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Nuevo Curso

EL JOVENCISMO Y SU PROYECCIÓN POLÍTICA

NUEVO CURSO

El lugar de los jóvenes ha sido siempre la razón subyacente al conflicto que en sí mismo supone el fenómeno social que implica hacer el espacio vital para que emerjan y su desarrollo subjetivo no se vea obstruido por quienes se muestren renuentes a esa irrupción. Si a esa percepción se le agrega además que lo sustantivo de esa dialéctica viene marcada porque la situación no es estándar y generalizado al hombre en sentido abstracto sino por la organización social que impone con forma jurídica la real división de la población en clases sociales antagónicas, de modo tal que nunca es igual el posicionamiento frente al problema de trabajadores y burgueses. Esa diferenciación objetiva la impone el trabajo como acción genérica humana y la producción generalizada de mercancías.

Es relevante hacer entendible al trabajador las circunstancias de su mundo existencia, que usualmente se ofrece a la consciencia como una abstracción pues resulta el más desfavorecido por esta marginalidad productiva que exhibe el paso de los años.

Las abstracciones, no sólo conducen a los seres humanos a asentir a la realidad inmediata, sino que hacen parecer a las desigualdades sociales y la explotación, como algo naturalmente determinado.

Dicho de otra manera, la edad social a través de la cual se adjudican derechos y deberes a los individuos, o en sentido inverso se les retraen y lo llevan a la marginalidad, atraviesa el ámbito político, económico y social.  

El problema es relevante porque las apariencias del concurrente fenómeno político en contextos electorales artificialmente generados desde el Estado, nos muestran una presunta embestida de “los jóvenes” que han decidido abrazar formulaciones no civilizatorias para marcar su espacio de ambiciones y deseos desde las cuales postulan configurar el todo social. Es la libertad expresada como utilitarismo, y “vida al día” despojada del otro, la que perfila como el fetiche que podría explicar lo dado.

Dentro de ese escenario se expresa también la aversión por lo viejo, es decir, el desprecio por lo absolutamente diverso y la descalificación de toda otra experiencia anterior. Ese sentir no es abstracto, sino que se impone por prepotencia de recursos sobre cada individuo concreto que haya corrido por este mundo más de cincuenta años.

Por eso más allá de la imagen proyectada de jóvenes que extienden su adolescencia en espacios temporales no vistos anteriormente, que vivan a un candidato presidencial que busca representarlo y vender espejos de colores que impugnen como sea lo dado, es necesario buscar cuales son las tendencias históricas que nos derivaron en este desprecio existencial que tan bien Bioy Casares expuso en su novela Diario de la Guerra del Cerdo.

Lo cierto es que el empleo del “viejo de mierda” a flor de labios, suena como anatema y liberación conjunta. Exhibe la posibilidad de colocar al otro por tiempo de vida transitado en el existir o en el marginal espacio del desplazamiento que impone la inutilidad. Tal es el extremismo de ese hacer que los que se ven sobrevenir en proximidad a las líneas estéticas y etarias de la vida biológica ya prolongada, tratan infructuosamente de huir de tal condición.

 Buscando poder entender todo esto, es necesario pasar de la singularidad de la experiencia a la manera general en que el ritmo de las relaciones de producción marca la lógica particular de la vida de los hombres. En ese sentido, la categoría trabajo permite explicar los conflictos que surgen en la formación de la subjetividad en quienes habitan las urbes contemporáneas. Eso explica que los seres humanos vivan disociados de su entorno al envejecer.

Uno de los puntos medulares de una lectura y practica social a partir del Marx revolucionario, remite a la necesaria transformación de la sociedad a través de la lucha de clases. que es una herramienta conceptual que impone la objetividad de la vulnerabilidad del individuo desde su inclusión dentro de la construcción de lo que es una clase social, a partir del marco que le da el proceso de producción.

El envejecimiento, es un aspecto del devenir existencial del hombre y su trabajo en la medida en que, ese hecho de la naturaleza, se proyecta como un conflicto intersubjetivo constante en las urbes contemporáneas, que se intensifica en la velocidad y exigencia de productividad.

Para desenvolver la trama relacional en la cual reside la verdad del fenómeno discriminatorio, es esencial tener presente como pauta, el rechazo de lo inmediato como algo dado, En sentido inverso, hay que reparar en que la objetividad inmediata del mundo, para ser comprendida, requiere del despliegue de las condiciones (premisas materiales) que dan lugar a lo que se presenta como lo que aparenta ser.

La forma en que tanto las cosas como las relaciones sociales se nos aparecen, presume en todos los casos, la existencia objetiva de condiciones o premisas materiales que dan lugar a lo que es, por lo que es necesario poner atención a su historia, leída como desarrollo que se ha desenvuelto hasta el momento anterior.

Ese espacio anterior de lo dado, ese devenir histórico tiene que ser pensado como la concatenación lógica de los antagonismos entre dominados y dominantes (en el cual la lucha es el rasgo determinante) y el desenvolvimiento de las fuerzas productivas por el trabajo; pues este mismo, en tanto ser genérico del hombre, marca la transformación de la naturaleza a través de los medios con los cuales se apropia de ella.

