso revolucionario es definitivamente excepcional y no ordinario, pero no sujeto a un acto sino precisamente a un encadenamiento dialectico de acciones donde toma realidad y cuerpo las elaboraciones teóricas que esa clase en busca de su emancipación termina haciendo propias, por vía de su adhesión a un programa político donde se define de modo práctico el camino al poder obrero y socialista. Es ese el carácter relevante de la organización con la forma específica del partido-programa cuya carencia en los hechos se pone en evidencia.
El poder obrero, se define no solo por antagonismos o superación del poder burgués, sino también y de manera muy marcada por la construcción del sujeto que lo corporiza que paradójicamente nace por la imposición de la dominación burguesa en su conformación inicial como ser humano.
Por eso, hablar y referirse al poder obrero es también aludir a una objetividad de la que la clase trabajadora depende para su propia emancipación como tal.
Si se toma plena advertencia de esta situación , ella nos lleva necesariamente a puntualizar que en ningún momento el poder obrero debe ser entendido de manera exclusiva como un resultado al que se debe arribar por vía de su instauración revolucionaria, sino que su comprensión totalizadora también implica construcción política en proceso constante de contradicción con el orden capitalista a partir de la constatación por los trabajadores en sí de que son las propias condiciones de explotación y opresión aquellas que impone la relación capital -trabajo, las que marcan de manera esencial nuestra existencia como tales y por tanto de nuestra sujeción a una acción externa dominante desplegada por la burguesía.
Dicho de otra manera, en la simple y material relación de trabajo que impone el orden burgués por su consolidación normativa en el llamado derecho de trabajo, esta el impedimento para la articulación de un “nosotros transformador”, del cual toma deriva la formación de la clase revolucionaria.
La relación laboral que se constituye en la materia donde se concentra el derecho de trabajo, por eficiente que fuera esta forma jurídica, genera la adquisición de la realidad que esta lleva implícita, que es la que consolida la sujeción del trabajador al empleador en tanto dador en última instancia de su existencia como sujeto dependiente del salario, materializando así el modo por el que el trabajador reproduce su existencia, y a la vez la amenaza con el despido como forma de poner en riesgo relevante esa misma sobrevivencia.
Es el propio poder burgués en tanto forma jurídica institucionalizada en el Estado constitucional de derecho, el que nos marca nuestra condición objetiva de existencia. Sin embargo, en la misma relación capital-trabajo también yace un contradictorio que potencia la posibilidad real de inversión del vínculo amo-esclavo subyacente en esa materialidad. Por eso, la posibilidad de dar vida a ese darse vuelta, no es del plano discursivo, sino que yace en la realidad del vínculo que genera la propia opresión.
Sin una sucesión de actos y situaciones que den cuenta de esa negación que da curso consciente a la contradicción no nace la determinación subjetiva como colectivo social, como clase, en orden a su superación política por supresión de ese vínculo y de la institucionalidad que le da el ser por empleo de la forma jurídica.
El sometimiento del trabajador consiste precisamente en esa dependencia fundamental de su existir cotidiano ante un discurso que no ha elegido de manera voluntaria, pero al que termina reproduciendo de una u otra forma en lo cotidiano pero que a la vez, de manera contradictoria inicia y sustenta de modo dialéctico la posibilidad de una existencia en la revolución que no es otra que la experiencia militante por el cambio social.
El poder obrero se exhibe, se construye y sustenta en la confrontación cotidiana y con autonomía con esa forma de existencia opresiva que impone la relación capital-trabajo y que se consolida por vía ideológica.
Dicho de otra forma, el trabajador emerge en la sumisión y se supera en la acción revolucionaria emancipatoria construyéndose en un nosotros autónomo con su propia política y programa teórico de cómo debe ser la existencia humana.
El trabajador se supera revolucionariamente en su búsqueda consciente de la emancipación proyectada en todos sus actos de existencia en los que busque romper sus cdenas objetivas de sujeción por la construcción de su propio poder que necesariamente implica la gestión y organización de una política autónoma de clase coincidente con ese interés superior
Cuando en lo cotidiano denunciamos la ausencia en una práctica militante rutinaria de toda intervención y práctica teórica en torno al socialismo concebido como teoría-práctica de la emancipación humana por vía de la gestación de nuevas relaciones de producción y otro principio regulador de lo justo, estamos dando noticia de que nos vemos obligados por un “deber ser” que aún no existe y que tuvo incipiente verificación histórica en la revolución de los por el partido bolchevique , haciéndolo para dar cuenta del imperativo existencial de su ineludible construcción como factor de suspensión de todas las “certezas” impuestas al trabajador en sí por el orden capitalista , marcando el esbozo de su superación siguiendo las líneas directrices hechas realidad en aquel momento de la historia de la humanidad .
Resulta una acción inevitable referirse al socialismo, siempre y en todo lugar de nuestro existir conformado por el servilismo que impone la relación capital-trabajadora.
La construcción constante de elementos autónomos de poder obrero, política de clase y programa teórico-practico socialista, son vitales para dar velocidad de desarrollo a la construcción subjetiva diversa de toda opresión, del obrero consciente de su rol emancipador corporizado en sus organismos y su propia política autónoma de clase.
En el orden capitalista actual, donde las dificultades para su reproducción imponen la emergencia de un mundo en crisis no podemos adquirir como certezas y propuestas “positivas” aquellas acciones que en sí mismas implican que no estén dirigidas directamente a incrementar la independencia y la fuerza del proletariado
Esto último sucede, porque esas acciones que se exhiben como posibles en realidad, sufren el hecho concreto y objetivo, de que deben ser implementadas por nuestros oponentes dentro de un modo de producción que constantemente amenaza con convertir todo lo aparentemente bueno que contienen las propuestas en su opuesto.
Es imprescindible hacerse del poder, aboliendo con ello la institucionalidad del poder burgués y sus formas jurídicas, dotándonos del ejercicio de la fuerza para terminar con las relaciones sociales de explotación y opresión subjetiva. Eso requiere de la constitución del trabajador como clase consciente de ese objetivo y el abandono de toda política de conciliación de clases que debe ser sustituida por el programa socialista y la política autónoma de los trabajadores.
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