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EL FENOMENO CRIMINAL LA ABOLICION DE LA CULTURA REPRESIVA COMO DETERMINANTE DE LA CONDICION MILITANTE REVOLUCIONARIA.

.
Cuando la opresión va a más muchos se desmoralizan, pero su valor crece.
Él es quien organiza la lucha
por ese centavo del salario, por el agua del té y por el poder dentro del Estado. Le pregunta a la propiedad:
¿De dónde eres? Le pregunta a las ideas: ¿A quién sirven ustedes? Allá donde reine el silencio hablará éL
Y donde impere la opresión y se hable del destino
dirá él esos nombres.
Allá donde él se siente a la mesa
se sienta también el descontento.
La comida sabe mal
y se reconoce que el cuarto es estrecho.
Allá donde lo persigan
allá irá la rebelión y de allá donde lo echen quedará la intranquilidad
(alabanza al rev
olucionario- Bertolt Brecht)

LA VERDAD ES LA ÚNICA REALIDAD
(Una poesía de Paco Urondo)
Del otro lado de la reja está la realidad, de este lado de la reja también está la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos gritos irreales de dolor real de los torturados en el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera son parte de la memoria, no suponen necesariamente el presente, pero pertenecen a la
realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro como los designios de todo un pueblo que marcha hacia la victoria o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse, a rescatar lo suyo, su realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.
(Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973
).

Las raíces estructurales del problema criminal sintetizado en la contradicción delito-seguridad reconocen su origen en el carácter específico del modo de producción capitalista y más precisamente en la relación que se establece entre la fuerza de trabajo y el capital como único modo de supervivencia del que la desocupación deviene necesariamente como fenómeno estructural

La comprensión de las causas y los factores que motivan el fenómeno social que se encuadra bajo el concepto “crimen” y la materialidad de relaciones intersubjetivas que están ligadas al mismo , exige ir más allá , del individuo catalogado como delincuente en su conformación biológica y psicológica. Esta visión del problema la impuso el juego combinado de instrumentos políticos y medíaticos como elemento de la cultura dominante.


Los discursos paridos desde disciplinas como la medicina, biología, antropología y psicología todos generados desde la intelectualidad funcional al poder burgués y la propia institucionalidad configurativa de ese orden jurídico-político se convirtieron , al igual que la Criminología positivista, en simples herramientas funcionales para la reproducción ideológica, es decir aparatos ideológicos para que la clase hegemónica continue con sus privilegios mediante la explotación de las clases marginadas.
De esta manera, es posible cuestionar postulados establecidos como únicos y excluyentes , , rompiendo así con las premisas que emergen con fundamental relevancia desde los medios de comunicación, constituyendo al joven trabajador o desempleado como enemigo social, por considerarlo peligroso y actor necesario de comportamientos previamente establecidos como socialmente prohibidos , bajo amenaza de pena .


En estas, como en tantas otras cosas , el objetivo de un orden social justo , con base antropológica, sustentado en relaciones sociales libres, impone superar la ideología reproductiva en el modelo económico capitalista. Así visto, el problema relativo a la construcción y captación de una realidad social, dentro de la categoría conceptual delito, y su traducción mediática por la noción de inseguridad, admite un desarrollo dialéctico, en tanto el discurso positivista criminolígico estigmatizante, antes enunciado, ha venido siendo contrariado por otras concepciones que lo niegan en su esencia, pero que no alcanzan a superarlo, con lo que la pervivencia de las tesis primigenias elaboradas por esa corriente de pensamiento perduran bajo distintos paraguas, que aún le otorgan sobrevida y resultan útiles a la construcción de la hegemonía cultural de la burguesía.


