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Nuevo Curso

¿Qué nos pasó y qué nos pasa?

NUEVO CURSO

Probablemente quien pueda leer esto, se ha hecho esta pregunta, últimamente con mayor frecuencia. Y si así no ha sido, probablemente la pregunta pueda reformularse en el sentido de ¿Qué nos pasa, que no nos preguntamos por lo que nos pasa?

         En particular la pregunta en uno u otro sentido, repercute sobre los que ya llevamos una basta trayectoria en esta ruta de la vida. Que sucedió en nuestros días que nos extraviamos. Por qué primaron los atajos, los olvidos, las búsquedas individuales, y tanta tarea necesaria dejada para otra oportunidad e indefectiblemente para una mañana imprecisa.

           Por qué no fuimos capaces de generar las condiciones para dar la posta a los jóvenes. Por qué los dejamos huérfanos de lo que sí nos fue explicado por los que nos dejaron la canción sin cantar a fuerza de muertes y desapariciones en un Estado genocida. Por qué esa experiencia de entrega, se relegó a las marchas en democracia, con perfil conmemorativo pero vacías de contenido que no fuera la exclusividad puesta en el castigo a culpables y nunca apelación a la transformación del orden social dominante.

           Que nos pasó y que nos pasa, porque lo cierto es que aquí estamos aún. Que nos pasa que solo apelamos a la nostalgia que luce estéril recuerdo en la medida en que no hay oyentes de esa tradición, ni jóvenes que puedan tomar lo construido para seguir.

            Tanta pregunta no puede tener una única respuesta, y mucho menos pretender que esta trascienda de la opinión, en tanto cualquier pretendida certeza sería traer nuevamente a cuento algún nuevo dogma remozado  

             En todo caso, creo válida una opinión y una crítica, en particular cuando el objetivo es una crítica que luche contra el estado de cosas, y el Estado de la burguesía que la gestiona por sus operadores políticos. En ese sentido y hablando de lo aprendido que no fue cedido generacionalmente a quienes debieron tomar la posta, dada la entidad de los conflictos  sociales que se agudizan sin detención  con fuerte tendencia hacia la miseria y la magnitud de esta otra deuda emocional e ideológica diversa de la tan mentada obligación contraída con el FMI , que debemos asumir hacia los que hoy deben construir su destino en las condiciones más inhóspitas, corresponde retomar la crítica, teniendo presente que como tuvimos oportunidad de aprender,  “la crítica no es la pasión del cerebro sino el cerebro de la pasión “

      El objetivo de esta actividad que debemos asumir cuando nos preguntamos que nos pasa, es decir, es tener claro el sujeto a quien se dirige y los intereses concretos que estos representan por su simple existencia y sus acciones. De esta manera denunciar simplemente al político de turno, por sus apariencias, sin tener presente el orden social opresivo y explotador que sustenta su propia existencia resulta insuficiente y deriva a corto o largo plazo en una frustración de la acción militante.

          La razón de esta crítica ineludible, el objetivo de este limpiar malezas de la realidad social, es señalar al enemigo de clase y quitar los disfraces de quienes se presentan de manera engañosa como pregones de los trabajadores. La crítica debe comenzar así por aquello de que la emancipación de los trabajadores es necesariamente la obra de los trabajadores mismos.

           Esta crítica que pregonamos y debemos proponer a las jóvenes generaciones de obreros, en particular a su vanguardia, debe centrarse fundamentalmente en la determinación exacta del enemigo de clase , al que no alcanza con refutar en los parlamentos , sino que obligatoriamente debe ser eliminado y con él su orden institucional, porque eso es y  era lo que buscaban quienes nos dejaron su lucha como única herencia, y a los que deshonramos pretendiendo como se hizo, su recepción con “beneficio de inventario”, so pretexto de un cambio de condiciones o apelando a la idea de “derrota”, aun cuando sepamos que la lucha de clases nunca se detiene y cristaliza en algunos de sus transitorios estadios .

      Se trata de describir una y mil veces, con claridad y paciencia, la sorda presión que ejerce la burguesía dominante en conjunto sobre los explotados y oprimidos en contexto del desenvolvimiento y reproducción del capital que hoy exhibe condiciones de crisis aguda a nivel de todo el mundo. Parte sustantiva de esa presión social opresiva, nace y se desarrolla de la conservación de todas las bajezas que contiene el orden cultural capitalista, que de por sí no es más que la “bajeza del poder”.

      Esta opinión en su intento de respuesta a las necesarias preguntas que nos rodean ante el hábitat miserable donde nos deja el orden capitalista, busca alertar sobre la necesidad imprescindible de la crítica, básicamente por los errores cometidos, y en perspectiva trazada desde el hoy acompañarla de la acción militante organizada y estratégicamente transformadora. Esa perspectiva no puede posicionarse en otro sitio que no se la impugnación al derecho, como herramienta funcional al sistema opresor y explotador, que implica no solo denuncia sino cuestionamiento a su existencia como regulador social y a las políticas que, desde la gestión del Estado, consuma el personal político de la burguesía.

    Hasta nuestra actualidad, hemos sido conducido y nos hemos dejado conducir, por diversos pastores, sin que pudiéramos salir de esta alienación de ser conservadores de los intereses que nos son ajenos y contrarios a nuestro objetivo existir. En ese proceso, no es menor que no se haya exhibido el deseo específico de la revolución. El deseo de acabar con las coordenadas de nuestra miseria, demoliendo a la burguesía y su Estado. Es ese el contenido de la crítica necesaria y el camino a transitar.

       Desde el plano subjetivo, nuestra herencia legada en vida, es una idea compleja pero acertada: Vivir en un mundo que en las apariencias se exhibe sin evasión posible, donde el único remedio es la lucha por una liberación de ese yugo que la burguesía dominante juzga como un imposible. “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que nosotros mismos hacemos de lo que han hecho de nosotros” (Jean Paul Sartre – “Saint Genét)