El trabajo es el metabolismo de la naturaleza a partir del cual se genera el mundo material en que se desenvuelve nuestra experiencia de vida En ese sentido, en El Capital, dice expresamente:

El proceso de trabajo, tal como lo hemos presentado en sus elementos simples y abstractos, es una actividad orientada a un fin, el de la producción de valores de uso, apropiación de lo natural por las necesidades humanas, condición general del metabolismo entre el hombre y la naturaleza, eterna condición de la vida humana y por tanto independiente de toda forma de esa vida, y común, por el contrario, a todas sus formas de sociedad [Marx, 2007: 223].

Si observamos las herramientas que en cada época los hombres han utilizado para darle existencia real a ese proceso metabólico, podríamos trazar una línea del tiempo que marca las épocas en las cuales los seres humanos han cargado de significado sus vidas.

Es por ese motivo que se impone como método, la critica a las categorías de la economía clásica, que se asumen como ideas dadas a partir de una «supuesta evidencia», que no admitiría interrogantes. En igual sentido respecto de aquello que termina por darse en llamar “vejez”

Hay una narrativa de vida en los hechos que nos tocan sobrevivir , que responde a la instauración  en cada uno de nosotros, impuesta desde fuera , de una «lógica de la vida», a partir de la cual se intuye y se dice,  aquello que se espera de los seres humanos en cada etapa del desarrollo de su existencia de manera que en cada uno se puede estar en ella o por fuera de ella, momento en que por ello se deberá soportar las contingencias de esa marginalidad constitutiva que parece real y es solo apariencia , sombra en la caverna del devenir.

 Si los fenómenos suceden de esta manera, la cuestión no centra su atención en la manera en que dentro de cada experiencia particular cada hombre se relaciona consigo mismo, sino  que será relevante poner el acento al modo en que en las subjetividades encuentran su lugar de pertenencia, en las formas de conducta y acciones concretas que se esperan de cada uno en un ámbito en que para satisfacer las necesidades básicas de la vida, gobierna el intercambio generalizado de las mercancías, y aunque la afirmación de la vida individual como proyecto a realizar es la que prevalece, la cadena de interdependencias que atan y condicionan a los individuos es más significativo.

Uno de los problemas acuciantes del entorno contemporá­neo es el no-lugar de la vejez. Dicho de otra manera. El espacio no previsto y solo marginal que se dispone como ningún territorio y al que se accede llegado un momento del ciclo biológico individual.

A pesar de que los seres humanos en su acción individual y en conjunto crean el mundo material y simbólico en el cual se desenvuelven, las aportaciones que cada uno hace al proceso de creación y transformación del mundo no son de igual significación. Esta disparidad material es lo que lleva a que alguna de ellas se borre y pulvericen al cabo de un cierto tiempo así que antes de que los seres humanos concretos perezcan, se les echa fuera del proceso productivo (fuente privilegiada de sentido en el mundo contemporáneo) y viven el resto de sus días en un entorno que les excluye de las relaciones que se consideran constitutivas de la sociedad.

La manera en que se organiza el trabajo y se producen las condiciones materiales de existencia es el modo en que la división social del trabajo administra el ciclo de vida de los trabajadores estandarizándolo, colocando sobre el individuo la carga completa de sí mismo.

En el capitalismo en crisis de reproducción, la vulnerabilidad del sujeto envejecido es la que no debe tomar lugar en razón de que su constatación naturaliza la marginalidad y el desprecio social.

En el ámbito de la experiencia particular, es decir, en el espacio en el que se desenvuelve la vida de los individuos, todo rasgo del sujeto envejecido ha de ser, si no negado, al menos borrado (o disfrazado), El sujeto individual puede formular una idea de sí e intentar realizarla en el mundo. Sin embargo, esa misma idea se confunde con una fundamentación esencialista del individuo, que es su capacidad de trabajo y adaptación a las condiciones materiales de los objetos que este genera.

El trabajo y la capacidad de vender la fuerza de trabajo es el espejo que marca las arrugas y no los innumerables caminos cosméticos dispuestos a disfrazarlas. La puja por el espacio de los jóvenes, el aceleramiento creciente de las innovaciones comunicacionales, la variación de los formatos existenciales hace que vejez se emparente íntimamente con obsolescencia, y ubique al sujeto en el no sujeto, sino en un objeto carente de valor de uso.

La coincidencia de los seres humanos con su propio mundo, es una de las tantas promesas incumplidas de la revolución que llevó a la burguesía al poder y a conformar el orden social a imagen y semejanza de los dictados de sus intereses materiales. Sin embargo, el siglo XXI, nos ha impuesto claramente el hecho diverso que lleva a que si bien se venera que seamos capaces de figuramos un horizonte en el cual la realización de las potencialidades humanas sea asequible para todos, ello no implica que efectivamente avancemos en tal dirección, o que la realización de la idea de libertad y plenitud vaya a la par del desarrollo del capitalismo.

Esa constatación objetiva, es la premisa con la cual resolver la prepotencia vana de jóvenes enmascarada con un discurso de libertad tan viejo como la burguesía misma. Es desde ahí que la superación del conflicto social que impone la coexistencia de varias generaciones en el proceso productivo y la lucha despiadada  por el espacio vital del trabajo , no admite otra vía que el emprendimiento conjunto y consciente por los trabajadores de tareas políticas de destrucción del Estado de la burguesía y su decadente orden social hacia otras formas sociales, signadas por el programa socialista, su idea de libertad como contribución social y necesidad individual , abierto por la eliminación de la ley del valor y de la división en clases.