Si abandonamos esa visión clasista concentrada en las herramientas de poder que emergen desde la llamada criminología mediática bajo el paradigma de ley y orden , admitiendo que esa tarea que hasta hoy no ha sido emprendida desde los trabajadores con conciencia de su condición de tales , ingresando la crítica criminológica como otro espacio de la formulación programática revolucionaria, la posibilidad de superación dialéctica del fenómeno y sus afligentes consecuencias , se inscribe en la práxis militante y se suma a la tarea estratégica de abolición del poder burgués y sus estructuras legales


Hay que denunciar programáticamente , ese esquema intelectual y sus acciones de poder , que implica selectividad negativa , reduccionista, específico de la criminología medíatica positivista con despliegue continuo dentro de la cultura dominante que impone la burguesía , acudiendo como sujeto de ese discurso impugnativo a los trabajadores organizados, sobre los que deben desenvolverse las actividades de agitación y propaganda.


Si quienes honestamente encaran la militancia política no abandonan las actuales configuraciones activas y concretas que tienen reclamándose parte de una izquierda sin definición programática alguna , advertirán que el efecto de ese accionar puramente contestario sobre bases de valoraciones éticas, quedaran reducidos a la simple negación del fenómeno criminal tal y como se exhibe en sus apariencias , pero no habilitaran que ese discurrir del fenómeno avance hacia su autoconciencia por los trabajadores y consiga su superación positiva ampliando el espacio emancipatorio de esa clase por vía de la destrucción del poder burgués.


Visto desde esta perspectiva, lo que corresponde es lo inverso a toda definición del fenómeno criminal desde la tesis de guerra al delito y su sujeto activo inmediato , en la que se inscriben los llamados a la autodefensa que propone esa autodefinida “izquierda”.


Básicamente el fenómeno delictivo asume en la sociedad capitalista una complejidad tal que su abordaje no puede fijarse sobre la base de uno de sus posibles efectos es decir sobre sus consecuencias lesivas o dañosas , de los cuales habría que defenderse sino sobre sus múltiples causas a partir de ponderarlo como una relación social posible en el desarrollo de la producción generalizada de mercancías y sus crisis periódicas de sobreproducción, generadoras de desocupación , ejercito productivo de reserva y población económicmente sobrante.
Lo contrario a todas las variantes de “defensismo social” sea esta la gestada ideológicamente desde el propio poder burgués por vía de la criminología mediatica como “soporte intelectual de la norma represiva”, es oponerle una suerte de unanimidad en el “no”, a esa estrategia dominante de pensar y abordar el crimen como algo que se dice del hombre o se atribuye a algunos hombres , en tanto individuos desviados, , con deficiencias psicológicas y fisiológicas que los predisponen al delito, confrontándola con un abordaje de las causas del crimen en el hecho social, con base en la sociedad de clases y la naturaleza patriarcal de estos vínculos-


Los discursos políticos que se reducen a asignarle responsabilidad por el hecho lesivo concreto que ocurre rutinaria y permanentemente en nuestras vidas, al Estado, imputándole su falla en la políticas que desarrolla , o aquellos otros que propugnan acciones defensivas materiales sustitutivas de las omisiones que pueda desarrollar aquel, no dejan pese al ímpetu en que parecen envueltas de estar funcional y estratégicamente atados en el mejor de los casos a un discurso reformista, que termina por construir un neopositivismo criminal, con apoyatura en los estereotipos impuestos por el discurso mediático, de lucha contra el delito y exacerbación del discurso atinente a la inseguridad.


Una vez más esta presente el imperativo de ver al Estado en tanto estructura institucional del poder burgués , y con él, de todo aquello específicamente referido a cuanto atañe a la necesidad política de su transformación con eje en la modificación de las relaciones de producción, marca con rigor de tragedia social , sus carencias. Por esa vía se hace necesario mostrar el crimen o la criminalidad como emergentes de una construcción social basada en la estratificación social, resultante de relaciones de dominación y no como un comportamiento aislado de un individuo .
“El Estado capitalista es el producto natural de una sociedad dividida por clases sociales. La necesidad del Estado sólo surgió con la aparición de una división del trabajo basada en la explotación de una clase por otra y con la desintegración de la sociedad comunal. La nueva clase dominante creó el Estado como un medio para mantener al resto de la población a una sumisión económica y política» (Young, Taylor y Walton, p. 250 Criminología Crítica. Edit. Siglo XXI) ,


