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LA ENAJENACIÓN HUMANA Y LA REVOLUCION .

La enajenación del hombre, su pérdida de sí mismo y su cosificación inherente a la reproducción capitalista que hoy exhibe su crisis con expresión globalizada, es el factor omitido en los discursos políticos contenidos en el sentido común que conforman los efectores burgueses de su ideología de clase, leída esta como factor de gestión de falsa conciencia.

Desde el pensamiento y la forma lógica-dialéctica en que este se estructura para verificar su racionalidad, el señalamiento teórico y la ubicación de la alienación como elemento existencial del ser humano, implica en su desarrollo una reflexión filosófica de protesta rotunda del sometimiento humano a la condición alienada, enajenada que se sigue del mecanismo fetichista de dotar a las mercancías de aptitudes superiores a su condición de objeto con valor de uso

Sin embargo, esa exposición de lo que implica en sí , este proceso de alienación del ser humano está a la vez  imbuida del mayor acto de fe, lucha y esperanza para con  ese sujeto, en su capacidad para redimirse y reconstruir desde sus cimientos materiales los elementos espirituales de libertad, igualdad y fraternidad, desafío y apuesta existencial que debe emerger desde la clase trabajadora precisamente por su situación en el proceso productivo de mercancías que le impone para su sobrevivencia la relación social que constituye el capital.

Es importante no perder de vista este factor subjetivo, precisamente cuando en términos generales se habla de condiciones subjetivas para la transformación revolucionaria del orden social capitalista. En ese sentido habrá que advertir que la articulación de la existencia del individuo real, como miembro de una sociedad y una clase social dada, donde al mismo tiempo, está atrapado- subyugado  por  esa sociedad conformada en el orden social-relacional capitalista,  que lo fija independientemente de su voluntad, a una existencia material determinada en donde se desenvuelve su enajenación y el dominio de la mercancía sobre su existencia , en forma tal que él se transforma en objeto y la mercancía en sujeto. El trabajador crea la mercancía dotándola de su objeto con valor, luego la mercancía lo cosifica y lo somete al tornarse elemento deseado y necesario para la propia existencia del trabajador.

En la sociedad capitalista, los seres humanos son dominados por los productos que han creado y viven en un mundo en el cual las relaciones recíprocas aparecen, “no como relaciones directamente sociales entre las personas mismas, (…) sino por el contrario como relaciones propias de cosas y relaciones sociales entre las cosas” ……Lo misterioso de la forma mercantil consiste (…) en que la misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. Es por medio de este quid pro quo como los productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales. (…) Lo que aquí adopta, para los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre cosas, es sólo la relación social determinada existente entre aquellos. De ahí que para hallar una analogía pertinente debamos buscar amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso. En éste los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos de trabajo no bien se los produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil “. (El Capital. Tomo I)

Por eso quienes solo posan la mirada en el desarrollo de las fuerzas productivas en una mera lectura economicista del fenómeno , no tienen presente que las relaciones sociales de producción, deben ser entendidas no sólo en términos estrictamente económicos sino, en un sentido más extenso e insondable que intenta abarcar la humanidad plena del hombre, en tanto ser natural como cualquier otro ser biológico que es, al mismo tiempo, indisolublemente ser activo y pasivo, ser trasformador de otros seres y de la naturaleza pero, a su vez, trasformado por esos mismos seres y por esa misma naturaleza en un contexto de relaciones donde se enajena en la mercancía para lograr existir .

Es por esta razón que la economía merece no solo una lectura política sobre sus propios basamentos sino una intervención filosófica en clave de la tesis XI sobre Feuerbach, en el sentido de que esa intervención humana no debe ser meramente interpretativa de lo dado, sino transformadora de esa realidad.

En ese contexto el apego a la tesis según la cual, las fuerzas productivas siguen desarrollándose en el modo de producción capitalista tal como se exhibe en la actualidad y ello impediría toda posibilidad de transformación revolucionaria en tanto las relaciones sociales capitalista no resultarían una traba, un obstáculo para ese desenvolvimiento objetivo, no deja ver este otro espacio de análisis del proceso social, que permite incorporar a su  dialéctica, este malestar en la cultura que expresa un sujeto agobiado, sin horizontes, viviendo el día a día y sin proyecto colectivo que lo integre al medio social donde se desenvuelve.

Pero el hombre es al mismo tiempo, ser pasivo, necesitado de las condiciones naturales.  Es un ser vivo, dependiente de esa misma naturaleza que transforma y, a su vez, ser integrado a la transformación de la naturaleza por otros seres.

Para alcanzar la realización plena de la humanidad del hombre, su principio y su fin, radica en el reconocimiento de estas fuerzas que lo encadenan, y a la vez el reconocimiento del otro en sí que se constituye aquel ser humano con quien se relaciona socialmente.

