La conciencia de clase interpretada específicamente desde el desarrollo histórico de la clase trabajadora a partir de la constitución del estado nacional y en el trabajador argentino en particular esta marcada por un elemento distintivo que es persistencia en la necesidad de construcción del partido de la clase como instrumento indispensable para una política de poder revolucionario inscrita en la certeza de vivir la época del tránsito del capitalismo hacia el socialismo, desde la circunstancia objetiva dada porque las relaciones de producción capitalistas se convierten en traba para la satisfacción digna de las necesidades imperativas de la existencia humana.
El partido de la clase trabajadora nucleada por su vanguardia en torno al programa socialista revolucionario determina la necesidad de su construcción cotidiana y permanente mediante agitación y propaganda en tanto la organización clasista es el instrumento primordial de formación del sujeto cuya acción coordinada implica la transformación del orden social de modo superador para su digna configuración humana. De esta forma y en atención es como el problema del sujeto se constituye en el problema fundamental de la revolución, pues sus carencias repercuten de modo directo en la conformación de la dirección política de la clase obrera en la tarea concreta de acabar con la explotación y opresión capitalista. Es este el sentido que le impone Carlos Marx a la cuestión, cuando dice que “allí donde la clae obrera no ha desarrollado su organización lo bastante para emprender una ofensiva resuelta contra el poder burgués dominante, se debe por lo menos, prepararla para ello mediante una agitación constante contra ese poder, adoptando una actitud hostil hacia su política de clase dominante”
Las ideas y las representaciones humanas adquieren una vez que están establecidas en la conciencia colectiva, el poder de convertirse a su vez en causa productoras de nuevos hechos sociales que acaban por modificar la existencia y los hábitos de los integrantes de la clase trabajadora encarnándose en lo cotidiano de cada trabajador. La formación en proceso dialéctico de la conciencia de clase implica no otra cosa que la comunión de los trabajadores individualmente considerados, pero que comparten el pensamiento, la voluntad y la determinación de combatir buscando la superación de ese orden dominante, ya que es buscando lo que se presenta como imposible por su naturalización, como el trabajador se conforma en sujeto colectivo revolucionario, persuadido finalmente de su realidad.
Es esa la comprensión sobre la que se posiciona Bakunin, cuando destaca que el trabajador “solo conquista la posibilidad de su emancipación interior, en tanto que consigue romper las cadenas de esclavitud que el orden social dominante hace pesar sobre él”.
De todo esto es que se sigue, el aporte imprescindible de la organización como partido de la clase trabajadora, ya que la simple rebeldía contra el orden social dominante no muta en acción revolucionaria si no tiene presente que el capitalismo ejerce cotidiana y contundente influencia sobre cada uno de los trabajadores, haciendo que todas sus tendencias y aspiraciones materiales e intelectuales se vean marcadas y configuradas como producto de esa misma sociedad.
Los hechos que marcan nuestra historia dejan en claro que entre condiciones objetivas y condiciones subjetivas, las revoluciones o los actos revolucionarios,
triunfantes o no, se produjeron fundamentalmente por la prevalencia en contexto de las condiciones subjetivas y la presencia de una dirección política consciente de los objetivos emancipatorios de esa clase social.
La clase obrera por expresar subjetivamente la contradicción antagónica con el capitalismo, por su papel en la producción, por su capacidad de organización nacida de la propia manera en cómo se pone en acto su fuerza de trabajo, se dota en el mismo momento de la posibilidad de determinarse en relación con un objetivo específico que no es otro que su propia emancipación y con ella la de todo el conjunto social que padece la opresión y explotación capitalista.
Hay que advertir entonces, por sobre los lugares comunes de una militancia rutinaria y repetitiva que la organización política de la clase trabajadora, es decir , su partido, no tiene una finalidad principal que consistía como tantas veces se ha dicho y oído, en ser el «estado mayor» de la clase obrera, sino la transformación de la clase en sí, en clase para sí, es decir en despojar a esta de la condición de objeto que le impone la alienación y el fetiche de la mercancía para lograr instalar en él, la condición de
sujeto. Dicho de otra manera, no es el partido como fin, sino como el instrumento de la expresión de la determinación subjetiva de la clase obrera.
Los que luchan en forma espontánea o mínimamente organizados como grupo de agitación y propaganda deben incorporar en ese proceso de construcción de conciencia de clase que la condición de militante, el dentro del partido hace que cada uno de ellos, «pierda» su identidad como obrero o intelectual para una mutua elevación y nueva identidad como sujetos revolucionarios: El «hombre nuevo» en autoformación colectiva. Todo esto es a la vez condición indispensable para el paso a hombres libres, pues la primera condición de libertad es la eliminación del
divorcio entre el trabajo intelectual y el manual. Solo de esta reconciliación puede salir el pensamiento, la accionó, la vida integral, hacia la construcción de un nuevo orden social sin explotados ni oprimidos.
Nuevo Curso.