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NECESIDADES Y DESAFÍOS PARA LA CLASE TRABAJADORA

La posición del marxismo está muy por encima de todas las variantes del centrismo y de sus errores. Existe una sola corriente en la clase obrera capaz de transformar a los sindicatos en organismos de las masas y dotarlos de una auténtica dirección revolucionaria, y es la que estudia cada problema desde todos los ángulos, cuya sangre y médula están imbuidas de la comprensión marxista de la relación entre la clase y su vanguardia revolucionaria. En esta cuestión fundamental no cabe la menor concesión o silencio ( León Trotsky)

En el lugar específico de la política todo tiene significación por insignificante que parezca el sujeto o grupo que lo genere.

Sin embargo, y por referencia a ese ámbito del fenómeno social en sí, es usual ubicar análisis que tienen un criterio selectivo del fenómeno social, que hunde raíces en el puro idealismo filosófico.

Para quienes operan sobre la realidad, con ese tipo de criterios, les resulta necesario   para poder identificar a quienes protagonizan actos políticos, utilizar la categoría-calificación “centrismo”. Por ella se adjetiva como “centristas” a aquellos que se ubican en el centro o punto medio entre dos extremos claramente demarcados entre sí, porque uno importa la negación del otro.

Esa es en todos los casos si se quiere, una descripción geométrica o topográfica, útil para ideologizar lo dado, pero no para acercarse al conocimiento del fenómeno en sí.

Dicho de otra forma, por la formación del criterio de base lineal o geométrica expuesto, el método aplicado no resulta suficiente para poder acceder al fenómeno que se pretende conocer, en tanto los conceptos políticos no se definen por sus características formales sino por su contenido de clase, a partir de la advertencia de que nos desenvolvemos en todos los actos humanos, en una sociedad de clases y que, en ella, por ende, toma cuerpo la ley histórica de la lucha de clases.

Siguiendo esa premisa, y siempre en búsqueda del análisis y comprensión de los hechos que componen un fenómeno de naturaleza política en sí, la experiencia histórica de más de un siglo ha venido a dar cuenta que desde esa perspectiva es posible constatar tres tendencias dentro de las cuales discurre el hacer de la clase trabajadora   bajo el capitalismo en su régimen imperialista pueden tener significaciones reformistas, revolucionarias socialistas y centristas.

Dicho de otra forma, en toda acción o discurso generado desde la clase trabajadora en sí, es posible visualizar o advertir, significaciones o efectos de corte, reformista, revolucionario y centristas.

Con base sociológica en los sectores más elevados de los asalariados que conforman una suerte de a aristocracia dentro de la clase  y  quienes se perfilan en las huestes de la burocracia sindical se conforman una capa muy importante y poderosa de asalariados  con una mentalidad que en la mayoría de los casos es pequeñoburguesa  por sus efectos y por la clase opuesta en donde buscan reflejar en su pensar y modos de existir .en virtud de sus condiciones de existencia y formas  sin dejar de adaptarse al proletariado sobre cuyas espaldas se encaramaron. En el plano del espacio político formal, esos sectores se ubican en lugares de poder y bienestar supremos aferrados a los canales del parlamentarismo burgués.

Estructurados en grupos o partidos políticos estos sectores mantienen en parte una mentalidad pequeño-burguesa y, más frecuentemente, la actitud hipócrita del pequeño burgués hacia la base proletaria.

 Hay que tener presente en este sentido, que la etapa imperialista de la evolución, que agrava constantemente las contradicciones, frecuentemente obliga a la burguesía a transformar a los principales grupos reformistas en verdaderos activistas de sus monopolios y maniobras gubernamentales. Esta es la característica del nuevo – y mucho mayor – grado de dependencia de los reformistas respecto de la burguesía imperialista y le da un sello mucho más particular a su psicología y a su política, haciéndolos aptos para tomar directamente el timón de los asuntos del estado burgués.

En nuestro país existen muchos grupos pasibles de ejemplificar cuanto señalamos, pero de todos ellos son los más significativos los partidos que conformaron hace tiempo el FITU  quienes en todos los casos resultan por sus actos, y sus discursos,  intelectualmente orgánicos a la premisa de  proteger no solo la propiedad en general, sino principalmente su propiedad ganada a partir del aparato político conformado en una cooperativa electoral prebendaria de leyes electorales y sistema constitucional de partidos políticos dentro del orden jurídico burgués.

Ellos en tanto FITU, “tienen que perder” y les importa mucho tener el collar del amo puesto en su cuello, si es que esa situación de servidumbre funcional, les permite seguir siendo.

