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Las presiones democratizantes y el sentido del voto

La definición del régimen institucional en donde se desarrolla la reproducción del capital en Argentina, viene dada por la forma jurídica contenida en la Ley superior a través de su art. 1, es decir a través de la constitución que le dio origen a ese Estado nacional bajo dominación burguesa. Dice esa norma y luego se reproduce funcionalmente en todas las leyes electorales habidas y por haber, que “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana federal “  En concordancia complementaria agrega el art 22 del mismo cuerpo normativo, previo declarar en su art. 17  que la propiedad es inviolable  y que ningún habitante puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley , dispone que :” El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esa misma Constitución “ para luego aclarar taxativamente :” toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de este, comete el delito de sedición”

         De este sistema que determina la forma jurídica superior sobre la que todo conflicto social se dirime según sus contenidos, queda entonces prefigurada la modalidad que asume la dominación burguesa y la conformación de su poder explotador y opresivo sobre la clase trabajadora.

 En particular resaltamos como el olvido de esta normativa o su deliberada omisión ideológica hace que la militancia y la progresía que no pone en tela de juicio la validez y eficacia del orden constitucional e incluso acude a ella para legitimar sus acciones y dar razón de aspectos específicos de sus acciones, hable de tendencia consolidada por la derecha hacia la criminalización de la protesta social. Si se detuvieran en las normas citadas habrían advertido que eso no es una tendencia sino una situación jurídica consolidada del poder burgués a partir de la democracia representativa y la tipificación como delito de sedición a toda “fuerza armada o reunión de personas que e atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste.

Si se leen e interpretan estos conceptos abstractos desde la objetiva realidad jujeña se advertirá, el error que significa que la propia militancia en lucha, termine reivindicando el texto constitucional oponiéndose a su reforma, con acciones que están reprimidas incluso por la propia constitución del estado nacional del que la provincia Jujuy forma parte. Dicho en otros términos si se plantea “Abajo la reforma de la Constitución “se esta dialécticamente afirmando el texto escrito de la hasta entonces vigente, previo a la acción de Morales y sus constituyentes. Luego la constitución que de triunfar la lucha quedaría como norma superior para todos los jujeños es la que le impide específicamente conformar una reunión de personas que se abogue derechos del pueblo y peticione a su nombre, que no es otra cosa que lo que se hace al tomar las calles como espacio de confrontación político.

Todo esto explica los límites del reformismo encarnado como contenido político y como forma de militancia por quienes se abogan la condición de tribunos del pueblo a partir de su condición de parlamentarios, para lo cual , en forma periódica salen a “pedirle “ el voto a los explotados  y oprimidos ocultando que es ese mismo régimen de democracia indirecta el factor político gravitante y funcional para que se consolide la reproducción y acumulación capitalista dentro de su orden social en crisis.

En definitiva, la democracia indirecta, es un instrumento jurídico-institucional de la clase dominante que actúa sometiendo el espacio de lo político al esquema de la representación. Es decir, se actúa y se gobierna por representación, de allí que no se delibera ni se realizan acciones de gobierno sino a través del representante y se omite toda intervención del representado que no fuera por los estrechos canales preestablecidos por las normas del poder burgués.

La democracia, como forma de gobierno que da funcionamiento a la república burguesa, necesita para cumplir con su función de instrumento de la clase dominante, mediatizar el “ficticio” mandato de la población.  Es decir, por esa vía, divorcia al representante del representado, de modo que el voto que unge o institucionaliza al electo como representante, sirve tan solo como instrumento de legitimación periódicamente establecido y un cheque en blanco a futuro para quien ha resultado electo.

Esta mediatización es fundamental, en tanto permite al “representante electo”, negar toda posibilidad de democracia directa y control efectivo de sus acciones. Es por eso que cada vez que se abre un proceso electoral, es lugar común escuchar en boca de los electores; “vienen a pedir el voto al barrio y después se olvidan de nosotros” o expresiones similares que grafican lo indicado.

Desde luego, que este mecanismo no es estático y sus efectos hacen que se vaya socavando su propia validez como instrumento legitimador de una dominación social de una clase sobre otra. Sin embargo, si en ocasión de cada acto electoral, se llama a participar del mismo a la clase trabajadora, “pidiendo también el voto” para presuntos “representantes “de los asalariados y el conjunto de los trabajadores, cuanto se hace es reproducir el mecanismo y nunca propagandizar el proyecto político estratégicamente revolucionario de conformación de organismos de poder obrero y democracia directa.

