Luis Ortolani , con el seudónimo de Julio Parra, en La Gaviota Blindada, n° 0, Cárcel de Rawson, hacia julio de 1972, escribió y fue difundido un texto conocido como Moral y Proletarización, que circulo al interior del PRT. Con el tiempo y desaparecida esa organización política en gran parte por su liquidación por vía de prácticas genocidas encaradas por la Dictadura Cívico Militar en Argentina, su aceptación militante fue puesta en crisis, amparada por los nuevos vientos que imponía una nueva forma del orden capitalista en nuestro país bajo el amparo de la república democrática. Incluso existen documentos fílmicos donde ex miembros de la organización renegaban de sus efectos.
No es nuestra propuesta acudir a la defensa del documento en sí, sino en particular por los tiempos que nos toca sobrevivir, apelar al concepto central del texto, relativo a las implicancias existenciales que tiene la condición de cuadro militante de una vanguardia que se ubica en la tarea estratégica de la emancipación humana a través de la construcción de una nueva sociedad bajo programa socialista, extremo este último absolutamente soslayado a la hora de dar cuenta de por qué estamos como estamos.
En este sentido hemos creído pertinente recordar que tal como lo señala su hijo, el psicólogo hispano-argentino Antonio Caparrós le envió una carta a la Habana a su compañero de estudio convertido ya en Che Guevara donde intervenía en particular sobre la cuestión de los estímulos morales. El intercambio epistolar dio pie para la posibilidad de un posible encuentro entre ambos en Cuba. Ello no sucedió, pero si ocurrió que por petición de Ernesto Guevara, que se publicó “Los incentivos morales y materiales en el trabajo”, apareciendo por primera vez en la revista cubana Nuestra Industria.
Caparrós según siempre el testimonio escrito de su hijo, nunca pudo concretar el encuentro con Ernesto Guevara y sin duda muchos padecemos por ese desacople de los tiempos que hoy se hubiera facilitado con un clic. Lo cierto es que cuando el matrimonio Caparrós llegó por fin a La Habana, el Che ya había escrito aquello de «Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”.
Sin embargo, y esto es motivo de deliberado ocultamiento ideológico de propios y extraños, ese trabajo de Caparrós tuvo un encuentro textual con Guevara, materializado, pero no desarrollado por los cambios de vientos tempestuosos en la isla y la penetración agobiante del estalinismo de aquella época.
El encuentro en definitiva se da no tanto en la penetración directa en el debate que sobre el problema mantuvo Guevara con la ortodoxia sobre los estímulos morales sino y más puntualmente, con el escrito de Guevara “El socialismo y el hombre en Cuba”
Cuando después de cuarenta años para alguno, y otros menos para los más, quienes componemos nuevo curso , decidimos tomar este embrionario nuevo rumbo en nuestra frágil existencia militante de paso por diversas organizaciones, el fenómeno seguía siendo larvado en esas organizaciones, solo mencionado y nunca profundizado y en definitiva esbozado desde el parcial enfoque de la determinación del papel del ser humano en la historia y la siempre retórica remisión al trabajo que bajo ese título dejó Georgi Plejanov.
Sin embargo, León Trotsky dentro del fragor y el aislamiento que le fuera impuesto por los enemigos de clase, consciente de que su tarea en esa coyuntura histórica no era otra que la monumental empresa de defender a Marx después de la muerte de Lenin y el embate de la burocracia soviética, advirtió próximo a su asesinato, que la construcción del socialismo en el mundo tenía una barrera que no era material , objetiva, donde las relaciones de producción capitalista llevaban a la confrontación bélica mundial en una guerra Inter imperialista, sino en el factor subjetivo, políticamente concentrado en el problema de la dirección de la acción revolucionaria, su organización ,definición de objetivos según las circunstancias particulares contenidas en cada estructura estatal y la formación en Marx-Lenin de las vanguardias obreras desde sus jóvenes y en particular sus mujeres trabajadoras, pero dando por entendido que ese factor también implicaba una revalorización de la clase trabajadora como sujeto en sí y sus paradigmas existenciales, nunca presentes, sino negados por el orden capitalista. ¡Paso a la juventud! ¡Paso a la mujer trabajadora! Tales son las consignas inscritas en la bandera de la Cuarta Internacional!