Es esa la violencia primigenia, fundante que luego se oculta bajo la forma jurídica que construye la ley como construcción abstracta de ese sometimiento violento inicial, para trasmutarlo en un consenso hacia esos paradigmas que exhiben al delito como un fenómeno individual desenvuelto por sujetos que han determinado sus acciones actuando de manera concreta lo que la ley prohíbe y penaliza.
Hoy es posible ubicar la crítica criminológica revolucionaria en el plano de lo objetivo. Estamos en condiciones desde la clase trabajadora de traspasar la ideología dominante y los poderes orgánicos que la instrumentan bajo relaciones sociales de explotación y opresión.


En nuestra existencia actual, el elemento esencial que debe ser denunciado por la propaganda militante , es que el orden jurídico nacido de las leyes que dicta uno de los poderes del aparato estatal que utiliza la burguesía poniendo en acto relaciones de opresión sobre el conjunto de los trabajadores , existe con un mínimo consenso, en tanto impone y naturaliza mecanismos de control social, con múltiples y variadas formas de manifestación.


Corresponde propagandizar que lo que se conoce como “delito” es en gran parte, la resultante de las contradicciones y de la violencia estructural que el mismo orden social capitalista propicia. En otras palabras, son las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales las que determinan de manera arbitraria y funcional, la caracterización de una conducta como delito y el encasillamiento de una persona como delincuente.


Podemos observar el problema desde plano diverso, si ubicamos al crimen en la naturaleza del mercado capitalista, en la estructura inequitativa de clases donde sistemáticamente se frustran los ideales meritocráticos que sirven para legitimar al sistema, y dentro de los valores centrales del individualismo competitivo que moldean y guían las frustraciones e ira de las personas.
Es igualmente criticable esta representación del criminal como individuo libre y autodeterminado, si se la vincula como lo hace la cultura burguesa dominante, con la concepción teleológica de la Pena estimada como necesaria consecuencia de la “culpabilidad” y como instrumento de enmienda, recuperación social y terapia anticriminal, elementos todos estos que constituyen el fundamento del derecho penal moderno, entendido como instrumento privilegiado de control y defensa social.


Lo dicho significa sostener que la construcción de las leyes, del sistema de justicia, del control social, la concepción del delincuente e incluso el Estado mismo, son medios empleados por las clases burguesas para mantener su condición de explotadores. Es preciso incorporar a todo programa de acción política un factor conceptual que debe ser asumido como estandarte por la clase trabajadora , señalando que la sociedad donde nos desenvolvemos es una sociedad de clases que estructura institucionalmente organizaciones estatales y para estatales para hacer funcional la dominación de una clase sobre otra.
Denunciar y destacar este proceso de criminalización de tipo ético e individualizante basado en la noción de culpabilidad individual, otorga la posibilidad de advertir que esa normativa solo juega para una parte de los infractores sociológicamente cualificados por su pertenencia a las clases explotadas y marginadas y no juega en modo alguno para la criminalidad del poder y en general para los personeros de los sectores económicos hegemónicos


Los trabajadores conscientes en forma autónoma como clase en sí y para sí, deben avanzar en la propaganda de un análisis que construye la noción de delito, como una de las tantas manifestaciones de un sistema de producción y las relación de poder que este gesta y desde ellos la propaganda hacia la clase en su totalidad . Es sustancial la pregunta sobre las condiciones que determinan la distribución de riquezas, ¿por qué hay ricos y por qué hay pobres? ya que no sólo delinquen los pobres, sino que las personas con alto grado de ingresos económicos igualmente delinquen pero no son reprimidas. ¿Cómo explicar tantos delitos de cuello blanco?, ¿cómo explicar la corrupción, dentro y fuera del Estado?, ¿cómo entender que el medio ambiente es aniquilado por empresas monopólicas?
En este contexto es perfectamente comprensible la posibilidad de existencia de la empresa delictiva, en tanto la misma no se diferencia por sus formas del resto de las asociaciones productivas o comerciales a la que los hombres recurren para optimizar sus recursos. Sin embargo, la diferencia esencial debe buscarse en la entidad del producto que elabora, gestiona ese emprendimiento .