Es claro que la ruptura de los trabajadores con el formato institucional de la democracia indirecta, y su mecanismo de representación política, por más que este se vaya degradando a ojos vista por la crisis del orden social que formaliza, no conduce a una necesaria ruptura con el mismo.

 Esa superación no se consumará acabadamente mientras no se opongan cotidianamente, los métodos de la democracia obrera, de intervención directa de las masas trabajadoras en las cuestiones públicas atinentes a su libertad y sus intereses, así como mientras no se extraigan mediante la acción política consciente del partido revolucionario, todas las conclusiones de este contraste entre la democracia obrera y su dictadura de clase y la democracia burguesa de representación indirecta.

El capitalismo y más aún en su actual momento de crisis y estancamiento como modelo de orden social, busca en plano ideológico y propagandístico, que la comprensión del fenómeno que tiene el conjunto de la clase trabajadora en sí sea la resultante de la prevalencia de la forma jurídica por sobre las relaciones sociales de producción concretas.  Que haya elecciones que funcione un parlamento que se goce relativamente de alguna libertad democrática inherente a la condición humana, configura solo un espacio de lo aparente, una cobertura para las relaciones sociales de producción que generan la explotación del trabajador.

Este último extremo oculto tras el formato de la designación de representantes políticos por el voto , no deja ver que los dueños de los campos, las fábricas, los bancos, los servicios públicos,  resultan en todos los casos un grupo cada vez más concentrado de intereses  , en gran parte nacido a costa de la propiedad estatal burguesa privatizada a la que hace referencia el ya citado art. 15 de la Constitución Nacional, merced a una fenomenal transferencia de ingresos  desde la clase obrera hacia el capital.

La democracia burguesa, de representación indirecta resulta así la forma política necesaria para asegurar ese proceso de concentración capitalista y explotación de clase.

El régimen político según el paradigma “el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes” existe y es determinado no por un ideario abstracto, sino por las relaciones sociales de producción a las que acude para darle forma y concreción dentro de un orden social estructurado en beneficio de los propietarios de los medios de producción y del capital en general.

La capacidad de la clase dominante para imponer sus intereses tiene su raíz en su dominio de los medios de producción, todo lo cual determina el fenómeno de la alienación conforme al cual el producto que genera el trabajador surge frente a este último como un ser ajeno, como una fuerza independiente del productor.

    De esta alienación, en la que el trabajador se enajena del producto que elabora. En la que se reifica en tanto la actividad laboral que desenvuelve se le contrapone y lo domina mediante sistemas de trabajo que le son ajenos y autónomos , haciendo a la vez que el propio trabajador se desvincule de otros hombres que le resultan también ajenos  y por fuera de todo proyecto colectivo o asociado respecto de los interés objetivos que comparten , es reflejo con forma jurídica el voto, en tanto mercancía del mercado electoral , haciendo incluso que el propio candidato se desenvuelva por fuera y con autonomía de quien dice representar.

La naturaleza dictatorial del Estado burgués no se desprende, por lo tanto, de la forma política que asuma, sino de su propio carácter de clase, que impone violenta y cotidianamente a la clase explotada, las propias condiciones de su explotación.

 La producción generalizada de mercancía en contexto de relación capital-trabajo, domina también en el plano de la forma jurídico-política de gobierno de ese específico orden social. Una de las tareas prioritarias de la militancia revolucionaria, es desnudar, exhibir, denunciar, poner a la luz, el verdadero carácter de dictadura de clase que implica la democracia indirecta que proyecta institucionalmente el poder burgués por vía de la reiteración periódica de los procesos electorales. En ese sentido debe decirse a las claras que la democracia burguesa encubre a la dictadura del capital y la burguesía como clase que encarna ese interés de prolongación y reproducción de las relaciones sociales de producción que implican la explotación del hombre por el hombre. En sentido inverso, la dictadura del proletariado, la democracia obrera, resulta el más democrático de los sistemas políticos, en tanto importa la instalación de órganos directos de determinación de acciones y la primacía de los trabajadores en asambleas sobre toda otra estructura burocrática.

 En este contexto debe advertirse que la cuestión electoral vista como engranaje del modelo de dominación política que encarna la burguesía desde su Estado a través del sistema jurídico, resulta central para la definición de las tareas militantes de agitación y propaganda propias del estadio de la lucha de clases en que nos encontramos y que por tal, ella no puede ser malversada por las urgencias que se impongan desde el escenario de la contienda por la burguesía al establecer el calendario electoral y el acto eleccionario concreto.