El capitalismo es una formación social llena de contradicciones y conflictos, en un movimiento permanente de cambio; tal dinámica histórica provoca crisis recurrentes y cada vez más próximas temporalmente unas de otras. Estas tendencias implican aún en “momentos de estabilidad” una constante renovación, y en momentos de crisis un shock en las estructuras y las relaciones sociales; en ambas circunstancias, con diferencias de grado, el capitalismo se despliega en un equilibrio inestable, del que extrae tanto su potencia creadora como su pulsión destructiva. (Dialéctica de la Conflictividad Sujetos, clases, contradicciones y antagonismos. Prólogo de María Alejandra Ciuffolin)
Hoy padecemos las consecuencias de un particular fenómeno social concentrado en haber cedido el lugar prioritario que la crítica tenía como método de interpelación de lo real, en gran parte de las expresiones culturales, en particular por la degradación de la categoría clase social y con ella la de su causa fuente y eficiente, la lucha de clases , haciéndolo primero en la generación del vacío que conlleva esa negatividad , que tuvo la entidad de preludió a la llegada pandémica y post pandémica del culto al utilitarismo individualista y la noción de libertad construida desde una perspectiva negativa como todo lo posible dentro de lo no prohibido, premisa que centraliza el discurso normativo del poder dominante , lanzado desde el Estado y sus agencias como valor culturalmente prevalente .
Es este contexto uno de los factores por los cuales la realidad se ha llevado puesto al reformismo traído a cuento en la historia por cuatro décadas de un pretendido trotskismo decadente que bajo esa denominación oculta la mas pobre expresión socialdemócrata en la que supieron concentrarse para su propia sobrevivencia miserable los restos de la caída del muro de Berlín, es precisamente la omisión de la consideración desde el sujeto en tanto clase trabajadora de la definición de carácter emancipador de su lugar en la historia .
Según fuera señalado por Paco Ignacio Taibo y luego por Néstor Kohan, fue publicado junto a “El socialismo y el hombre en Cuba” en una misma revista, por expresa indicación del propio Guevara antes de dejar la isla a uno de sus colaboradores. Esto determina que nuestra indicación de que entre ambos corresponde encontrar cimientos para esta tarea reedificadora de la tarea militante de construir el sujeto revolucionario sin esperar para ello que éste por su propia existencia de contorno económicamente miserable evoluciones por sí mismo hacia esa comprensión.
Esto último es lo que ha sucedido durante los últimos cuarenta años sin que las organizaciones políticas a las que aludimos, reforzadas como tales al calor del mito democráticas y sus ilusiones se percataran que por el simple mejoramiento de las condiciones materiales no se mejora la comprensión consciente de sus tareas por el proletariado, toda vez que esa materialidad le aliena en el complejo entramado de la mercancía que le hace pensar que las mejoras en el consumo son el tema dominante y recurrente de su existencia.
Toda esta creencia dogmática y abstracta sostenida en la afirmación quimérica de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas del capitalismo (la mercancía como célula económica, la ley del valor), exhibe hoy su estructura deficitaria, a tal punto que hoy las organizaciones políticas se ven ante las masas de trabajadores y su propia militancia de base en la imposibilidad de perfilar concretamente cual es camino y las tareas propias de la construcción del poder obrero y socialista y frente a eso, se ocupan de embellecer el cretinismo parlamentario.
Lo dicho nos colocan en la advertencia de lo imperioso de propagandizar premisas inversas a la que hemos sabido transitar afanosamente involucrados en la tarea de ser admitidos socialmente desde la etapa post-Malvinas y no ser considerados por los sectores medios como unos impresentables próximos a uno de los extremos demoníacos con el que el discurso dominante pretendió dar cuenta de las prácticas genocidas emprendidas por el Estado y grupos paraestatales en su afán de preservar el dominio burgués en la década del 70 en el siglo pasado , estigmatizando la lucha política de la clase trabajadora en ese período y la fundamentación válida de hacer uso de la lucha armada en ese propósito emancipador.
