La reducción de un fenómeno social a la categoría abstracta delito no es una respuesta de la clase trabajadora que se ajuste a su objetivo emancipatorio
Los hechos de violencia, son indudablemente un problema social, y si aceptamos que nuestra estructura social responde al escenario que diseña el Manifiesto Comunista, dando a este documento la condición de un texto afirmativo de ideas seguras que se proyectan al fenómeno en examen , razón por la cual , habremos de dar por cierto y como fundamento de nuestra intervención que “La sociedad burguesa moderna, levantada sobre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clases. No ha hecho sino sustituir con nuevas clases a las antiguas, con nuevas condiciones de opresión, con nuevas formas de lucha. Sin embargo, el carácter distintivo de nuestra época, de la época de la burguesía, es haber simplificado los antagonismos de clases. La sociedad se divide cada vez más en dos grandes campos opuestos, en dos clases enemigas: la burguesía y el proletariado.”
Siendo esto así, y acudiendo al prefacio que introduce Engels a esa obra, ya fallecido Marx donde claramente deja sentado que :
“…La idea fundamental e íntima del Manifiesto – a saber: que la producción económica y la estructura social que resulta forman indefectiblemente, en cada época histórica, la base de la historia política e intelectual de esta época; que, por consecuencia(después de la desaparición de la primitiva propiedad común del suelo), toda la historia ha sido una historia de luchas de clases, de luchas entre las clases explotadas y las clases explotadoras, entre las clases dominadas y las clases dominantes, en los diferentes estados de su desenvolvimiento histórico; pero que esa lucha atraviesa actualmente una etapa en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede emanciparse de la clase quela explota y oprime sin emancipar al propio tiempo, y para siempre, a toda la sociedad de la explotación, de la opresión y de las luchas de clases….”
Nos queda claro entonces, desde esa perspectiva, que el problema de la violencia criminal que contiene comportamientos humanos lesivos para las pautas de convivencia y sobrevivencia que exige una mínima existencia digna para los integrantes de un grupo humano afincado en un territorio y en un tiempo , habilita un posicionamiento de clase para su abordaje, esto es, la cuestión no puede ser vista simplemente como fenómeno individual intersubjetivo que atañe únicamente a los protagonistas del acto en tanto agresor y víctima y sus resultados , y que esa lógica en la que la encorseta la situación dentro del marco de la aplicación jurídica de la categoría delito que asume como correlato el castigo penal, que tiene prevalencia en la actualidad , ya que trae consigo solamente la búsqueda objetiva del castigo y no la superación de la lesividad de esas conductas, que solo reciben abordajes en abstracto.
En definitiva, existimos como trabajadores en una sociedad de clases, y al así serlo, la legitimación para un discurso de clase luce absolutamente fundada y se impone por sí mismo.
Sin embargo, el carácter social del fenómeno, no permite afirmaciones relativas al mismo, invocando una legitimación de clase en abstracto , sino que ella debe emerger de la naturaleza de la representación de los intereses emancipatorios de ese conglomerado humano que logre el exponente y esto solo se logra de la mano de la intervención de la organización política de los trabajadores en tanto intelectual orgánico colectivo de los trabajadores.
En ese plano, ya hemos señalado , que es ese el factor donde naufragan las mejores intenciones militantes relativas al fenómeno al ser constatable que esa organización política no existe, a partir de que no se procesa en la realidad un programa político emancipatorio que se sostenga en los hechos y relaciones sociales existente y de cuenta de los mismos desde las categorías analíticas que se vuelcan en el documento que hemos citado y las restantes obras de Carlos Marx y de sus seguidores que han tomado la difícil tarea de su defensa , ante los constantes embates que le propina el poder burgués y sus intelectuales orgánicos, sin perjuicio de la incidencia coadyuvante de toda la institucionalidad estatal.
Precisamente, para aportar a la configuración de ese programa constructor desde donde la vanguardia de los trabajadores avance en la ineludible tarea de desarrollar su política de clase por vía de un partido de trabajadores con estratégia revolucionaria, donde este tipo de fenómeno no puede escapar a su consideración a riesgo de ubicar sobre el mismo al sujeto revolucionario con comportamientos reaccionarios proclives al castigo penal y todos sus dispositivos de seguridad , dentro de una sociedad de vigilancia y castigo.
En Crimen y pauperismo, publicado en el New York Daily Tribune, el 16 de setembre de 1859, también conocido como el “elogio del crimen”, Marx dice claramente y por fuera de la ironía que preside ese artículo periodístico que, “Ha de haber algo putrefacto en la médula misma de un sistema social que aumenta su opulencia sin reducir su miseria, y aumenta en crímenes aún más rápidamente que en números.”
