MENSAJE

Yo, que no tengo tu voz
Yo, que no puedo ya hablar

Mensaje
Con que mi vieja ternura
De criatura
Te está prestando coraje

Nunca quieras mal
Total
La vida ¡qué importa!
Si es tan finita y tan corta
Que al fin
El piolín se corta

No te aflija el esquinzao
Del dolor
Y si el amor te hace caso
No le niegues tu pedazo
De candor,
Que el lindo creerle al amor

Bueno y nada más
Que siendo bueno
No hay odio, ni injusticia, ni veneno
Que haga mal

(Catulo Castillo)

Desde diciembre de 1983 e incluso en el transcurso íntegro de ese año en contexto de campaña electoral la expansión alfonsinista logró insertar en la sociedad un paradigma que prolonga sus efectos hasta nuestros días según el cual, antes de cualquier acción política, para encontrar legitimación para emprenderla, sea esta en situaciones concretas o discursivas, hay que abjurar de manera incondicional al uso de la violencia, como si su simple invocación o su empleo determinaran de por sí, la impugnación del objetivo buscado.

Esa estructura hoy entra en cuestionamiento, pero curiosamente lo hace de manera cultural, por los sectores que no ven en el empleo de la violencia un instrumento necesario para vencer resistencias a la emancipación del trabajador en un nuevo orden social, sino que a la inversa la justifican para evitar que ese objetivo adquiera visos de concreción, contando para ello con la legitimación que acuerda el monopolio del uso de la fuerza por parte de los efectores de la institucionalidad estatal.

Entendemos que frente a estas características específicas del fenómeno y con la visible constantación de la funcionalidad que tiene la forma de gobierno con este cuadro de situación, se impone para la militancia desde el plano subjetivo, individual o colectivo, como trabajador o como clase trabajadora , la redefinición revolucionaria que impone el quiebre de este cuadro de situación . Militancia hoy, ha de significar acción por la ruptura revolucionaria de lo dado y existente. El pasado y el futuro son momentos del presente que se nutre de una nueva radicalidad vacia de contenido y reducida a un NO, frente al SI prepositivo que gestiona el poder burgués.

José Saramago nos dejó un paradigma que adquiere justeza, acierto y pertinencia en los tiempos en que nos toca sobrevivir. “La revolución es el No al Si, el problema es cuando y de que manera ese No se transforma en  Si”

Lo cierto es que  una época se ha cerrado al menos en Argentina. Los discursos convencionales de la política y su percepción como espacio de desenvolvimiento de negociaciones entre astutos, para beneficio permanente de la burguesía, llega a su fin. Una nueva época se ha cerrado abriendo en el mismo momento un nuevo desafío : el capitalismo hegemónico en su etapa más destructiva e impiadosa, con su barbarie altamente tecnologizada o el desarrollo inverso de una nueva sociedad contenedora de relaciones sociales diversas y opuestas por el vértice de las relaciones capitalistas, con base en la justicia como efecto necesario del principio de colaboración entre los seres humanos.

El 27 de febrero de 1940 , que fue el cierre de su último febrero , pues en ese año  fue asesinado por una operación de los servicios de inteligencia de Stalin a manos de uno de sus sicarios , Ramón Mercader, Trotsky escribió un Testamento al que le agregó un postcriptum el 3 de marzo. Los archivos realizados nos permiten divulgarlo por su profundidad conceptual, su enseñanza

Mi presión arterial alta (que sigue aumentando) engaña los que me rodean sobre mi estado de salud real. Me siento activo y en condiciones de trabajar, pero evidentemente se acerca el desenlace. Estas líneas se publicarán después de mi muerte.

No necesito refutar una vez más las calumnias estúpidas y viles de Stalin y sus agentes; en mi honor revolucionario no hay una sola mancha. Nunca entré, directa ni indirectamente, en acuerdos ni negociaciones ocultas con los enemigos de la clase obrera. Miles de adversarios de Stalin fueron víctimas de acusaciones igualmente falsas. Las nuevas generaciones revolucionarias rehabilitarán su honor político y tratarán como se lo merecen a los verdugos del Kremlin.

Agradezco calurosamente a los amigos que me siguieron siendo leales en las horas más difíciles de mi vida. No nombro a ninguno en especial porque no puedo nombrarlos a todos. Sin embargo, creo que se justifica hacer una excepción con mi compañera, Natalia Ivanovna Sedova. El destino me otorgó, además de la felicidad de ser un luchador de causa del socialismo, la felicidad de ser su esposo. Durante los casi cuarenta años que vivimos juntos ella fue siempre una fuente inextinguible de amor, bondad y ternura. Soportó grandes sufrimientos, especialmente en la última etapa de nuestras vidas. Pero en algo me reconforta el hecho de que también conoció días felices.

Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luché bajo las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud.

Natasha se acerca a la ventana y la abre desde el patio para que entre más aire en mi habitación. Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras el muro, arriba el cielo claro y azul y el sol que brilla en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.

Todas mis pertenencias, mis derechos literarios (los ingresos que producen mis libros, artículos, etcétera) serán puestos a disposición de mi esposa Natalia Ivanovna Sedova. En caso de que ambos perezcamos …..

La índole de mi enfermedad es tal (presión arterial alta y en avance) -según yo lo entiendo- que el fin puede llegar de súbito, muy probablemente -nuevamente, es una hipótesis personal- por un derrame cerebral. Este es el mejor fin que puedo desear. Es posible, sin embargo, que me equivoque (no tengo ganas de leer libros especializados sobre el tema y los médicos, naturalmente, no me dirán la verdad). Si la esclerosis se prolongara y me viera amenazado por una larga invalidez (en este momento me siento, por el contrario, lleno de energías espirituales a causa de la alta presión, pero no durará mucho), me reservo el derecho de decidir por mi cuenta el momento de mi muerte. El “suicidio” (si es que cabe el término en este caso) no será, de ninguna manera, expresión de un estallido de desesperación o desaliento. Natasha y yo dijimos más de una vez que se puede llegar a tal condición física que sea mejor interrumpir la propia vida o, mejor dicho, el proceso demasiado lento de la muerte… Pero cualesquiera que sean las circunstancias de mi muerte, moriré con una fe inquebrantable en el futuro comunista. Esta fe en el hombre y su futuro me da aun ahora una capacidad de resistencia que ninguna religión puede otorgar.

León Trotsky

Muchos años después otro revolucionario completó el planteo agregando que :

«Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas son que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita.»  (Ernesto Guevara).   Para en otro momento agregar, también en una carta de despedida: “…..Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera)”

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