Nuevo Curso

Hipótesis sobre las razones

Uno de los éxitos que el poder burgués a través de sus efectores de cultura dominante ha logrado establecer al conjunto social , sin que al menos se le manifestara mayores resistencias desde la vanguardia trabajadora, al punto tal que ambos componentes de la oposición fundamental de clases en nuestra sociedad, lo utilizan y desarrollan con habitualidad, es abordar los fenómenos sociales como si todo lo relacionado con ellos hubiese tomado curso en ese mismo momento y no como el resultado de un necesario suceder de tendencias y fenómenos parciales que terminan convergiendo en lo que se tiene a la vista y en plano de apariencias dominado por todo el instrumental ideológico vigente.

Sin embargo, también es necesario poner en plano de advertencia que, los fenómenos sociales que hoy nos interesan en el aquí y ahora, esos que por su materialidad nos lleva a emitir opiniones y determinar nuestros haceres, están en gran parte ligados a lo que convencionalmente se tiene por “lo pasado” y a lo que también por el dominio de los intereses de clases, se los ha sentenciado como caducos. Dicho de otra forma, la intervención ideológica en la cultura oculta lo ya dado con forma del presente impidiendo que se perciba que en este hay gran parte de aquello y lo hace como radiografía útil para el conocimiento del otro al que se domina para que erróneamente lo vislumbre como lo “nuevo-presente” en la idea final, de encontrar alguna ventaja o humillación en todo lo que nos trae en suerte la sobrevivencia en el cotidiano sin responsabilidades por lo ya sucedido ,buscando borrarle niebla con aparente nitidez novedosa.
Algo de esto, o una expresión ejemplificadora de esto es lo que ha sucedido este fin de semana en nuestro país. Por un lado anuncios económicos de un ministro o cadenas nacionales de un presidente que pusieron al lunes como una isla a la que pretende llegar un náufrago amarrado a una madera que le hace de improvisada balsa, que en este caso es la autorización de un crédito por organismos del capital financiero internacional, y por otro el triunfo en Santa Fe de la versión de recambio de los náufragos , que actualmente hace pretemporada como gobernador, a tal punto que ha logrado alcanzar mayoría con sus satelitales en la próxima asamblea de reforma constituyente donde garantiza la posibilidad de su reelección en un ensayo mucho menos traumático de lo que en su momento se hizo en Jujuy en los fines del gobierno de Alberto Fernández y Morales. Nadie puede sin otras intenciones, dejar de ver en todo esto a Alfredo Martínez de Hoz, Juan Vital Sourrouille , De La Rúa blindaje o la sombra de Cavallo.
Se añade a la cuestión la conducta casi de reflejo condicionado de los operadores del FITU que sin sonrojarse al señalar “alto acatamiento del paro general del miércoles pasado” y sin solución de continuidad a minutos de conocerse los guarismos de las elecciones provinciales, no dudaron en publicitar “gran elección de la izquierda” en Santa Fe,
Lo cierto es que nada de eso tiene materialidad, nada se acerca al fenómeno del que se pretende dar cuenta. Pero volviendo al punto de inicio, en concreto es la actitud política ante lo real lo que se concentra en el pasado y se presenta en el hoy como por primera vez.
Con base en esto, casi podría decirse que desde hace cuatro décadas la expresión organizativa que se plasma en el FITU, remite a partidos que juntos o por separado “nunca”, -como si esa expresión tuviera espacio en el método marxista- perdieron una elección y “nunca” dejaron de ver un avance aún cuando costara verlo, pero claro, aquel que le cuestionara era un simple expositor del pensamiento mecanicista y nada entendió ni entiende de la “dialéctica”. Se les olvidó aclarar que se referían a la “dialéctica del aparato” nueva versión epistemológica de ese método para acceder a alguna cercanía al conocimiento real.

Si bien en muchos casos puede decirse que el pasado, convencionalmente entendido como lo ya acaecido tiene necesariamente el destino práctico de devenir racional y por eso pugna por explicarse desde lo que sucede en este preciso momento, en este aquí y ahora, también es cierto que aquello que es racional debe suceder como determinación de proceso inacabado y permanente, con el sentido amplio que Trotsky le asignó finalmente a la construcción de la tesis de la revolución permanente.
Según anuncian los ideólogos fabricantes de mentiras en envase de “mensaje o video” breve, necesariamente breve, cultivando el éxito permanente y en ningún caso la revolución, las acciones sociales y políticas se suceden de manera tal que estamos asistiendo a una suerte de puente transicional de la ronda de los jueves históricamente encarnada por madres buscando a sus hijos desaparecidos , a la gritería con acompañamiento de los miércoles aunque , bueno es aclarar , en Rosario la instancia para menor desarrollo ubica todo los jueves , tal vez para lograr que aquella ronda que reflejó en esta ciudad a las otras madres tan madres como este, no quede vacía por la simple e implacable emergencia de los ciclos biológicas con sus despedidas y necesarios emergentes.
Más allá de esto y con ese loable fin de evitar el olvido, en particular los jueves de Rosario, se nutren de calvas, tinturas o dignas canas de jubilados, de personas mayores que en ningún otro espacio social reciben trato respetuoso por portar esas edades, y deben pujar constantemente contra ese estigma descalificante.