Incluso, en las derivaciones que hoy asume el debate sobre la continuidad o cierre de los aparatos administrativos y judiciales predispuestos para evitar este tipo de violencia criminal , también tiene incidencia en última instancia cuanto destaca como neurálgico Marx hablando del los comportamientos violentos en esta sociedad sobre los que descubre su nefasta condición de factor económico, Casi se podría decir que de no mediar este tipo de fenómenos violentos no existirían las oficinas, los funcionarios , los empleados, los presupuestos, los gastos e inversiones predispuestos y asistidos sobre toda esa institucionalidad fundada en el fenómeno. Algo de eso apunta el gobierno, pero a la vez oculta que la cifra de acciones violentas lesivas sobre las personas , tiene un nivel de estandarización y permanencia que apunta a denunciar por sí misma su inactividad en cuanto a políticas estatales al respecto.
El crecimiento del desempleo, el empobrecimiento consecuente y las crisis que esto produjo en algunas de las instituciones socializadoras tradicionales (como la escuela, la familia, el trabajo y las relaciones vecinales de reciprocidad) han favorecido la proliferación de relaciones violentas en los vínculos intersubjetivos que se generan en la sociedad civil.
Lo que se demanda desde algunos sectores de la política burguesa de corte reformista con resultados negativos a la vista, es la mediación en esa sociedad civil, del aparato estatal sin advertir que esa institucionalidad le da forma a la propia sociedad por vía de la norma jurídica y con ello se torna parte de la misma y no un ente por encima de las clases que concretan en los hechos esas relaciones que toman cada vez con mayor significación un perfil violento y criminal casi naturalizado en el plano de su estructura
La sociedad de vigilancia y castigo donde sobrevivimos como podemos en una suerte de sálvese quien pueda, a viabilizado un paradigma del poder burgués, sintetizado en la frase: “La violencia se soluciona con violencia. Claro que se insiste y se triunfa en esa lógica, con la seguridad que da , el hecho que constitucionalmente el monopolio del uso de esa violencia lo tiene precisamente el poder burgués institucionalizado a través de sus agencias represivas y el poder punitivo .
Ocurre que bajo ese esquema , emerge la violencia de género adoptando por su lesividad y entidad el rol escénico principal por lo que , desde el paradigmático Nunca Mas , en una nueva faceta de la “guerra contra el crimen” los cañones del sistema penal están principalmentedirigidos hacia la “prevención” de la violencia contra la mujer y las demás determinaciones , de la única manera que tiene el poder burgués para hacerlo: aumento de penas y restricción de derechos en términos legales abstractos solo puestos en acto por vía de sentencias penales .
Sin embargo, es un dato de la realidad que el nunca más pregonado con el derecho penal incrementando brutalmente los máximos cuantitativos de varios tipos penales, y creando otros, solo puede exhibir la cifra de muertes y lesiones gravísimas en su haber confirmando el fracaso en materia preventiva del feminismo punitivo, el único que termina de fluir de todos los que se relacionan directa o indirectamente con estos fenómenos violentos.
Con todo esto, es que queremos puntualizar un elemento significativo , que emerge del plano de la subjetividad, escenario que hoy parece haber cedido al mundo explicito de las apariencias . Por eso advertimos que hay una distancia entre la mera ocurrencia de un hecho social y la manera en que el cuerpo social lo reconoce y lo pondera y siendo la clase trabajadora parte de ese cuerpo , su acercamiento nunca puede estar mediado por la normatividad del poder burgués ni hacer que sus intervenciones se ajusten a esa forma jurídica, que como señalamos se concentra en la modalidad punitiva, engrosando las potestades de castigo de la clase dominante a través del derecho penal que es una rama del derecho público que reconoce como característica propia, su selectividad del individuo al que coloca en la condición de sujeto activo de la norma prohibitiva y objeto del castigo consecuente.
El tiempo recorrido por el capital como orden social ha probado el fracaso de la pena , el encierro carcelaria y
su efecto disuasivo sobre la pretensión de avanzar en el desarrollo de conductas que son descriptas en normas prohibitivas ya que el agravamiento de la “contramotivación” no modifica los índices de realización de esas conductas objetivamente lesivas
Tampoco ha logrado efecto disuasivo de estos procederes la implementación con formatos educativos abstractos de cursos donde lo que se transmite son paradigmas sociales, que no han alcanzado a tomar realidad en la sociedad misma. En ese extremo , la forma en que opera la mediación estatal, introduciendo la necesidad del conocimiento de los extremos del fenómeno violento por vía obligatoria , le quita al hecho educativo en sí , su verdadera naturaleza que yace tanto en el deseo del educando como el del educador.
Desde la comprensión de clase del carácter de herramienta funcional a la conformación naturalizada y permanente de una sociedad de vigilancia y castigo marcada p or el ejercicio del poder por parte de la burguesía , la situación impone a los trabajadores como contenido del desarrollo de una política obrera autónoma, el necesario abandono del paradigma punitivo, que organiza una disposición muy conveniente al orden capitalista que sale de la escena ocultando la incidencia significativa de los escenarios materiales de la violencia subyacentes a la explotación contenida en la relación capital-trabajo y la alienación que se deriva necesariamente de la misma.
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