Una política obrera posicionada frente a estos sectores, tiene que estar dotada de un sistema de lucha ideológica y metodológica que se oriente en primer orden al derrocamiento revolucionario del estado burgués uniendo a los trabajadores en poder obrero bajo forma de dictadura y reorganización de la sociedad de manera socialista.

Sólo la minoría más avanzada en tanto sector más consciente de la clase obrera es revolucionaria en sí y para sí, en la medida en que se presenta apta para tomar la iniciativa del cumplimiento de esta tarea, basándose en un programa claramente definido y es, poseedora de una gran experiencia de lucha concentra en torno a sí a una mayoría siempre creciente del proletariado con la perspectiva de hacer la revolución socialista.

Mientras dure el capitalismo, que le impone ideas perniciosas al proletariado, no puede

esperarse que desaparezcan las diferencias entre el partido – producto de la selección ideológica – y la clase – producto automático del proceso de producción -. Sólo después de la victoria del proletariado – caracterizada por un auténtico reanimamiento económico y cultural de las masas, es decir, por el proceso de liquidación de las clases – el partido podrá disolverse poco a poco en las masas trabajadoras hasta que, igual que el estado, desaparecerá.

Sin embargo, la lucha de clases torna frecuente en esta etapa la presencia de grupos de transición que cambian constantemente de ropaje y se encuentran siempre en estado de transformación y desplazamiento con fuertes tendencias hacia el reformismo y en otras instancias con apertura a las praxis revolucionarias. Lo esencial de esta caracterización es su carácter transitorio, es decir, la puja en su interior por definir su orientación reformista o revolucionaria. Si en ellos buscamos una base social de clase definida nos encontraremos con dificultades específicas. No obstante, y solo a título indicativo, es posible decir que el centrismo refleja el proceso transicional en el seno del proletariado, las distintas oleadas dentro de sus distintas capas y las dificultades que estorban el avance hacia posiciones revolucionarias definitivas.

Las masas de trabajadores, estructurados solo como clase en sí o con la conciencia sindical mínima, pueden en determinado momento ubicarse en un plano de indiferencia con referencia a estos posicionamientos de orden político. Es lo que ocurrió en Argentina en lo que va de este siglo y ya en los finales del anterior, disimulado por la prevalencia del populismo en sectores medios o la irrupción piquetera de las personas ubicadas económicamente en lo que se conoce como población sobrante, que por su desempleo estructural no pueden ser estrictamente consideradas como clase trabajadora en sí.

Es ese también, un fenómeno transitorio que aún cuando tenga una extensión bastante considerable en el tiempo, que expresa su fin a tenor de lo que expresan los resultados electorales y la ofensiva de la burguesía sobre la clase trabajadora en sí.

Por fuera de esto, es posible indicar que, las masas jamás permanecen mucho tiempo en esta etapa transicional: se unen coyunturalmente a los centristas y luego avanzan para unirse a la vanguardia socialista revolucionaria o vuelven a los reformistas.

Las sinuosidades de los centristas -oportunistas de todo pelaje se dejan ver en estos días, con referencia a la coyuntura que genera un protocolo policial de represión de reuniones y ocupación de calles por los que protestan y dos normas jurídicas, por un lado, una con forma de DNU y la otra con la de proyecto de ley.

Los grupos que, hasta hace no mucho tiempo atrás, llamaban a participar de la contienda electoral y en segunda vuelta directamente votar la candidatura del engendro Todos por la Patria-Massa-Rossi, hoy de manera repentina se desdicen de los fundamentos de apariencia que daban para justificar esa posición política y salen a dar “batalla” contra las formas jurídicas con encendido discurso que convoca a ganar las calles y “garantizar la huelga del día 24 de enero declarada por la CGT.

Para este segundo momento se pintan la cara, y propagandizan la necesidad de participación en términos como los siguientes:

 “Debemos contar con todes aquelles que quieran resistir y luchar. Pero sabemos, también, que necesitamos la claridad estratégica que suponga la posibilidad de poner arriba de la mesa un proyecto político emancipador, ecosocialista y transfeminista.”

La pregunta elemental es ¿Debemos pensar siguiendo al grupo “Marabunta” tomado como ejemplo paradigmático y todos sus satélites horizontalitos, que lo que se debe “colocar arriba de la mesa” es el programa de gobierno de Sergio Massa por quien propagandizaron el voto exhibiéndolo como la única alternativa, ahora que en esa praxis mostraron su rotundo fracaso, ¿evidenciado en la propia intervención de massistas en el gobierno de Milei?

En segundo orden ¿a qué mesa ha sido invitada la clase obrera y Marabunta, siendo esta la ocasión para colocar “el programa emancipador, ecosocialista y transfeminista”? ¿En esa mesa estará Sergio Massa y el Pj y Todos por la Patria?

