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ELEGÍA

Carlos Drummond De Andrade, nació en 31 de octubre de 1902. Desde sus primeros libros la poesía de Drummond se destacó del resto y es considerado por la crítica como uno de los mayores poetas del Brasil. En 1920 desde Belo Horizonte publicó sus primeros trabajos. Dos años después conoció a los escritores Blaise Cendras y Mario de Andrade. En 1925 Andrade participó activamente en el lanzamiento de “A Revista”, que fue uno de los principales órganos de difusión del modernismo en Brasil.

En 1930 publicó Alguna poesía. En 1934 desde Río de Janeiro, “Brejo das Almas”.

Al finalizar la segunda guerra mundial ocupó por un corto período, la dirección del diario Tribuna Popular. En su momento no tembló su conciencia al renunciar a un importantísimo premio nacional que iba acompañado de una gran cantidad de dinero ya que éste era otorgado por el entonces gobierno militar de su país. Murió el 17 de agosto de 1987

Drummond de Andrade fue un escritor comprometido con su país y su tiempo. Su poesía refleja las realidades y problemáticas sociales de Brasil, especialmente durante los años de dictadura militar. Sus versos son reconocidos por su claridad y capacidad para capturar la complejidad de la condición humana.

Elegía 1938

Trabajás sin alegría para un mundo caduco,

donde las formas y las acciones no encierran ningún ejemplo.

Practicás laboriosamente los gestos universales,

sentís calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.

Héroes llenan los parques de la ciudad en la que te arrastrás

y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, la concepción.

A la noche, si hay neblina, abren paraguas de bronce

o se retiran a los volúmenes de siniestras bibliotecas.

Amás la noche por el poder de aniquilación que encierra

y sabés que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.

Pero el terrible despertar demuestra la existencia de la Gran Máquina

y te vuelve a poner, chiquito, ante palmeras indescifrables.

Caminás entre muertos y conversás con ellos

sobre cosas del tiempo futuro y negocios del espíritu.

La literatura arruinó tus mejores horas de amor.

Hablando por teléfono perdiste mucho, muchísimo tiempo de sembrar.

Corazón orgulloso, tenés prisa por confesar tu derrota

y aplazar para otro siglo la felicidad colectiva.

Aceptás la lluvia, la guerra, el desempleo y la distribución injusta

porque no podés, vos solo, dinamitar la isla de Manhattan.

*

Carlos Drummond de Andrade, trad Ezequiel Zaidenwerg