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Nuevo Curso

La importancia de la pregunta , las proyecciones del pasado en el presente. 24 DE MARZO GENOCIDIO Y PODER OBRERO

NUEVO CURSO

Qué sucede cuando se busca una referencia y se acude a una fecha? ¿Puede el dato del calendario ser lo suficientemente contundente para dar cuenta de un camino recorrido o su agotamiento, si en verdad lo hubiere?

En torno de estos interrogantes asistimos a otro 24 de marzo. Hay en la arbitraria selección de esa fecha y su consagración como feriado, un señalamiento que abre machaconamente, año a año, el espacio de la disputa por el sentido que pueda haber tenido un acto de autoridad y fuerza descargado una vez apropiado el poder formal, sobre la sociedad civil. ¿Son realmente individuos desplegando situaciones criminades por determinación de voluntad, tal como los dejan ver las acusaciones y las construcciones de verdad que imponen los procesos judiciales y su construcción de verdad o en realidad el fenómeno excede las categorías estrechas del derecho penal y trasciende hacia otros escenarios políticos que abarcan a muchos más que los sentados en el banquillo?

Desde esta perspectiva, es constatable que la implicancia de continuidad de lucha que tiene la remisión al golpe , ha sido  retirada  de la escena. Lo sucedido con el tiempo y las operaciones política es que el 24 de marzo de 1976 fue manoseado hasta intentar sacralizarlo como su inverso, esto es, como un momento para la reflexión dentro del culto laico a la democracia como forma de gobierno, omitiendo el carácter y la función del Estado donde ella toma apariencia.

Sin embargo, seria bueno recordar que no existe una semana santa laica y que quienes fueron a la cruz en 30000 secuencias, no lo hicieron de modo voluntario buscando martirizarse sino por un acto de violencia desplegado sobre sus cuerpos por esa misma institucionalidad estatal

Desde allí, vale  una primer afirmación:  24 de marzo no es fe religiosa en algo declarado que no coincide con lo realizado, a pesar de transcurridos casi 40 años. Esa fecha solo implica una periodización analítica dentro del desarrollo dialéctico de un genocidio desplegado sobre una parte de la clase trabajadora (su vanguardia) y a la vez el inicio de un segundo momento de aniquilamiento físico y simbólico de las relaciones sociales preexistentes y quienes las corporizaban, dentro de una sociedad que buscaba desenvolverse dentro de los parámetros fordistas del capitalismo industrial.

24 de marzo, pide a gritos su relectura desde la caducidad por frustración reiterada de aquello que emergió en plano de apariencias, y discurso ideológico, como su contrario, aquello del preámbulo, de “un médico allá”, de dejar actuar a la justicia, de ampliar espacio participativo, etc. Ese momento de plazas llenas y deseos finalmente artificiales de participación, no es otra cosa, a la luz de la historia, que la continuidad por otros medios e intensidades del Estado encarnando el poder burgués y su habilitación legitimada para el empleo de herramientas, y técnicas de aniquilación social en la medida en que ellas fueran requeridas, como lo ilustra la constatación de muertes y desapariciones por violencia estatal o paraestatal que se produjeron hasta la actualidad.

Esta relectura, advierte que 24 de marzo y 10 de diciembre de 1983, son elementos componentes de un fenómeno unitario en desarrollo dialéctico que hace culto del devenir social y niega la permanencia del posible contradictorio a sus paradigmas. El uno no se lee sin el otro. El otro carece de sentido sin el uno. Sus gestores, no son otros que las apariencias que requería el contexto, pero sus beneficiarios , se registran exclusivamente en una clase social : La burguesía .

Lo ocurrido que ocurre, fue el uso, programado, preparado, y actuado de prácticas genocidas por el Estado hacia un grupo indeterminados de componentes humanos buscando aniquilarlos. En ese desarrollo, 24 de marzo es la selección arbitraria de una fecha para dar cuenta de otro momento de esa práctica de extermino, que se juzgó necesaria frente al  ascenso en el nivel de consciencia de clase para sí, por parte del pueblo trabajador y su derrota en el espacio de los hechos armados.

24 de marzo es el espacio que se requirió para reformular las maneras de mantener la explotación y todo el proceso de reproducción del capital, centrado ideológicamente en el pragmatismo individualizador, negador de todo proyecto humano totalizador de la existencia.

24 de marzo es el mojón temporal que la burguesía ha encontrado para marcar sus paradigmas y sostener esa dominación cultural, exaltando ideológicamente a la democracia como la fecha de vencimiento de ese proceso.

