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LA TRAICIÓN NECESARIA

Según lo que se puede extraer de una lectura de los evangelios -en particular Mateo 26:25-, tomados desde este siglo XXI como expresión cultural de la humanidad yacente en todas las visualizaciones que pueden tenerse sobre el tema de la traición, es posible decir que el relato describe una escena de lo que luego quedo inscripto como » la Última Cena» – En esa narración se dice que Jesús reveló a sus discípulos que uno de ellos lo traicionaría. En ese momento, Judas uno de los convocados, preguntó: «¿Soy yo, Rabí?» , mostrando una actitud de aparente inocencia que encubría su verdadera intención. Esta escena revela el grado de engaño y traición que se gestaba en el corazón de Judas, a pesar de compartir mesa con el Maestro.
Además, en este contexto, y según lo indica el texto que tomamos de referencia, Jesús instituyó la Eucaristía, un acto simbólico que representa su cuerpo y su sangre entregados por la salvación de la humanidad que Judas participó de este acto simbólico lo que resalta su traición hacia la idea central de liberación contenida en las palabras que se ponen en boca de Cristo en aquella ocasión.
En la Última Cena, Judas Iscariote traicionó a Jesús al entregarlo a las autoridades por treinta piezas de plata. La figura literaria ha sido usada reiteradamente para concentrarla y aplicarla a todo hecho humano signado por esa suerte de parecer, pero de no ser en realidad, para lo cual el engaño y la simulación ocupan el papel esencial de esa táctica.
Sin embargo esa esencialidad estructural toma en el proceso histórico y en el acto específico que se tome para el análisis implicancias diversas que se suman, añaden o complejizan a esa idea esencial de la traición como engaño, simulación necesaria para un fin diverso del exhibido, en particular cuando hace referencia a las relaciones de mando y obediencia y las materializaciones del poder en contexto de una dialéctica de amo -esclavo como la que se desenvuelve en un orden social de clases como el capitalismo, máxime en nuestros tiempos sociales de crisis del modelo de acumulación y reproducción del capital.
El capitalismo tiene su propia «teoría y práctica» de la traición que habilita su despliegue sin reproche en la medida en que lo camuflado hace posible en plano ideológico el consenso social necesario para su continuidad hegemónica . La traición es, pues, una conducta permanente de la irracionalidad inserta estructuralmente en la sociedad de clases que enfrenta con habitualidad y distinto desarrollo a burgueses y trabajadores . Infidelidad y mentira del el traidor de turno que el poder burgués pone en la gestión de la institucionalidad jurídica estatal es en sí el contenido de todo proceso de traición disfrazado de legitimidad para al menos y de mínima, neutralizar a la clase trabajadora en sí evitando esta adquiera necesaria fuerza revolucionaria.

Vista la cuestión desde esta perspectiva de contexto, lo cierto es que hay que avanzar más sobre esa base y relacionarla con los fenómenos de habitualidad en la propia expresión política de aquellos que se ubican en el sitio que debe ocupar la militancia revolucionaria diciéndo que lo son , aunque en definitiva sumen de manera consciente al reformismo y de esa forma, en realidad terminen sumando para el enemigo de clase de todo trabajador

