Nuevo Curso

El gran ausente, es el necesario.

Un elemento del fenómeno político, en particular en la coyuntura que abarca desde el proceso electoral farsesco de 2023 a la fecha, que es  significativo y curiosamente, el más inadvertido por los actores políticos que intervienen en   la realidad argentina, pese a que   afirman que lo hacen según el interés objetivo de los trabajadores , es la profundización de la crisis de dirección política de la vanguardia revolucionaria, dentro del espacio conceptual que León Trotsky le dio a ese extremo de la lucha de clases en ocasión de redactar el documento que tenía por propósito la fundación de la IV Internacional

En forma concreta , esa crisis indicada en términos generales para la coyuntura previa a la llamada segunda guerra mundial ,  se presenta hoy con un rasgo específico , que se pone de manifiesto,  en relación a la nula o demorada tarea de dar a la clase ,la construcción de su partido revolucionario, tarea de la que se han apartado las organizaciones políticas  desde que decidieron cerrar el ciclo abierto por la ofensiva genocida desatada sobre la juventud obrera, aceptando la reinstalación de una república burguesa democrática en 1982, cuando legalizaron sus organizaciones, abandonaron su programa político y desde allí hicieron eje de todas sus acciones en la búsqueda de representaciones parlamentarias por vía electoral, es decir, desde que aceptaron que el pueblo no delibera ni gobierna sino por sus representantes electos y se conformaron en la declaración de principios sujeta a la conformación constitucional del Estado y su institucionalidad dada por la reforma de esa ley suprema sobrevenida tras el pacto burgués de Olivos que consolido la hegemonía de esa clase social sobre la clase trabajadora y el resto de los sectores sociales, situación que no resultó alterada ni siquiera en ocasión de la revuelta del 2001.

En ese sentido afirmamos que la coyuntura  está marcando, de manera apremiante  la necesidad del Partido  de trabajadores construido por la vanguardia de esa  clase social con su actual configuración y en el estadio de desarrollo de consciencia política en que se encuentra por referencia a la confrontación social  que encarna contra la burguesía , haciéndolo  en torno al programa estratégico que se posiciona en la búsqueda de la instauración de la Dictadura del proletariado y la abolición del Estado configurado por el poder burgués con todas las formas jurídicas que le dan cuerpo a su institucionalidad como instrumento.

Esto indica que es indispensable para una política estratégica de poder obrero y organismos democráticos de la clase inscrita en la certeza de vivir la época del tránsito del capitalismo hacia el socialismo, ya que el partido se organiza para materializar el programa, para llevarlo al seno de las masas que conforman la clase trabajadora en sí.

La existencia y evolución del partido político revolucionario de los trabajadores expresa a su modo el problema de la conciencia de clase, en cierto nivel va a concluir identificándose con ésta y actuando como motor de su posterior desarrollo.

Sin esa construcción de partido, es imposible establecer si la práctica diaria demuestra cómo el propio programa debe ser constantemente ajustado y, cómo su aplicación es siempre una novedad, lo más dinámico dentro de la actividad del partido y este elemento tan dinámico se va a convertir en una de las palancas para la constante superación organizativa.

Esto sucede por una razón relevante: las organizaciones actualmente existentes no tienen programa en los hechos y eso les facilita su constante y permanente deslizamiento oportunista en las tácticas reformistas de pretensiones mínimas, centradas a las demandas primarias en lo económico y la lucha por las garantías democráticas en la sociedad.

El “Manifiesto Comunista” en sentido inverso, expresa que la clase obrera para plantear sus intereses propios tiene que diferenciarse dentro de la sociedad, incluso de los otros trabajadores, de los otros sectores oprimidos. Inclusive hay que aclarar que  la clase obrera más consciente, es decir , lo que suele denominarse como vanguardia, puede tropezar como desde mediados del siglo pasado incluso aún en sus momentos de mayor desarrollo de lucha en las calles como en el Cordobazo o el Villazo ,  con la constatación real  que , que nunca la clase obrera en su integridad, en todas sus capas, adquirirá conciencia de clase para sí, en estas instancias dominadas aún por el orden capitalista, porque es  heterogénea en lo que refiere a sus expresiones subjetivas y culturales  y se nutre de amplias masas  indiferentes, que sólo le interesa mayores salarios.