La opción democrática no emergió ni sobrevive, para superar el aniquilamiento, sino para crear las condiciones culturales necesarias para su aceptación por el derrotado, que no es otro que la clase trabajadora de conjunto, de las nuevas relaciones sociales que impuso la materialización de todas las condiciones existenciales colectiva, basadas exclusivamente en la “desaparición” de la sociedad precedente. La democracia es la forma jurídica que toma el sometimiento como esclavo de la clase trabajadora y el rol del amo en cabeza de la burguesía tomada de conjunto .

24 de marzo, contiene en sí , la deriva en la revaloración de las formas jurídicas y las practicas tribunalicias de uno de los poderes del Estado opresor , a través de su necesaria consecuencia en la república de los capitalistas. Democracia con formato 1983, no es negación  de las acciones político-militares de la junta de gobierno, sino consecuencia necesaria de la victoria por exterminio desplegado sobre  la vanguardia de los trabajadores por la burguesía , en su confrontación .

Democracia 1983 es la aceptación de la canalización de los conflictos sociales a través del aparato judicial y la prevalencia del discurso jurídico por vía de la radicación del debate dentro de la instancia específica de un  proceso de juzgamiento penal, en la medida en que leyes preexistentes  son las que definen el protocolo de cómo debe llevarse adelante el debate , siendo esto significativo en la medida en que no debe desconocerse que el acto judicial (sentencia) tiene la virtualidad de construir verdad narrativa sobre los hechos y el fenómeno a decidir, y desde ella proyectar ese discurso hacia adelante .

Hay entonces una faz concentrada en los argumentos jurídicos, todos los cuales le restan amplitud al problema epistemológico relativo a si es posible alcanzar certeza en el saber los alcances y características del fenómeno social y político de la utilización deliberada de prácticas sociales genocidas, iniciado a partir de 1974, con derivaciones objetivas aún en nuestra actual sociedad civil.

La táctica históricamente utilizada en nuestro país, para las transiciones necesarias entre dos modelos formales de gestión de gobierno y de los intereses de la burguesía, está concentrada en el pasaje o traducción de los hechos al derecho y con esto a la forma jurídica procesal que enuncia el protocolo del enjuiciamiento y su encasillamiento en el acotado espacio de los delitos y las penas, formas ideológicas funcionales al desenvolvimiento ordenado de la reproducción social capitalista.

Trasladando lo contingente y fáctico, ínsito en la concurrencia en extenso de los hechos, los actos de poder  y sus accidentes desde 1976  a la fecha  al espacio del derecho y la verificación de la existencia de tipos penales en juicios orales, construyendo verdad a través de los actos de intelectuales orgánicos al interés burgués  como lo son las sentencias dictadas por jueces técnicos, se achica el espacio de análisis y se dilatan los resultados en base a la emergencia de los laberintos procesales. Los argumentos jurídicos son limitados con relación al fenómeno en sí, y cierran en las sentencias dictadas hasta la fecha, una aparente verdad que incluso no termina de ser puesta en contradicción como tal por el todo social.

El 24 de marzo de 1976 es el momento de  agotamiento de una primera faz del camino trazado hacia aniquilamiento de un grupo poblacional por razones de orden político y social al que se prefiguro como subversivo, pero esa dialéctica no tiene fin en el tiempo, en tanto si se conceptualiza al genocidio como una técnica de poder y no exclusivamente como delito de derecho penal internacional, se podrá advertir que su uso no permanece vedado para cualquier momento de la lucha de clases que así lo requiera , aún en sus instancias de baja intensidad.

 La construcción de un enemigo social en contexto antropológicamente racista, esa en la esencia del poder burgués. La necesidad de contar con un “otro colectivo humano” sobre el cual descargar todas las responsabilidades por los efectos de la crisis capitalista, representando al resto desde el Estado, es de la esencia intrínseca de todo lo dado hasta aquí.

El genocidio es un proceso que no se circunscribe al desarrollo del aniquilamiento de un colectivo humano, sino que este una vez consumado se convierte en una herramienta para la destrucción de los patrones identitarios de una sociedad que con ellos desaparece desde su base material. Las desapariciones son entonces , instancias de uso de la herramienta genocidio  y se destaca en la historia por ser la  facilitadora de la reformulación de las relaciones sociales y de producción constitutivas de una nueva manera de reproducir el capital.