El sentido del empleo de la categoría «traición» en la praxis revolucionaria es un tema complejo. Por lo que ya señalamos, La traición no es exclusiva de los moralistas, sino que existe en tanto elemento necesario a la prevalencia política del capitalismo. En ese orden de ideas , la práctica militante revolucionaria obliga a que se considere el fenómeno desde un análisis crítico orientado desde la material comunidad de pertenencia de clase de los trabajadores en sí, y los principios que de ella se siguen desde la perspectiva de la construcción en otro modelo social superador del capital y sus relaciones de producción opresivas y explotadoras, de un hombre nuevo.
En todos los países los trabajadores en tanto clase social, está sobrecogidos por una profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres y mujeres advierten de modo intuitivo frente a la evidencia de los hechos de barbarie que produce el capital, la necesidad de una transformación superadora de lo existente, pero también con valor de evidencia probatoria en los hechos, tropiezan con el aparato burocrático, conservador de quienes se presentan autoproclamatoriamente como su propia dirección. En definitiva, y en palabras del propio Trotsky que tienen pertinencia aún a pesar del tiempo transcurrido ,
el principal obstáculo en el camino de la transformación de la situación prerrevolucionaria en revolucionaria consiste en el carácter oportunista de esa pretendida la dirección proletaria, su cobardía pequeño-burguesa ante la gran burguesía y la traidora conexión que mantiene con ella en su agonía.
Las acciones del reformismo vernáculo se amparan en la acumulación gradual de conquistas para bloquear la perspectiva revolucionaria de la sociedad cuya lucha de claes implica saltos en sus avances y retrocesos. Esa estrategia naufraga en nuestra actualidad. Por eso cuando su programa que no excede de la demanda al poder de la clase dominante de mejoras en estructura de la relación capitalista de producción en favor de vínculos intersubjetivos que se aproximen a lo digno hace agua frente a la tormenta desatada sin ambages por la crisis del capital y sus dificultades reproductivas ,desnudando su impotencia acude de manera indiscriminada y puramente abstracta a la idea de traición como excepcionalidad del régimen que debe ser contenida en la idea general de corrupción con la que al parecer todo se puede explicar.
Lo inverso es lo que se hace necesario destacar frente a ese posicionamiento ideológico de la «adolescente autoproclamada izquierda del régimen»: la burguesía ejerce su dominio mediante el engaño , la mentira y como especie de estas, emplea toda posible traición a lo que fuera mientras apuntale la reproducción de sus intereses de clase dominante siendo que cuanto mayor es la ofensiva que desenvuelve, más la utiliza
La moral, en tanto espacio del entendimiento humano, con el que suele enfocarse en los discursos políticos a la traición exhibiéndola como su negación, es producto del desarrollo social y se halla al servicio de los intereses sociales por lo que no se aleja de ser una forma ideológica con carácter de clase.

Los socialdemócratas y todos los que se colocan detrás de la cartelera autoproclamada como partido de izquierda republicana desprenden emanaciones de esta moral aparentemente sin clase que llama a la denuncia del apartamiento de la legalidad, una traición de la gestión del poder burgués afirmando que ahí anida la esencia de la amoralidad del régimen. Sobre esto, como también lo indica Trotsky, hay que señalar que La base de clase de esta prédica falsa y ampulosa la constituye la pequeñaburguesía intelectual. La base política es la impotencia y la desesperación ante la defensa represiva del orden social que con forma de violencia física y simbólica desde las agencias represivas desarrolla el Estado como aparato institucional de la burguesía de conjunto. Por último, La base motivacional o de intencionalidad de todo ello, se encuentra en el deseo de superar el sentimiento de la propia inconsistencia .
Sin preceptos universales colocados por sobre las clases con discurso de sentido común e ideología del engaño y la traición como modelo de la acción política utilitarista y funcional a esos fines los regímenes democráticos donde todos los días abonan con su presente los parlamentarios del FITU y satelitales a su estrategia reformita no podrían sostenerse . La violencia represiva sobre la que hace apología de la denuncia ese mismo reformismo, no puede sostenerse por sí misma. Está en el mismo parlamento donde periódicamente juran los diputados rotativos del reformismo , renovando sus bancas, el nido de la serpiente de toda la injusticia contenida en el orden político burgués y su Estado. A la par de la coerción, las burguesías precisan de ese cemento moral funcional a sus intereses de clase que se declara y se niega a la vez por vía de traiciones sucesivas a las promesas o declaraciones de derechos que se hubieran vistos obligados a proferir .
Debemos traicionar a nuestros amos para liberarnos de ellos. Una de las razones por las que nuestra liberación es tan difícil es porque implica una traición, una traición hacia el amo y hacia lo que hay del amo dentro de nosotros, precisamente bajo la forma del yo.
La lucha por la clarificación teórica de este fenómeno social conflicto, se vuelve entonces desde el plano de la militancia de la vanguardia trabajadora, otro de los terrenos de la lucha de cases en el que os trabajadores debemos extender la contienda por su disputa y nuestro dominio en función de la tarea de emancipación que nos corresponde desarrollar. Con los amos, debemos elegir entre ellos y nosotros: o nos traicionan o los traicionamos; o nos traicionamos al someternos a ellos, o nos liberamos de ellos al traicionarlos por vía de restarle toda base social de consenso a sus mandatos opresivos y su explotación.

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