 Dicho, en otros términos, la cuestión en análisis, el fenómeno electoral en sí, no puede vistos por la emergencia de tener que tomar partido frente a un calendario electoral.  La coyuntural posición que se pueda adoptar frente a la concreción del fenómeno no puede tener base en un cálculo de oportunidad u opción por el menos malos. En sentido inverso, debe tenerlo en la comprensión de todos los aspectos estructurales en juego y la función específica que el régimen electoral tiene para con el orden social capitalista en sí.

 La cuestión de la democracia burguesa y su “defensa” por las organizaciones de masas,  encubre todo el anterior entramado indiferenciando en modo de falsa conciencia ideologizada lo que significa la preservación de ese régimen como tarea política, de lo que en realidad resulta relevante , que es la garantía y vigencia de las libertades democráticas con fundamento en la condición de humanidad que le corresponde a cada persona por el solo hecho de serlo y que toda forma estatal de gobierno encarnada por la burguesía debe respetar, por carecer de legitimación alguna para lo contrario.

Finalmente, si nos desenvolvemos en un contexto de lucha de clases. Un espacio físico y temporal de confrontación entre explotadores y explotados, ese escenario específico obliga a trabajar la comprensión de los fenómenos dentro de los elementos de la lucha, es decir, en clave de estrategias y táctica. En ese sentido nuestra estrategia como trabajadores conscientes de tal condición social, es resolver en términos históricamente revolucionarios, la contradicción en la que se ve envuelta nuestra sociedad, dada entre el programa socialista, a través del poder obrero y la barbarie capitalista, y su política de exterminio de la condición humana.

   Dado ese objetivo estratégico la táctica que se corresponde con el mismo, no puede hacer otra cosa que contribuir a esa estrategia en tanto establece entre una y otra una dialéctica específica. Por este motivo es que debe rechazarse toda intervención política de corte reformista relativa al fenómeno electoral. Ese espacio de la militancia organizada en el país, que está ocupado esencialmente por la cooperativa electoral FITU desarrolla una intervención mecánica, y rutinaria destinada a la captación de votos para obtener bancas en el parlamento. Con ese propósito se inhibe de levantar consignas que tengan que ver con el objetivo revolucionario de terminar con el poder burgués y su dominación jurídico-política de clase contra clase. Niegan así el papel del programa socialista como transformador de la conciencia de la clase trabajadora que materialice el paso de la clase en sí a clase para sí.

Corresponde denunciar al reformismo en su electoralismo frente a la clase trabajadora. Son y han sido incapaces de sobreponerse a la presión de las ilusiones democráticas que se descargan por el poder burgués y su propaganda sobre explotados y oprimidos.

 Hay en el reformismo la inversión de lo real, en tanto una táctica que esta ligada a como debe intervenirse específicamente en cada acto electoral, se desplaza a la condición de estrategia y de  este modo impone la permanencia en el contexto de dominación del poder burgués en tanto se apunta a lograr hacer más perfectible el régimen de democracia representativa que niega en sí mismo la participación directa de las masas de trabajadores en las calles , como el objetivo específico de la política . 

     El debate sobre la táctica electoral, la vigencia aún dentro de la clase trabajadora de ilusiones democráticas, bien que atenuadas respecto de otros tiempos históricos, remarca una y otra vez la importancia de ligar la militancia política con el programa revolucionario socialista y su instrumento de realización a través del poder obrero. Es necesario denunciar que la izquierda reformista es arrastrada en sus determinaciones signadas por el electoralismo sin principios. Es imperativo oponer al frentismo sin principios la construcción del partido revolucionario por el socialismo y la democracia obrera

 Llamar a los trabajadores a participar de las elecciones votando al FITU y sus candidatos leídos como el mal menor por su discurso de aparente autonomía política de clase, es convocarlas a una nueva frustración en tanto con ello se oculta la inversión que esa organización ha materializado en los hechos al colocar una táctica, la electoral y parlamentaria, de manera excluyente de toda otra acción, como estrategia.

Quitar al voto el carácter de fetiche realizador de un derecho por el que se abre un camino de decisiones y esperanzas respecto de trabajadores alienados y sometidos a un proceso constante de quita de subjetividad y condición de ser social, es la determinante del momento. En ese sentido teniendo presente ese objetivo , y que La diferencia entre el voto nulo y el voto en blanco es que el primero no es un voto válido, mientras que el segundo sí lo es y  por eso se contabiliza como sufragio emitido a la hora del escrutinio demos al voto la corporeización de la lucha contra el orden social capitalista  y su abolición.

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