Esta teorización del fenómeno contenido en el devenir dialéctico de la enajenación en la producción de la mercancía y su alienación con referencia a esta expresa la necesidad de su reconocimiento rea por el trabajador en plano consciente como clase para sí, que le impone la necesidad de avanzar estratégicamente en un proyecto revolucionario de lo social a través de una gestión propagandística y organizativa con estructura de poder político, de una moral política comunitaria.

      El gran inconveniente para propagandizar  con rasgo de práctica militante concreta, esta necesidad de avance en el proceso de conformar en la clase trabajadora  “en sí”, el paso consciente a clase trabajadora “para sí”, es decir la traslación de ideas y conductas hacia  esa específica moral-política comunitaria, es la presencia de un factor común a todos quienes ponen en realidad su fuerza de trabajo recibiendo un salario por esa determinación conductual, haciendo precisamente que sea visto como tal, es decir, como elemento unificaste de la diversidad subjetiva.

       En ese sentido, la propaganda militante debe hacer  que se aprecie ese rasgo común  objetivo ,situado en el proceso mismo de la producción mercantil,  como  factor de encuentro intersubjetivo a partir  del hecho desnudo y primario de una situación que los afecta de conjunto , marcado por  la vivencia íntima de la explotación y el consiguiente  grito  frente  a ella por sus efectos negativos, vinculándolo al propósito de resistir ese orden social, para vertebrar desde allí una práctica revolucionaria ordenada  en torno a los valores sociales y morales que se corresponden con el programa socialista.

Las condiciones para esa actividad de propaganda revolucionaria están dadas en sí mismas, en tanto están encarnadas en cada uno de los trabajadores que viven la penuria existencial desde una soledad generada en su propia alienación de contornos significativamente negativos que lo instan hacia la necesidad de cambiar.

Sin embargo, i todo esto no se expresa en actos sociales, no adquiere capacidad para avanzar en orden a la tarea estratégica de terminar de raíz, con el orden capitalista y la burguesía en tanto clase social. El descontento individual, y la angustia existencial que proyecta como consecuencia de la enajenación-alienación que padece es solo una disposición negativa personal de cada trabajador, pero en ningún momento implica la superación de lo dado en tanto no se integre a una praxis colectiva que se oriente en ese sentido del cambio.

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En nuestro tiempo, no es un dato de la realidad que el trabajador haya abandonado su posicionamiento político cercano a un ideario socialista, concentrado en un modelo de sociedad cuyas relaciones se regulen por un principio de justicia. Los trabajadores permanecen aún fieles a esta construcción política próxima al programa mínimo de atención a sus intereses objetivos, pero a la vez, es un revolucionario sin revolución.

Por ello, siendo la vivencia de la opresión que impone la alienación, condición necesaria para la acción política, ella misma, no es suficiente por sí sola para que esa situación tenga entidad eficiente como para liberar a quien padece esas cadenas invisibles que le impone la mercancía. Escapar de la soledad trágica de la miseria y la explotación requiere el establecimiento de una comunidad orgánica que borre el gesto sombrío del rostro del trabajador.

Ocasional o duraderamente, los trabajadores no están en condiciones de prever la salida a su propia explotación. Esto plantea la necesidad de un movimiento de exportación ideológica del programa socialista hacia la clase en sí, siendo ese el centro de la actividad militante y de la organización partidaria de estos.

La soledad existencial del trabajador, es a la vez “fraterna” a la soledad de otro trabajador porque ambos padecen en sí, el mismo proceso de alienación, pero a la vez, están persuadidos de la necesidad de terminar con ese orden de cosas. La espontaneidad es clave en los procesos sociales, el socialismo es la forma ideológica de superación de la explotación capitalista. El saberse solos en el mundo por parte de cada trabajador es una vivencia negativa que solo se supera por la vivencia superadora de la comunidad de intereses de clase.

Los acontecimientos que se viven en Jujuy , anteriormente referenciados a lo largo de este último período dan cuenta que es precisa una instancia recuperadora de los gritos solitarios de los trabajadores explotados por vía de una organización política que haga del clasismo y el programa socialista su razón de existencia, a condición que la isma no se proponga exportar consigna alguna o principios  de análisis , ya que el obrero -trabajador realmente existente conoce perfectamente lo que le ocurre  en una situación dada pero requiere en igual media de un factor organizativo catalizador de la demanda colectiva de la propia clase.

La superación de la soledad obrera solo es pensable en el proceso de lucha, que puede ser organizado por el partido a partir de las condiciones realmente existentes y nunca desde un aparato que manipule condiciones abstractas pergeñadas intelectualmente en su seno. En ese caso el partido deja de ser tal para convertirse en una maquinaria que discurre paralela a la propia clase trabajadora y alejada por ende de su seno.

La revolución, vista como acto político transformador y superación de las contradicciones del orden social al que concurre a abolir, tiene posibilidades reales de liberar al trabajador de la presión de las necesidades económicas, vitales.  El poder obrero, instalado al solo efecto de la abolición del Estado configurativo e institucionalizado del poder burgués, por vía del desarrollo de la democracia obrera y el programa socialista, emancipa al trabajador como individuo, librándolo de la enajenación en todas sus formas.