Nuevo Curso

Las oscuridades de la moral burguesa descienden reconfiguradas desde el poder del Estado

Desde los griegos en la antigüedad hacia adelante, y tal como lo enseña la historia de la filosofía, aparece una premisa que hace las veces de hilo conductor:  el tema del Estado, ´porque cualquiera fuese el orden social en una sociedad de clases, es el Estado el que define y esclarece los condicionantes y el contenido de la moral individual. En el orden social capitalista eso se exacerba porque la ley, en tanto producto del poder burgués, es quien cumple esa tarea haciendo que lo moral y lo ético defina su contenido a través de la norma jurídica. Hay así una moral positiva, que es la que marca la ley y es ella la que legitima los procederes individuales y sociales de las personas a las que previamente se les ha adjudicado la condición de sujeto de derecho

En La República burguesa engendrada a partir de la formación del estado nacional, por vía de la sanción de una constitución escrita, uno de los objetivos trazados, más allá de establecer los contornos institucionales del Estado que está pariendo y luego desenvuelve, es desenvolver una caracterización que se adopta por consenso a través de la ficción de un contrato social. A través de ella, lo justo es hacer lo que se debe y lo qué se debe, lo que es obligación, es precisamente cuanto marca el orden legal en ese contexto histórico.

  Es decir, hay un interrogante ético alrededor del tema de lo justo como contenido del hacer u omitir humano, que se resuelve por la real existencia de la forma jurídica plasmada en una ley válidamente dictada por el poder legislativo

Por este orden de cosas, la mayor parte de la población contenida en ese Estado al que se ha dado en llamar Argentina se contenta con la mera apariencia, es decir, con el equivalente de las sombras en la pared de la cueva que describe Platón en el mito de la Caverna. Pero ese entramado ficcional hace que, en períodos objetivos de crisis de reproducción del capital, esa emergencia se constituya en factor motivante para su derrumbe en un sector de la clase trabajadora que no es otro que aquel que protagoniza la lucha y encarna la tarea de enfrentamiento directo de clase contra clase por la sobrevivencia al no tener otra opción que la venta de su fuerza de trabajo .

Esa lucha es insuficiente como lucha en sí por la asimetría de posibilidades que tienen cada una de las clases enfrentadas, pero marca a la vez que solamente los trabajadores son el sujeto social que como clase es capaz de replantear los basamentos del orden burgués y llamar a la masa a su superación por un nuevo orden social. Así como en el mito de la caverna quien ama la verdad busca conocer la realidad, es decir sale al exterior de la caverna. Los trabajadores tienen el imperativo categórico para su sobrevivencia de hacer propias las tareas de superación dialéctica del orden existente, apoyándose en la agonía de las relaciones materiales de producción que le dan sustento.

En el exterior de la caverna habitan las formas que explican lo diverso y contingente y las bases objetivas del conflicto social nacidas de las contradicciones que contiene en sí mismo el orden capitalista. Cada conflicto obrero -patronal, es una contingencia en la que se proyecta la idea esencial del agotamiento del orden capitalista como estructura configurativa de los parámetros legales que dan forma a la existencia social . Sus normas, sus presupuestos ideológicos, sus promesas incumplidas pertenecen más  a las sombras proyectadas en la pared de la caverna que a la realidad en sí.

La actual gestión del ejecutivo y sus acompañantes parlamentarios de diverso pelaje , es la locomotora de la proyección desde el Estado y su institucionalidad de un nuevo contenido del discurso que define que es lo que debe ser tomado socialmente como justo, y lo hace a partir de una lectura de lo que deja la atomización y disgregación social producida por la tendencia creciente de la pauperización obrera y las articulaciones culturales de la miseria que hacen eje en las divergencias y dinamitan toda posibilidad de totalidad comunitaria.

Ese contenido específico de lo que debe ser leído como justo, deseable y consentido esta dado en base a la defensa de un individualismo atomista, la afirmación

exclusiva de la libertad negativa desde un neutralismo en la valoración de las acciones humanas, por el que todo está permitido mientras no esté prohibido por la sencilla razón de que lo propio choque con lo propio del otro y la relevancia del mérito personal y su complemento necesario: la competencia.

Lo que se pretende, y en gran medida se consigue, es que todo los juicios sobre valores que puedan asumir las acciones humanas, a diferencia de los juicios sobre hechos, son simplemente expresiones de nuestras preferencias subjetivas. Es decir, casi como reflejo de las teorías del valor del economicismo liberal, impera en relación a lo que debe tomarse como justo el subjetivismo/escepticismo conformado en un individualismo abstracto o atomista.

El personal político de la burguesía y el aparato de poder burgués, difunden una versión de la existencia donde, las relaciones intersubjetivas terminan siendo relaciones instrumentales. Desde esa construcción ideológica las demás personas tienden a aparecer como sujetos neutrales cuando no inciden sobre nuestros intereses de forma significativa, o simplemente mediatizados cuando sirven como

ayuda u obstáculo para la realización de nuestros propósitos y la satisfacción de nuestros deseos.

Dicho de otra forma, lo que baja del Estado en tanto institucionalidad del poder burgués, es la construcción de un nuevo sujeto que bajo la cobertura formal de la ciudadanía termina exhibiendo un ser esencialmente solitario con necesidades e intereses que están separados o en franca oposición a aquellos de

otros individuos también vistos en posición igualitaria ante la ley, pero solitarios en su existencia.

Habrá que comprender, sobre todo cuando se nos impulsa a los trabajadores a formular demandas al Estado en cualquiera de sus tres poderes, que  para el gobierno y colaterales, el Estado no es sino el producto de la guerra y la dominación, de la tendencia natural del ser humano a esclavizar al más débil. Su esfuerzo actual es presentar con carácter de necesidad porque “no hay plata”, una suerte de contrato de esclavitud, donde a cambio de garantizar su subsistencia, el débil produzca bienes para el más fuerte y le ceda las potencias individuales que detentaba hasta hoy

La burguesía ha plantado el criterio rector de lo justo, desde el poder formal, que puede ser sintetizado según lo hizo Robert Nozick: “De cada quien de acuerdo con lo que elige hacer, a cada cual de acuerdo con lo que hace para él mismo (quizás con la ayuda prestada por otros) y lo que los demás eligen hacer o dar a él” (anarquía, estado y utopía, pag. 160)

Sólo la clase trabajadora, a través de su vanguardia organizada en partido, con el desarrollo de una política autónoma y luchando con el programa de la revolución social puede hacer frente a estas crecientes tendencias del poder burgués de superar su crisis, por vía de la configuración cultural hegemónica de sus escenarios de barbarie.

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