En segundo orden, pero solamente expositivo, en tanto su significación no es menor que la anterior, debe tenerse en cuenta el dato objetivo relativo a que las organizaciones políticas que habían optado por enmarcar sus acciones dentro de un estadio de la lucha de clase que juzgaban pertinente a la confrontación armada de las  pueblo trabajador  ,  se habían visto prácticamente diezmadas en sus estructuras de acción, luego de la derrota de Monte Chingolo a fines de 1975 y se batían en retirada desordenada, todo lo cual facilitó la decisión política de avanzar hacia el golpe de Estado para dar la gestión política de los intereses burgueses directamente al partido militar, por ser el único elemento de la realidad institucional de ese poder burgués  que contaba con elementos para esa particular gestión

En el caso argentino, el genocidio tuvo como objetivo la destrucción de las relaciones de reciprocidad de los sectores populares, y de los trabajadores en particular,  a partir de la instalación del terror que produce la desconfianza generalizada entre pares, fragmentando los lazos sociales y aislando a los sujetos para  el desarrollo sin fisuras de la implementación del modelo de acumulación  con base en la valorización financiera y ajuste estructural  a lo que se agrega la  la constitución de los nuevos patrones identitarios entre los sobrevivientes

El análisis del fenómeno desde la opción por el derecho, forma parte de esos mismos mecanismos, en tanto los sentidos que explican ese espacio de realidad puesto en enjuiciamiento colabora en la determinación de las conductas aceptadas y las rechazadas socialmente por esa nueva sociedad reconformada tras el aniquilamiento físico y tiene la capacidad de sancionar de manera sesgada conforme a los intereses del momento del dictar sentencia y no del hecho en sí. Es la aceptación por el todo social existente al tiempo de los procesos penales, que lo abordado con ese formato es un dato del pasado, que solo exige prueba y una concreta atribución imputativa contenida en figuras delictivas .

Por vía de la judicialización del fenómeno, como único camino a recorrer se abre además un discurso de sentido en cuanto a la sanción penal a aplicar con lógica de castigo a personas individuales para prevenir su reproducción a futuro.

De esta manera contradictoria para con los propósitos de los directamente perjudicados el reclamo por “Juicio y Castigo” fue central en las reivindicaciones del conjunto del movimiento popular y del movimiento de derechos humanos en particular, pero abrió el camino para disimular a la vez el carácter genocida de las acciones emprendidas. Esta característica hizo que el proceso de juzgamiento en Argentina se construyera en el espacio necesario de construcción de la verdad formal, dejando sin acercamiento posible a la verdad objetiva, extremo que permite cíclicamente discutir incluso su existencia por vía de operaciones mediáticas.

Entre el año 2003 y 2005 se removieron todos los obstáculos legales para el juzgamiento   desde el perfil del sector burgués que gestionaba el gobierno, de bajar las tensiones sociales por la debacle económica en tiempo presente, buscando hacer pie en un aliado de clase abarcado por los sectores de la pequeña burguesía en lucha por aquel reclamo. La escenificación del retiro de cuadros, tras una orden de corte militar impartida por el entonces presidente daba toda la impronta de cómo ser leído el trazo de los hechos sucesivos desde el 76 a la fecha. Liberar lastre, con las imputaciones a militares en retirada de la propia fuerza dado el tiempo transcurrido y ganar espacio con los tiempos moratorios del servicio de justicia.

Este nuevo trazo del proceso constituyente del esquema de ley y orden conformados con los nuevos paradigmas, rompe con las verdades construidas en el ciclo capitalista precedente  a 1976 ,precisamente porque ese modo producción y su superestructura dieron cuenta de su agotamiento y también de su reafirmación positiva bajo nuevas relaciones sociales  que son aquellas construidas por la versión neoliberal del capital financiero hoy en crisis , institucionalizadas en el plano jurídico-formal por la reforma constitucional, el nuevo código civil , la ley antiterrorista y las sucesivas reformas del código penal.

    La denuncia del genocidio como herramienta de poder burgués, su permanencia en el tiempo y la imposibilidad de su prevención por vía de los mecanismos instituciones de poder del Estado de la burguesía es el punto de partida para toda construcción política superadora de este orden de cosas, en tanto el desconocimiento o sustitución de esta tarea por la premisa de la vigencia de la democracia representativa instituida por la república burguesa implica una reiteración de las premisas reformistas hoy agotadas en términos políticos e históricos.

No hay “nunca más” dentro del Estado y el poder burgués. Solo es posible terminar con su aplicación destructiva y sus efectos letales terminando con ese poder y aboliendo los fundamentos objetivos que dan existencia a esa clase social. Solo se termina la posibilidad del exterminio con el poder obrero y la realización material del programa socialista.