Sin embargo, los eternos aparatos del éxito permanente y la certeza de los diagnósticos proyectados en actos, parecen nuevamente haber excedido el propósito de defender la verdad desde el señalamiento de las practicas genocidas del Estado y se lanzan a un temerario puente en el tiempo donde esas desapariciones forzadas son aptas para reivindicar a quienes aún sobreviven en condición de jubilados, es decir, como personas que perciben haberes previsionales miserables e insuficientes para desarrollar una existencia digna.
Nuevamente, desde lo parcial se sigue una totalidad que no habilita esa simple asimilación por el solo hecho de que al ser totalidad sin duda excede, aunque contiene a esa parcialidad. Es cierto, que, con sistema de goteo, se verifican desde los magros ingresos jubilatorios un crimen social con un único y mismo responsable que es el Estado que habilita un sistema de dominación de clase donde se licúa toda responsabilidad por la funcionalidad del sistema de reparto por parte de las patronales y la burguesía de conjunto como clase.
Estos miércoles de la capital federal o los jueves rosarinos, no son lo mismo que aquellas rondas de la dictadura, y la generación activa de aquella época no puede retornar al rol de vanguardia política que pudieron haber asumido aquellas madres y jóvenes luchadores.
Los compañeros, sus familiares no desaparecían pidiendo jubilaciones dignas, sino que cían luchando por otra forma social, por el hombre nuevo, el poder obrero y el socialismo donde sin duda, la madurez y el lugar en la producción lo definiría cualquier acuerdo social nuevo, menos aquel que implicaba la ley del valor, la propiedad privada de los medios de producción y la generalización de mercancías.

Es doloroso, pero por fuera de toda operación ideológica y toda convención paradójicamente emergente hay que buscar enderezar los sucesos, esos que existen en lo real por alguna racionalidad prevalente, señalizando sus virtudes y miserias en un imperativo discurso de verdad, aunque más no sea , para orientar las acciones hacia la revolución por acostumbramiento metodológico con la sinceridad.

Los que hoy con sus huesos y dolores físicos y emocionales ascienden ocasionales escalinatas para dar discursos son jubilados, gente con sus años sufrientes cargados a sus espaldas, pero no son “los de entonces”. Son los que, por más de cuarenta años, le sucedieron al ataque genocida y liquidador de una vanguardia por parte del Estado. Lo sucedieron siendo vitales, activos y productivos, pero fundamentalmente apelando a la “república democrática burguesas”, esa que en su preámbulo permitió profetizar que con ella se educa, se come y se tiene salud.
Los más osados indicaron el sendero de las ilusiones democráticas, plagado de sillas para el caminante. Sendero que transitado nos ha llevado a lo que hoy estalla en las manos de esos pretendidos dirigentes, y a quienes le profesaron y le siguen profesando fe, más próxima a la fe cristiana del dogma acrítico que a cualquier atisbo de racionalidad que la pueda aún fundar.
Son más de cuarenta años de democracia a la que los sobrevivientes de entonces llamaron a defender adoptándola tal como la exhibió la clase dominante y sin beneficio de inventario. Lo hicieron hablando de “demonios equivalentes en el culto al mal” y profetizando absurdos “nunca más” que la historia se ocupó de demostrar fueron “muchos más”.
Pero como sedimento, como borra en la botella raída de la existencia, quedó y ahí está aún hoy, en el discurso de los jubilados que toman un micrófono en sus manos creyendo que sus canas invocan al respeto del anciano, pero ignorando que ese lugar quedó acorralado y caído bajo los ritos del posmodernismo, que el derecho soluciona con sentido progresivo la conflictividad social , que de esa forma paso de choque de clases opuestas en sus intereses a sujetos de la “negociación o la conciliación obligatoria”.