Lo notable en este aspecto del problema que ponemos de resalto , consiste en que la mayoría de las acciones políticas de las organizaciones existentes, para vencer los múltiples obstáculos que se le presentan a los militantes en los lugares de trabajo, deciden eludirlos sin enfrentarlos, mudando sus frentes de acción , buscando  apoyo social fundamental en lo que va del siglo en la búsqueda de ingreso en la lucha política en  los sectores más excluidos  ubicados en el plano teórico dentro de la categoría población económicamente sobrante , no incorporados a la economía formal y estructuralmente naturalizados como dependientes de algún tipo de ayuda social donde también se ubica  la baja clase media pauperizada y en los sectores medios por vía de demandas fundadas en ilusiones democráticas sobre el régimen político burgués.

Esto sucede porque la primacía de la cantidad, con base en la táctica electoral y los sufragios necesarios para permanecer como partidos legales y acceder a las bancas, que obliga a dejar de lado el trabajo específico sobre la clase en sí, que no se mide con cronogramas electorales y no apunta a que los acuerdos se manifiesten a través de sufragios.

Sin embargo, ese déficit, emerge con soltura a la hora de tener que dar un salto en la lucha y carecer de estructura para desarrollar una huelga general como herramienta política, extremo que se busca salvar con la excusa recurrente de volcar el costo político de ese hecho objetivo negativo, sobre las dirigencias burocráticas de esas organizaciones de masas.

Todo esto apunta también a señalar que , el Partido de la clase obrera, como órgano colectivo dirigente de la revolución es tarea imprescindible en la medida en que el   contexto requiere que la vanguardia de la clase trabajadora se dote de un mando supremo, en particular para los momentos en que los estadios de la lucha de clases requieran nuevos escenarios de contienda y con ello de la fuerza militar.

El objetivo no es el partido en sí, como tantas veces lo ponen de manifiesto con su política de aparato los partidos del FITU y sus grupos satelitales en cada instancia de lucha donde el frente único de trabajadores emerge como necesidad.  Lo necesario es el partido, la organización de la vanguardia de trabajadores ,  como programa socialista en acto y medio de formación del sujeto individual , del cuadro revolucionario en lo colectivo.

El problema del sujeto social protagonista consciente del cambio , es  el problema fundamental de la revolución en este momento del desenvolvimiento del capital globalizado que da muestras objetivas de trabas significativas en los mecanismos de su reproducción  que por su magnitud crítica le ponen nuevamente ante la imposición de un nuevo momento de acumulación originaria  con sus efectos sociales de miseria cultural y escenarios bélicos de barbarie con generalización impune de prácticas genocidas.

En el problema subjetivo de la construcción multilateral de los cuadros del partido revolucionario, no está en juego un estatuto o un documento que lleve el título de programa. Mal que les pese a algunos cultores de los datos económicos como si se tratara de elementos para hacer un pronóstico del clima , en la omisión de la cuestión y el posicionamiento en ese mecanicismo objetivista, está gran parte de los «degeneramientos» de los procesos revolucionarios que conformaron el llamado  socialismo real, como el Frankenstein stalinista que vio su deceso con la caída del Muro de Berlín, en tanto régimen, pero que aún influye en los espacios teóricos con uno y mil disfraces ideológicos.

La burocratización nace del ingreso masivo de personas a las filas del partido y con ello a la búsqueda de “un lugar bajo el sol del Estado obrero naciente” que desnaturalizaba el rol del partido en ese necesario proceso revolucionario, transformándolo a la postre en el instrumento de esa masa de burócratas para imponer su dictadura de aparato sobre el resto de la sociedad.

 Hoy lo central en la agitación y propaganda que concrete la vanguardia de los trabajadores es llevar como estandarte ,  que la clase obrera por expresar la contradicción antagónica  con el capitalismo, por no tener «nada que perder salvo sus cadenas», dado que los salarios marcan una tendencia no detenida en caída a ingresos de mera subsistencia, , por su papel  en la producción, , por su capacidad de organización y disciplina y por ser objetivamente explotada en el desenvolvimiento de la relación capital-trabajo ; es la única garantía objetiva contra esas desviaciones y el trabajo político formativo sobre los trabajadores en sí, es tarea educativa del partido con la mediación cotidiana de sus cuadros  para evitar que esa masa trabajadora por tradición histórico-cultural peronista reitere la apuesta inconsciente , pero naturalizada  hacia las posibilidades del  sistema capitalista , por vía del pacto social  y la idea de unidad nacional con otros sectores sociales.

Todo esto solo se evita si el trabajo político militante se centra en laa necesidad de que el trabajador se constituya  y adquiera el carácter de sujeto autónomo con criterio político y objetivos estratégicos propios de su clase y generando dialécticamente desde y por los trabajadores en su organización partidaria las consignas y líneas de acción concernientes específicamente a esos objetivos estratégicos.

