Tiene frecuencia ritual, en las expresiones políticas que toman cuerpo en estas semanas previas a consumarse una nueva farsa electoral, que los candidatos de los partidos del régimen burgués, se dirijan por los medios que fueren posible a la población utilizando discursos que describen desigualdades sociales que dicen están llamados a cesar con su acción parlamentaria.
La existencia de grandes desigualdades económicas y políticas en este primer tercio del siglo XXI es algo que no necesita ser explicado a quienes las padecen en la medida en que es un rasgo evidente de un orden social en crisis por sus propias contradicciones emergentes de las relaciones de producción que lo conforman , las que se ven en dificultades severas para reproducir el capital , ubicando a grandes contingentes de seres humanos en escenarios de miseria, pobreza y barbarie generalizada.
En esas muchas ocasiones en que los candidatos intentan defraudar con la descripción de esa desigualdad se ocupan de utilizar un esquema geométrico de verticalidad, diciendo que el todo social contiene un grupo que pertenece a la clase baja, otro a la clase media y una minoría concentrada y elitista que se designa como la clase alta, agregando que el objetivo de la acción política es horizontalizar ese esquema de manera gradual y progresiva dentro de las ficciones legales del orden social capitalista.
Es claro que la representación gráfica a la que ocurren no es antojadiza, ya que si las clases se entienden con esta metáfora de los escalones, en principio cualquiera podría mejorar su posición social si se esforzase en encontrar los medios y la tarea sería facilitárselos por vía del empleo de las formas jurídicas que les asignen derechos específicos .
El anhelo y el deseo puesto de manifiesto con estas intervenciones de corte ideológico es señalar a lo que supuestamente es y debe ser la pertenencia a una clase media “sana” o “moral” y la superación de lo que, por oposición, es y no debe ser, una clase baja “peligrosa” o “inmoral” por su escaso ajuste a las formas normativas vigentes que son las que expresan el contenido del orden social deseado. La moralización de las divisiones sociales parecerían ser un componente necesario de este discurso de justificación de la opresión y la explotación en la que nos desenvolvemos. Esto más allá de su amplio grado de abstracción no tiene otro objetivo que dejar intacta la existencia y desenvolvimiento de las elites sociales nacidas del proceso de concentración del capital.
De esta manera, la tendencia significativa a la pauperización general de quienes sobreviven a través de la venta de su fuerza de trabajo , habría de detenerse por vía de los efectos próximos y distantes del aparato jurídico de normas destinados proclamativamente a hacerla cesar.
Pese a estos artefactos ideológicos discursivos a los que nos referimos y su naturalización pretendidamente explicativa de cuanto debe asumir como tarea la acción política dentro de nuestra sociedad, ese relato deja ver, de forma contradictoria con sus finalidades específicas que el lenguaje con el que se refiere a las clases sociales viene en gran medida influido por el estado de los conflictos sociales y el bagaje histórico desde el que habla el operador político que la clase dominante manda a la cancha para jugar su rol de intelectual orgánico al orden capitalista , todo lo cual relativiza la entidad misma de esa intervención coyuntural previa a la trampa electoral.
En paralelo, por estos días se recordó de manera minoritaria y marginal un aniversario más de la formación de la Primera Internacional, hito histórico en el que tiene particular intervención Carlos Marx. De esa existencia y sus documentos fundacionales se puede advertir que , las relaciones de clase vienen definidas, por un lado, como relaciones de dominación –es decir, relaciones en las que una de las partes tiene la capacidad para interferir arbitrariamente sobre el curso de acción de la otra parte en una suerte de materialización de la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo y, por otro lado, como relaciones de explotación –esto es, que esa dominación depende además del esfuerzo de trabajo del dominado , mantenidas entre sujetos con capacidad de control de las fuerzas productivas y sujetos desposeídos de esa capacidad .
Con esta apreciación, las clases sociales no son escalones que pueden ser ascendidos en el entramado social con esfuerzo del escalador sino la expresión , constitutiva y específica del orden social capitalista haciendo en el plano subjetivo que el capitalismo sea capitalismo
Lejos de la metáfora de la escalera y sus escalones, con el que la política del orden burgués naturaliza la explotación , el capitalismo genera relaciones sociales específicas que no sólo constriñen el margen de acción de los privados de poseer medios de producción ,sino también de los propios burgueses en la medida en que están impelidos objetivamente, a maximizar el beneficio si quiere sobrevivir a la competencia con sus pares.