En ese sentido, la tarea propagandística que emprende cualquier militancia que se reclame transformadora de lo dado , debe abordar los desafíos que se presentan a la hora de tratar de alejar a la clase trabajadora “en sí” de una sociedad y sus vínculos intersubjetivos como aquella en que ha terminado de configurarse el orden social capitalista en su crisis, material e ideológica que no puede terminar por conformar un discurso consensuado de dominación para las clases sociales que confrontan en su interior.
Para ello, es esencial una motivación que vaya más allá de las ganancias materiales simples o la profusión exclusiva de demandas contenidas en un programa economicista de satisfacción de necesidades primarias y garantizaación del consumo por la sola condición de ser humanos, ya que emplear estas como fuente motivacional, lleva y concretiza la enajenación de las masas. La necesidad de asumir el trabajo voluntario como pilar social pasa por un esfuerzo educativo y el fomento de prácticas alejadas del egoísmo individual.
La crisis de dirección que enfatizó Trotsky , puntualizando en esa resultante las carencias de un aspecto del factor subjetivo, se proyecta en este estadio defensivo de la lucha de clases que se establece y desenvuelve en Argentina no puede superarse sino a través de un tipo concreto de individuos, que es el cuadro político de vanguardia, que como tal opera motivacionalmente como generadores de conciencia revolucionaria.
Carlos Marx deja en sus manuscritos una clave que necesita profundización y desarrollo: El comunismo, abolición de la propiedad privada (que es en ella misma alienación humana de sí) y en consecuencia apropiación real de la esencia humana por el hombre y para el hombre.( Manuscritos económicos y filosóficos 1844. Primer manuscrito)
Es en este punto donde opera como herramienta para afrontar este desafío político que surge desde una constatación objetiva, diversa del contexto en donde la generó , el texto de Caparrós cuando puntualiza que la tarea revolucionaria del ser humano es lograr reapropiarse de su conciencia, hasta ahora explotada por las condiciones capitalistas de existencia . En ese sentido dejar surgir lo reprimido es la condición de la vanguardia e implica en sí , la posibilidad de hacer emerger el efecto de estructuras sociales ocultas por la apariencia cotidiana.
El problema que traducen los fenómenos sociales en nuestra actualidad, no puede quedar dentro de la esfera de la economía, por cuanto es fundamentalmente de naturaleza política y al serlo pone la cuestión en el problema del poder, que no solo remite a esferas institucionales normatizada por el Estado , sino a los vínculos de la sociedad civil dentro de los cuales se contabilizan los propios vínculos militantes y de formación de vanguardia que exigen abandonar la idea del crecimiento cuantitativo en desmedro de las condiciones de calidad que requiere la compleja sobrevivencia existencial en donde nos ubica el capital.
“Si la conducta está guiada por incentivos materiales, también expresa una moral del hombre que la desarrolla” es la tesis de Caparrós . La salida de ese desenvolvimiento existencial, es el contenido específico de la tarea emancipatoria que debe sobrellevar cada miembro activo de la vanguardia revolucionaria y sin ella el camino esta bordeado por sillas que nos detienen en el andar.
La moral puede ser la del provecho personal disociado de los intereses de la comunidad, típica de la alienación capitalista, pero también es posible por comprensión militante ,que la personalidad se construya en sujeción a intereses y objetivos personales consustanciales a la comunidad humana y sus destinos como organización social .
Estas formas intermedias gestadas en el propio seno de la sociedad capitalista por determinación consciente de quien comparte estas premisas diversas de las fundantes del capital y dentro de la clase llamada objetivamente a su emancipación como tal son esenciales por la modalidades revolucionarias que la tarea emancipatoria exige , ya que sería ilusorio pretender que el conjunto de las personas de una sociedad adhiera plena y repentinamente a ellas, porque la transición hacia la conciencia comunista ha de darse en la experiencia cotidiana. Lo fundamental es si el proceso avanza realmente hacia la formación de una mentalidad comunista y en ello la vanguardia organizada encuentra su razón fundante.
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