Tanto silencio. Tanta prédica descalificante del uso de la violencia de clase. Tanto parlamentarismo, demandas juridiciales, paros domingueros y marchas , más marchas con apaleamientos sistemáticos y protocolizados, para que hoy en definitiva no te escuchen ni te voten los que te miran a su paso desde veredas y tránsito automovilístico protegido por milicos equipados para una guerra social, que deben provocar porque no nace en sí ni de la misma lucha a tenor de sus convocantes que solo se quejan de la represión al derecho a protesta, como si se necesitara alguna norma habilitante para esa protesta cuando trasciende a confrontación real de fuerzas sociales en pugna por modelos de organización diversos por sus fines e intereses.
Ahí están esos que miran y se transportan por calles liberadas por la violencia Estatal, dando cuenta de que existen a la hora de depositar su voto favorable para el gobernador y su entorno político satelital, que se quiere reelegir , y contar con una sociedad en la que un docente es un proveedor de servicio educativo y no un trabajador y en igual sentido aquellos viejos “héroes” de la pandemia a los que se le reconoce los servicios prestados, negándole toda posibilidad de paralización de tareas en los efectores de salud, aún cuando sus ingresos sean propios de una existencia naturalizada en la pobreza.
Mientras los cultores del éxito permanente, postean, hacen propaganda política por el medio que fuera, diciendo que se hizo una gran elección, lo real es que el domingo pasado en Santa Fe se avanzó con seguridad de dominación de clase hacia la incorporación con rango constitucional de los mismos paradigmas largamente criticados en el DNU y luego ley de bases, por las que los operadores del FITU llegaron a la afonía vacua.
En definitiva, un nuevo curso político, desde Marx y la lucha de los trabajadores enseñando en la historia, no es un curso académico de disputa de tesinas universitarias o cenáculos “medioevales” de lo que ha entenderse por esta o aquella categoría conceptual. Un nuevo curso, imperiosamente necesario es partir desde la más elemental herramienta de la existencia de clase trabajadora, la sinceridad en los vínculos y en la objetividad de lo que la realidad dice y no en lo que que queremos que diga. Los jubilados no son el factor subjetivo de ningún cambio social, aun cuando nuestras edades denoten nuestra condición de sobrevivientes al genocidio. A la inversa somos la prueba testimonial con grado de evidencia de un colectivo extravío ideológico que muchos hoy parados en sus anteojeras del aparato partidario pretenden prolongar. Una pérdida de rumbo que está en ese pasado presente en el hoy que no es otra cosa que miseria y pobreza en contexto de barbarie capitalista bajo la forma jurídica de la república democrática burguesa, encubridora permanente de una dictadura de clase derramada sobre explotados y oprimidos.
Hay que ir más allá del adversario de clase, pero también superar a los propios autoproclamados “combatientes” del micrófono y los emotivos paseos por las plazas con su discurso devaluado en mera ideología. Debe advertirse de una vez por todas, que ya no puede tener racionalidad desde las marchas y los discursos ochentosos del alfonsinismo maquillados con aditamentos novedosos para que no muestren su rigidez cadavérica.
Las situaciones de barbarie social exigen una definición nueva del vínculo entre pensamiento y realidad por fuera de toda afirmación falsa de lo real históricamente desenvuelto en los vínculos relacionales productivos que construyen el entramado de una sociedad de clases como el capitalismo tal como se exhibe en nuestro siglo.
Hay que cambiar. No hay que buscar la verdad de la sociedad por la expresión falsa de lo real según pasan los años, sino tomar las prácticas sociales concretas y buscar las razones de su producción y funcionamiento, es decir, advertir cuales son las fuerzas sociales que están comprometidas en el cambio social-político revolucionario y el terreno sobre el cual la oposición superadora debe ser emplazada.
Los que hoy percibimos haberes previsionales y aquellos que bien intencionadamente se constituyen en una plaza, o transitan a nuestro lado por alguna calle en protesta, debemos advertir que eso no trae consigo un posible posicionamiento de vanguardia que habilite la conformación de una fuerza social que habilite un ascenso en el estadio de la lucha de clases de manera tal que la confrontación se exhiba como lucha abierta de clase contra clase.
Los jubilados, pensionados y a quienes se puedan equiparar, no somos ni podemos serlo por motivo alguno, una suerte de nueva ciudadanía jacobina para la república burguesa del siglo veintiuno como afanosamente se ocupa de querer presentar el reformismo cualquiera fuese la fachada simbólica que este exhiba tras del hoy fracasado “luchismo” sensiblemente desmentido en los propios métodos electorales a los que adscribe.
Los que mensualmente recibimos en pago haberes previsionales por más que nos pintemos la cara y dejemos nuestras últimas fuerzas física en las calles, no somos el sujeto social llamado a terminar con la barbarie capitalista dentro de la cual está incluida la iniciativa política de transformar, esos ingresos en una suerte de declarada asignación a la vejez improductiva, con toda la carga de racismo y marginalidad que ello conlleva.
Mejor visto, lo cierto es que lo andado hasta el hoy nos muestra como ciegos que han sido ubicados ideológicamente para guiar a otros ciegos. Aquello que es falso en los hechos no puede ser verdadero en la teoría. La irrealidad concreta de una premisa es el índice seguro de su falsedad teórica. Ahí están sus bendecidas urnas llenas de votos a las alternativas de la burguesía todas coincidentes en que el régimen jubilatorio de reparto debe desaparecer para demostrarlo.
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