La incidencia significativa de esa determinación de la voluntad que es el aporte que Ernesto Guevara deja de su experiencia y la del pueblo cubano en su permanencia en la isla requiere erradicar el determinismo histórico como resultado de una proyección lineal recta al progreso y asumir el paradigma de la radicalización política que no es una abstracción intelectual, sino que es históricamente hablando aquel de la generación del setenta del siglo pasado.  Son esos extremos de la voluntad y la determinación los que curiosamente están ausentes en toda apelación superficial de la memoria o en las recordaciones puramente retóricas que se hacen de los hechos, siempre aclarando que si bien fueron significativos no pueden volver a repetirse.

Suponer que la historia de la humanidad es un camino de espiral ascendente desde alfa a beta y en donde siempre el futuro es mejor que el pasado en tanto porvenir, está en la matriz de la instalación en el poder burgués de elementos políticos directamente de su clase sin mediación sustantiva de otro tipo de aparato partidario gestado en la integración de las clases de base populista.

Los hechos de la historia de la clase trabajadora  demostraron en el siglo pasado  que las revoluciones realmente existentes  o los actos revolucionarios,  triunfantes o no, se produjeron fundamentalmente por las incidencias motivacionales subjetivas razón por la cual  tanto en su estallido como consecuencias, sorprendieron en un primer momento incluso a un partido aceitado para el cambio como el partido revolucionario haciendo que la revolución fuera de los soviet y no del partido, quien sin embargo tuvo especial significación en la arquitectura táctica estratégica necesaria para la toma real del poder formal del Estado

Esto es, la determinación final y voluntaria de la clase trabajadora en sí, no sorprendió a los bolcheviques haciendo declaraciones sobre las políticas de identidad, o pidiendo que no se deroguen las PASO, sino con sus cuadros dedicados a la revolución lo que les permitió tener la agilidad política suficiente y los líderes adecuados para timonear el proceso en curso.

En definitiva, el papel de los hombres y mujeres  trabajadores en la historia no consiste en accionar con el conocimiento de un camino hacia un destino existente objetivamente y por tanto previsibles por el análisis lógico racional sino por la actitud teórica y practica de actuar con convicción ante las sobre medios y fines para desarrollar las condiciones de la revolución como hecho político y no existir como fanático de Piazzola, tarareando “lo que vendrá”.

El partido de los trabajadores revolucionarios como supera ese simple determinismo que solo lleva al vacío la frustración y la derrota,(  por la simple constatación de que la revolución no ocurre a pesar de que alguna de esas organizaciones ya tienen un centenar de años y otras , más de medio siglo haciendo discursos encendidos los primero de mayo) no tiene  por finalidad ser el  «estado mayor» de la clase obrera,  sino la de constituirse en el intelectual orgánico de esa clase en la elaboración de su programa socialista y la constante y necesaria actualización crítica del mismo en su relación dialéctica con la clase en sí en el desarrollo concreto de la lucha de clases. Dicho en otros términos, el sentido de la organización política de clase es  la transformación de la clase trabajadora en sí, de objeto en  sujeto político concentrado en la necesaria transformación del orden social capitalista por nuevas relaciones fundadas en los paradigmas teóricos del socialismo, en particular por el contenido específico que el socialismo da al valor justicia como dar a cada uno según sus capacidades, y a cada cual según sus necesidades.

La tarea necesaria de la coyuntura como elemento esencial del contenido de la agitación y propaganda militante de la vanguardia no es la construcción del partido de los trabajadores como fin, sino como el instrumento de expresión organizada y con permanencia de la determinación subjetiva de la clase trabajadora por el cambio social.

El militante, que hoy deambula por las calles por instinto de lucha y a la deriva que impone el oportunismo en su tendencia reformista al cretinismo parlamentario debe transformar esa situación realizando una organización partidaria donde construya e su identidad como trabajador en sí o intelectual para una mutua elevación y nueva identidad como sujetos revolucionarios.

El partido debe ser un generador de revolucionarios, porque hay que serlo para que haya revolución: El «hombre nuevo» en autoformación colectiva es la eliminación del divorcio entre el trabajo intelectual y el manual y eso no es otra cosa que la educación para el cambio que solo puede lograrse en la pertenencia voluntaria a la organización de los trabajadores nucleados en torno a la implantación y desarrollo del programa socialista.

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