El 9 de julio pasado, Martín Caparrós escritor y periodista, visiblemente conmovido, recibió la consideración de doctor honoris causa de la UBA. Según lo indica la prensa en forma coincidente y desde distintos medios consultados, el titulado, utilizó su discurso para reflexionar sobre el vínculo entre su vida y el destino del país, y para trazar un paralelismo entre su propio recorrido y el devenir argentino, señalando puntualmente que ““Fracasamos la Argentina y yo, en ese orden; nunca nos separamos la Argentina y yo” …” “Soy un cobarde; hui de mi fracaso, de nuestro fracaso; llevo más de doce años sin vivir en mi supuesto país, la Argentina, y en mi innegable ciudad, Buenos Aires”.
Tal vez en esa categoría fracaso en la que Caparros involucra a todos los argentinos como si todos contribuyéramos en igual forma y cada trabajador que hoy lucha por mantener su trabajo y es despojado por distintos mecanismos de la integridad de su salario real, pudiera detenerse a ese tipo de reflexiones en abstracto y desde alguien que luego se toma un avión y vuelve a España en actitud parecida al personaje que encarna Brandoni en “Esperando la Carroza” en la escena de las tres empanadas en la casa de la hermana y el desde su auto , comiendo una de ellas.
Tal vez en eso del fracaso, tardíamente Caparrós se haga cargo del cierre del diario «Crítica de la Argentina», en cuya gestión se vio involucrado que comenzó su publicación en 2008 y dejó de existir dos años después, en 2010 con profusas deudas y mucha gente perdiendo su empleo.
Pero lo cierto, y de eso no hay duda alguna, es que Caparros escribe con capacidad manifiesta, y todo lo dicho viene a cuento de que es gracias a su particular versión en “Amor y Anarquía”, los trabajadores argentinos, pudieron tener acceso más temprano que tarde y de distintas formas a su versión de los intersticios subjetivos y objetivos que rodearon la vida de María Soledad Rosas y su derrotero militante, que incluso luego fue llevado al cine paradójicamente como ópera prima de Agustina Macri, y exhibida en tiempos en que su padre Mauricio ejercía la presidencia de la nación.
El 11 de Julio de 1998, fallecía Maria Soledad Rosas, en Turín, había nacido el 23 de mayo de 1974, Buenos Aires, y es desde su vida que aprovechamos la fecha para tener presente ese derrotero y como el propio poder de una clase desde cuyo seno había emergido se ocupa de ocultar o distorsionar su particular existencia, para dejarla arrinconada en lo que pudo ser una serie de determinaciones “desacertadas” y la toma de una ruta equivocada, por el acercamiento con “mala gente”, casi emulando lo que se decía de todo joven en lucha en la década del setenta cuando los genocidas bajaban su propaganda , preguntando a los padres ¿Usted sabe dónde y con quién esta su hijo?. Pregunta esta que se hacía, mostrando la imagen de una chica estudiante en colectivo con una compañera que le pasaba un volante.
También y en algún sentido de modo inverso, María Soledad Rosas, se convirtió en un ícono anarquista. El Indio Solari la menciona en la canción «Esto es to-to-todo amigos» de Los Redondos de Ricota, a la que describe en el espacio del lamento con la frase “La Sole se fue de lo linda que era”.
Apenas conoció la noticia de la muerte de su compañero Eduardo, María Soledad Rosa escribió la carta que hoy se puede encontrar en Internet, en el sitio de la Comisión de Defensa Anarquista, pero que transcribimos para que ella misma diga nuevamente todo lo que quiso decir y su palabra se renueve en cada militante joven al que este orden social decadente no le resulta un sitio para realmente vivir con el mayor sentido humano posible.
Pese a lo que los estructuralistas pudieron vía posmodernismo, meter en la cultura y reproducir desde muchas voces y medios, la historia tiene sentido, y en ella actúan hombres y mujeres desde su posicionamiento específico en una sociedad de clases enfrentadas por intereses objetivamente diversos y antagónicos. No es cierto que cada momento histórico, cada “zona de la historia” tiene una secuencia propia y una codificación diferencial del antes y el después. “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”, la certeza de esa premisa no caduca y se testimonia con la vida puesta en el activo de los trabajadores de todo aquel que lucha en cualquier lugar del mundo por la abolición del orden social capitalista. Sobre eso María Soledad Rosas dejo dicho:
«Compañeros y compañeras: La rabia me domina en este momento. Siempre he pensado que cada uno es responsable por sus actos, pero esta vez hay culpables y los quiero mencionar en voz alta, son aquellos que mataron a Edo: el Estado, los jueces, los abogados, la prensa, el T.A.V., la policía, las leyes, las reglas y toda la sociedad de esclavos que acepta este sistema.
Siempre luchamos contra esta dominación y es por ello que hemos terminado en la cárcel. La cárcel es un lugar de tortura física y psíquica, aquí no se dispone de absolutamente nada, no se puede decidir a qué hora levantarse, qué comer, ni con quién hablar, ni con quién encontrarse, ni a qué hora ver el sol.
Para todo hace falta hacer una «solicitud», hasta para leer un libro. Ruido de llaves y cerraduras que se abren y se cierran, voces que no dicen nada, voces cuyo eco se escuchan en los pasillos fríos, zapatos de goma que no hacen ruido y una linterna que en los momentos menos pensados está ahí para controlar tu sueño, correo controlado, la palabra prohibida.
Todo un caos, todo un infierno, toda la muerte.
Así es como te matan día a día, despacio pero seguro para hacerte sentir más dolor. Por eso Edo ha decidido terminar abruptamente con este dolor infernal.
Al menos él se permitió tener un último gesto de mínima libertad, de decidir él mismo cuándo terminar con esta tortura. Entre tanto, me castigan a mí y me ponen en incomunicación.
Eso significa no sólo no ver a nadie sino tampoco recibir ningún tipo de información, no tener una frazada para taparse. Ellos tienen miedo de que yo me suicide. El mío es un aislamiento cautelar, lo hacen para «salvaguardarme», y así no tener que asumir la responsabilidad si yo decidiera también ponerle fin a esta tortura.
No me dejan llorar en paz, no me dejan tener un último encuentro con mi Baleno. Veinticuatro horas al día, un agente me custodia a cinco metros de distancia.
Después de lo que pasó, los políticos del partido verde que vinieron para darme su pésame y para tranquilizarme no se les ocurrió nada mejor que decirme que «ahora seguramente todo se va a resolver más rápido, ahora todos van a seguir con más atención el proceso y pronto te darán arresto domiciliario».
Después de este discurso me quedé sin palabras, estaba sorprendida, pero pude preguntarles si se necesita de la muerte de una persona para conmover a un pedazo de mierda, en este caso el juez.
Insisto, en la cárcel ya mataron a otros y hoy mataron a Edo, estos terroristas con licencia para matar.
Voy a buscar la fuerza de alguna parte, no sé de dónde, sinceramente ya no tengo ganas, pero tengo que seguir, lo hago por mi dignidad y en nombre de Edo.
Lo único que me tranquiliza es saber que Edo ya no sufre más. Protesto, protesto con mucha rabia y mucho dolor.
Sole
P.D.: Si el hecho de encarcelar a una persona es un castigo, entonces a mí ya me castigaron con el asesinato de Edo. Hoy empecé la huelga de hambre. Quiero mi libertad y la destrucción de toda esta institución carcelaria. La condena la voy a pagar todos los días de mi vida.»
Nuevo Curso