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Nuevo Curso

EL ROSTRO DESHUMANIZADOR DEL CAPITAL

La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un «inmenso arsenal de mercancías»1 y la mercancía como su forma elemental” Carlos Marx. El Capital tomo I Cap. I)

“Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él” Jean Paul Sartre

Se difunde por las llamadas redes sociales, en forma insistente y profusa, este cartel propagandístico que precede a este texto. A simplemente vista su instalación conmueve y mueve a su lectura y consideración, en particular para ver si esto que vemos denuncia un problema especifico o deja ver un problema de mayores proyecciones que el que se infiere inmediatamente y por la apariencia sensible de esa producción.

No es la especialidad del fenómeno que se pone en imagen con la foto que ilustra este texto lo que adquiere sustantividad en nuestra existencia sino el carácter o la condición de objeto mercantil del medio empleado que altera el existir de la condición humana y los núcleos sociales básicos en que esta inicialmente se construía.

Lo significativo es no reincidir en el fenómeno buscando explicarlo críticamente, porque no es dotando al objeto de capacidades diversas de su valor de uso, extensivas a los vínculos, no es fetichizando a la mercancía en sí, que se consigue la comprensión certera de lo que sucede y desde lo cual se abre un juicio moral.

Las razones que habilitan a dar con el fenómeno en sí, hay que buscarlas de modo crítico en la reformulación de cómo se instituye al sujeto en este modo relacional que plantea el orden burgués -capitalista y en el alcance que toman esos vínculos a partir del empleo frecuente y extensivo de un objeto que no tenía existencia con anterioridad en el mundo de las mercancías que es el núcleo fundante de la sociedad de acumulación y reproducción del capital

Una brújula en la percepción y conocimiento crítico del fenómeno en análisis, tal como lo representa la ilustración, es acudir en la tarea que nos planteamos, a la noción de reconocimiento mutuo y establecerla sobre el núcleo social primario familiar que se afirma avasallado por la mediación de uno o varios aparatos que paradójicamente se dice que sirven para “comunicarse”

La referencia que se toma del otro en forma tal que esa situación objetiva implique con el otro un reconocimiento mutuo y no una situación de poder que impone el servilismo del uno hacia el otro es la que permite , y hace posible ver cuál es en sí, el alcance de la condición humana en todo esto que refleja la objetividad del fenómeno , es decir permite   apreciar hasta que punto   entre los seres humanos posicionados en la condición de clase en que se ubican por su situación en las relaciones productiva , se ha producido una reformulación del existir que llame al juicio moral disvalioso que procura instalar la imagen que comentamos.

 En la dialéctica del uno con el otro tal como es en el terreno de la realidad, lo que parece enfatizar el uso cultural de un aparato de telefonía móvil, es un desplazamiento de los vínculos fraternales y amorosos entre las personas que antes integraban un núcleo básico relacional primario sobre el que el individuo se posaba para desde ahí ampliar la extensión de sus vínculos, extremo que hoy perfila los signos inequívocos de su defunción.

Estamos en presencia de una nueva expresión del fetiche de la mercancía, que instituye nuevos efectos conductuales, a partir de una resignificación de la relación amo –esclavo que se sigue de la acción humana cosificada, que pone en cualquier mercancía la posibilidad de constituirse en un bien al que se le dota de capacidades y aptitudes diversas de su valor de uso.

El espacio de la intervención revolucionaria con perfil superador de lo dado no puede partir sino de la comprensión de esta fechitización y este desplazamiento ideológico consciente que el poder hace de el uso y la significación que los individuos le han dado a la mercancía en sí.

Ese sentido superador de lo existente con rostro humano orientado a la construcción de una nueva sociedad con nuevos hombres-mujeres, el  que instituye el amor  como momento fundante de lo humano en sí,  que luego  de su emergencia exige  construcción consciente  en permanencia frente a las tendencias destructivas de la fetichización de los objetos  que solo ceden por una presencia fuerte del deseo y los objetivos compartidos, aunque hablar de esto en nuestro tiempos de existencia  se torne cada vez más angosto y en cuesta arriba.

   Sostiene Ernesto Guevara de modo sencillo y con claridad y casi como pidiendo permiso, que se permite decir aún , a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. No parece posible otro punto de partida en la faz subjetiva, que esa condición necesaria en el sujeto social del cambio, más allá de su posicionamiento objetivo como clase trabajadora en sí.

Se trata de lo inverso al quietismo ante lo dado o la simple queja con perfil puramente moralista abstracto con nostalgia por lo que fue y ya no es. Esto implica salir de la queja por la queja misma, con su añoranza por el tiempo pasado y la denuncia de lo impertinente que resulta la pretensión del retorno de lo que ya no es.

Esto implica acción consciente que deviene del propio existir cotidiano para comprender el fenómeno renovado del fetichismo por sus apariencias objetivas sensibles y con esos datos avanzar hacia una negación de esta negación que implica la ruptura de los vínculos intersubjetivos nucleares y fundantes del ser de cada persona. Hay un fenómeno dado que nació por la negación de lo otrora existente a caballo de la necesidad de una nueva sociedad mediada por los objetos de manera fetichista para lograr sacar de la crisis de reproducción a las relaciones sociales capitalistas. El espacio moral, el recorrido ético sobre lo dado y el juicio valorativo emergente de lo que grafica la imagen, resulta impertinente y estéril, si no se conoce con certeza el alcance y sentido de esta nueva realidad del control social de pocos concentrados en el poder político sobre muchos, con raíces en relaciones de explotación y opresión. Es tiempo de avanzar sobre estos signos inequívocos de la decadencia de un modelo de orden y producción social en crisis para superar lo dado con la construcción de un nuevo orden social superador de la relación capital-trabajo, y hacerlo bajo las premisas del programa socialista desde donde se genere un nuevo hombre-mujer.

La emergencia de lo dato, la necesidad de su superación dice nuevamente sobre la pertinencia de la premisa revolucionaria, en tanto la revolución social no es otra cosa que un vasto sacrificio necesario al porvenir.  Estamos pese a las apariencias sensibles que ideológicamente se ordenan desmereciendo la tesis revolucionaria, en un orden social capitalista incapaz de organizar una paz social verdadera. Existimos, presenciamos, nos involucramos consciente o inconscientemente en un modo de producción imposibilitado de sacar de sus mejores avances técnicos, la aptitud de dotar a la condición humana de bienestar material, libertad, seguridad, dignidad.

La revolución en tanto método de militancia existencial individual y objetivo político estratégico del ser colectivo de una clase social explotada y oprimida, tiene en las condiciones actuales de sobrevivencia en la reproducción de la existencia, legitimidad y viabilidad para alzarse como dirección final frente al capitalismo. El espectro de la guerra ya desatada, sus alcances y sus proyecciones pone en tela de juicio a la humanidad misma si la clase trabajadora no hace consciente y no supera el fenómeno específico de la fetichizarían de la mercancía y rechazándolo afirma un nuevo orden social superador de la barbarie ínsita en toda relación de servidumbre.