Esto último, permite incluso, que pueda asumir objetivos legítimos desde los cuales, consumar conductas lesivas. Basta apreciar en este sentido, el predicamento en jóvenes de clases bajas, de las estructuras delictiva empresariales. Maravillados por el acceso a bienes que no son de su capacidad económica, los jóvenes ponen de manifiesto el fracaso de políticas públicas, integrando en alto número esas bandas.
Desde ese plano se gesta socialmente y se naturaliza por reiteración mediática y penetración ideológica, una asociación entre la falta de desarrollo psicosocial (inferioridad), la pobreza y la consecuente inadaptación a las normas sociales y por otro lado de forma paralela, se crea una disociación entre la empresa capitalista y sus delitos con sustento en la acción legitimadora del Estado.
En el mismo orden de ideas, se observa a los individuos como únicos responsables de los delitos eliminando de facto la influencia de la dialéctica estructura superestructura y con ello la relación de los explotados y oprimidos con las clases en el poder.


El punto de partida de una práctica, militante modificadora del orden social dado, con base en el abordaje del fenómeno social del delito y el castigo, es deslegitimar el discurso criminológico mediático denunciando su función de aparato ideológico, justificativo de las necesidades represivas y disciplinarias de la sociedad capitalista; ligándolo con el planteo de conjunto de crítica política a la sociedad burguesa en tanto la criminalización es tan sólo una manifestación más de la dominación,
En igual medida debe poder transmitirse y propagandizarse que los intereses de esta clase dominante son plasmados en el derecho penal , por lo que resulta inadecuado acudir a sus herramientas como posible vector para la solución de conflictos sociales en tanto, las leyes penales defienden los intereses de la clase dominante y no los de la población y que por ello los órganos represivos del Estado protegen los intereses de esta clase, y no los de la sociedad en su conjunto.
Otro aspecto de la propaganda militante bajo programa socialista revolucionario es advertir con firmeza que no hay una noción abstracta de seguridad que se ubica por encima de las clases sociales como valor que debe ser defendido por todos por igual. Por el contrario lo que existe, en el plano de lo real y concreto es la “seguridad” de los dominadores que se traduce en la continuidad pacífica y reproductiva de esa dominación de clase.


La Constitución en tanto sistema de normas configurativo de un Estado, las leyes y los códigos que en su consecuencia se dictan se exhiben por la burguesía ante los ojos de los trabajadores y el conjunto de los sectores sociales oprimidos como los reguladores formales del funcionamiento de una sociedad. Este dogma, crea la ficción de la imparcialidad, inviolabilidad, e inmutabilidad del orden jurídico, ocultando que el fenómeno jurídico, en última instancia, es la manifestación superestructural de las relaciones de clase y de producción capital-trabajo.
La ley es la expresión formal del poder burgués y de su Estado, no sólo porque regla su funcionamiento y pena las violaciones a la ley, sino porque arma todo el entretejido de argumentos que moldea la conciencia y la moral de toda la sociedad.
Tal vez, sea preciso cerrar tanta palabra, tanto tecnicismo, que precisa esa realidad dramática que implica la violencia descargada sobre los cuerpos , negando este formato que impone la precisión de la palabra y los conceptos por los que nos enteramos que muchos participamos de esos signos de explotación y opresión, de otra manera que resulte lo inverso formal de todo cuanto hemos dichos, pero coincidiendo con el poeta Paco Urondo en la sustancia vital de este único transito por el mundo del que somos poseedores por el solo hecho de haber nacido:

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:
sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
sirve y se corrompe.
Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.

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