El imperativo de maximizar el beneficio hace que esta clase se vea empujada a aumentar la productividad y a reducir los costes como sea: intensificando el ritmo de trabajo, alargando la jornada laboral, encontrando materias primas más baratas, reduciendo los salarios, etc. Son estas reglas de juego, las que definen la dinámica capitalista, las que asientan un conflicto de intereses continuo entre explotadores y explotados, conflicto que describe un antagonismo desde donde emergen con nitidez las clases sociales a las que se alude en el texto del Manifiesto Comunista, esto es, burgueses y proletarios.
Por otra parte, tampoco hay que olvidar que el capitalismo sólo pudo nacer mediante una expropiación y una desposesión masiva y violenta verificada históricamente, y que los capitalistas deben necesariamente dar continuidad a esas transferencias expropiatorias de valor creado que opera desde los explotados hacia los explotadores. En ese espacio del fenómeno, la emergencia del entramado jurídico y sus formas legales imperativas permitió que la clase dominante pueda apropiarse privadamente del excedente colectivo con auxilio del Estado, mediante mecanismos económicos e impersonales.
No obstante esto, la llamada “acumulación originaria” no es un fenómeno que haya sucedido una única vez con sentido histórico determinable, dando paso a los mecanismos de extracción económicos (vía contrato laboral y salario), sino que el mecanismo de desposesión es continuamente reproducido aunque sin lugar a dudas, esta forma de explotación encubierta es sólo una cara de la moneda, porque el capitalismo siempre se ha servido de la desposesión de recursos para seguir incrementando su apetito voraz de beneficios y para solventar sus crisis de sobreacumulación.
Por esa razón es necesario y pertinente, que la propaganda socialista que pueda desarrollar la actual vanguardia de los trabajadores se ocupe pacientemente de poner de manifiesto la objetividad explotadora del capital y de esa ficción jurídica en la que todos somos libres e iguales , destacando que las líneas que demarcan las clases se vuelven difusas, y la explotación se torna más sutil, y develando la imposibilidad del crecimiento progresivo de las condiciones humanas de existencia para quienes solo tienen para sí, la posibilidad de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Lo significativo de la acción de propaganda militante por el socialismo , es dotar a los discursos y actos que incluye esa militancia , de una intencionalidad específica marcada por la explicación paciente de la existencia de una dimensión «subjetivo-práctica» en la conformación de las clases antagónicas que nace del antagonismo mismo , esto es, explicar cómo esos sujetos «situados» en relaciones de clase experimentan estas, cómo detectan intereses comunes enfrentados a los intereses de otros individuos situados, y cómo se organizan en torno a tales intereses. Son los patrones clasistas, los que dotan a los trabajadores que detentan y conforman una fuerza social, los que a la vez le dotan desde la lucha como clase, los que le permiten realizar su fuerza política, por vía de la forma partido, y su específico programa de emancipación social en un nuevo orden social donde ejerce su poder.
Las relaciones de clase no se agotan en las relaciones productivas aunque se enraícen fundamentalmente en ellas. Las relaciones de explotación del capital no producen clases sociales con fronteras claramente demarcadas que puedan ser captadas, de hecho, es más que frecuente que un trabajador se identifique más como perteneciente a los sectores medios de la sociedad y no como tal, a pesar de su objetiva situación o ubicación en el proceso de producción.
Dicho de otra manera, si bien las relaciones sociales de producción capitalistas imponen con carácter compulsivo la oposición de intereses objetivos de donde nacen los conflictos antagónicos entre los grupos sociales ubicados en los extremos de esa relación, ello no significa que esos antagonismos, son automáticamente vividos de manera “clasista”, porque los individuos no son mentes en-blanco sobre las que se imprima un molde económico. Más bien son agentes creativos con experiencias y tradiciones previas de la que disponen para comprender la realidad.
Precisamente la necesidad de la organización de la vanguardia obrera socialista en partido de clase y la construcción de su actividad como generadora y propulsora del programa político emancipador de esa clase , se ve justificada por el objetivo de lograr en la masa de trabajadores esa identificación primaria como clase social con comprensión de los antagonismos de intereses que la constituyen como tal, tarea en la que la propaganda política tiene especial y significativa tarea.
El error ha sido y es, eludir este problema, y tratar de otorgar una primacía política y explicativa a una supuesta clase social definida ad hoc en términos estructurales y puramente económicos, como meras posiciones en las relaciones productivas), tratando de anular la inexcusable dimensión subjetiva que toda relación de explotación implica. La capacidad que emerge desde los sujetos explotados constituidos como clase social, es probablemente la dimensión más política del concepto de “clase”, en tanto que reconoce la capacidad de los individuos para evaluar y responder (individual o colectivamente) a su dominación.
Nuevo Curso