Mas allá de esto, en reiteradas ocasiones los mismos agrupamientos han dejado ver que opera en la vida relacional de la sociedad civil, desplazamientos ideológicos hacia la derecha, lo que justificaría los posicionamientos electorales que no impliquen fustigar el carácter de esas elecciones y sus consecuencias para la clase trabajadora y lejos de eso concurren a sostener lo impuesto por la clase dominante.

 Luego, si ese es el tenor del factor subjetivo, aunque no se diga cual es la herramienta que se usa para medirlo ¿cómo dos o tres medidas del gobierno operan como factor que revierte esa tendencia a la derechización de las masas?

 Adviértase en este sentido que pese a la dimensión del DNU o el proyecto de ley, mucho de los temas abordados forman parte del programa burgués de dominación social que esa clase exhibe desde junio-julio de 1975 cualquiera fuese el tipo de Estado o la forma de gobierno que haya estimado o estime pertinente.

¿Cuáles eran y son las groseras diferencias conceptuales del programa de gobierno propuesto por Massa a quién se llamó a votar justificando incluso la maniobra de farsa electoral con las del ahora presidente que hacían necesario tomar opción por el primero y que ahora imponen sin solución de continuidad “ganar las calles y garantizar el paro parcial de la CGT”

Para “Marabunta y grupos satelitales similares” el oportunismo visceral que les define les hace afirmar que, desde el dictado de tres normas, y las resultantes de la devaluación, en lo que se centran lo que llaman política de Shok lo que corresponde ahora es “Con conciencia, resistencia y organización: a construir la huelga general”.  ¿Cree Marabunta y asociados que las masas de trabajadores a partir de actos de un gobierno que viene precedido de un éxito electoral donde ha recibido más del cincuenta por ciento de los votos mutan en su conciencia con relación al régimen burgués y las medidas que surgen de la lucha sindical en forma disruptiva y continua por sí mismas ¿.

 El culto del dato espontaneo caballito de batalla de estos centristas ya ha dado muestras de su insuficiencia y su enclave de clase mayoritario en los sectores medios y no en la clase trabajadora en sí, que aún admite encolumnarse disciplinadamente tras la CGT, como producto de años de disciplinamiento sindical impuesto por la propia burocracia y por el aún profundo impacto del peronismo leído como factor de poder conciliador de clases.

Es tarea del momento, en plano propagandístico, darse al trabajo paciente de explicar a la clase trabajadora la profundidad de la crisis de orden social burgués evidenciada por los modos políticos asumidos con inmediatez al resultado electoral revelando que este no alcanzó a dotar de consenso social mínimo para su programa, siendo por vía de la abstención o impugnación del voto como por el quiebre de los aparatos donde se nucleaba el personal político de esa clase social.

La premisa central es el frente único obrero de carácter defensivo y no de pura resistencia, por un programa mínimo de reivindicaciones transicionales que permitan sacar a la clase trabajadora en sí del agobio que le imponen las medidas proyectadas por el poder burgués. Es necesario, por fuera de la agonía del reformismo y las oscilaciones de los grupos centristas

Es necesaria una alianza defensiva contra todos los dispositivos legales y violentos que el poder burgués arroja sobre la clase trabajadora. El objetivo no es detener ni conjurar la disputa ideológica con el reformismo y las agrupaciones centristas que resulta esencial para la construcción del partido revolucionario de los trabajadores, sino de unir a quienes permanezcan en sus filas militantes, contra el ataque revestido de ley y el empleo legal de la violencia que ya ha lanzado la burguesía de conjunto.

El frente único responde, y encuentra fundamente ena que las masas aprenden en base a la experiencia práctica, y para movilizarla es necesario poner en funcionamiento palancas unitarias que faciliten su pasaje a la acción. En segundo lugar, e igualmente importante, a que los revolucionarios están en mejores condiciones para señalar las inconsecuencias de las direcciones reformistas siendo el ala más decididamente unitaria del movimiento obrero, y no incurriendo en el error de debilitar la fuerza de la clase trabajadora en función de delimitaciones meramente propagandistas. Si, por el contrario, se esgrimen diferencias ideológicas con los reformistas para no avanzar en un combate común, los revolucionarios aparecen ante las masas como un factor divisivo, debilitan la lucha, favorecen su propia marginalización y refuerzan a las direcciones reformistas. A través del frente único, la delimitación con las direcciones reformistas es, sobre todas las cosas, un subproducto de la inconsecuencia de los reformistas para llevar a término una lucha común. 

La lucha inevitable por avanzar en la tarea estratégica prioritaria de ganar la dirección de la clase obrera por vía de su vanguardia en la conformación de su partido de clase con programa socialista, no puede ni debe impedir cerrar filas cuando hay golpes que amenazan a la clase obrera en su conjunto

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