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Es frecuente, casi de uso habitual dentro del lenguaje que emplean quienes son hacedores conscientes de la cultura dominante en su posicionamiento social como intelectuales orgánicos a los intereses de la burguesía, que se haga referencia a una entidad abstracta, que solo da cuenta de su presunta existencia a través de los efectos que produce en la existencia real y concreta de la clase trabajadora.
Se habla, se escribe, se difunde por cuanto medio resulta posible que “los mercados están, tranquilos, alterados, confundidos o bien que explotan”. Todo eso como se advierte, se dice de el o los “mercados”. Apurados ante la pregunta por establecer donde, cuanto y qué es, el mercado o los mercados, las respuestas se diluyen en explicaciones más o menos convincentes, pero al punto de dar la esencia, sustancia y forma de aquello a lo que se alude, solo se termina diciendo que es una licencia retórica como para explicar el fenómeno económico en sí, en unos de sus momentos liminares de realización y reproducción.
El tema quedaría en lo puramente ontológico, es decir, como un problema de la filosofía de expresión idealista o no, pero ocurre que en nombre de “el o los mercados”, se dan los fundamentos “últimos” de lo que pretende sacar chapa de “lo verdadero”
Cuando se utiliza de esa forma el término mercado, cuanto se hace es convertirlo en un artículo de fe y dar por cierto que las cosas pasan porque el o los mercados así lo vieron y el que no “ve” lo que estableció el o los mercados vaya con Dios que al parecer ha quedado degradado a manos de este nuevo y gravitante habitante del olimpo.
Siendo esto así, y viendo que en filosofía ya se ha establecido que el lugar que se le asigna a lo religioso y a su sujeto central, Dios, gravita en torno al hombre mismo en sentido general de este último término y que no es entonces Dios quien crea al hombre, sino el hombre quien lo genera para luego quedar alienado, enajenado respecto de su creación en relación de servidumbre.
Así parece entonces, que el gran éxito político-militar que ha logrado la burguesía en nuestro país, es instalar a como fuere necesario y a costo de miles de vidas, desde junio-julio de 1975 a la fecha, la idea central de que el o los mercados, por fuera de lo existente, de las relaciones sociales de p reducción y de las clases que emergen de ellas, es quien determina la existencia concreta de las personas. De esta forma la burguesía se oculta tras esa figura y remite a ella la responsabilidad por las barbaries que la crítica reproducción de su orden social impone.
Dicho esto, y siendo que por determinantes del “mercado” , se producen las devaluaciones de la moneda, los incrementos de precios , se aprueban o desaprueban planes de estabilización económica o se induce a producirlos, y esto toma cuerpo por la instalación dominante de discursos, habrá que restarles a estos todo rigor científico y por ende de aproximación a lo verdadero para ubicarlos de conjunto en el plano de la religiosidad, haciendo de la fe en el relato el último fundamento de la entidad del dios Mercado.
En ese extremo hay que recordar que desde el plano idealista los discursos filosóficos más próximos a nuestro tiempo o bien, los generados en el orden social capitalista dominante, se enrolan en la necesidad de proclamar la muerte de Dios o caen en el cientificismo positivista para manifestarse contrarios a la idea de Dios. Desde otra corriente filosófica, con otros fundamentos de base material Carlos Marx nos dejó a los trabajadores una premisa fundante; la religión es «irrealizable» en tanto ofrece como respuesta solo una pseudo realización de la naturaleza del hombre, una personificación de los deseos y necesidades que nacen de “lo humano mismo” en su propio desarrollo dialéctico y la estructura social histórica en donde le toca existir. Lo religioso entonces, es sencillamente un obstáculo que hay que abatir para la propia emancipación del hombre; la única actitud posible ante la religión es destruirla para que la realidad y los problemas aparezcan en su dimensión verdadera.
Es frecuente que muchos circunscriben esos planteos a un simple ateísmo o lo plasman en un embate contra las Iglesias que reconocen la institucionalidad del discurso religioso, en particular fustigando su relación con el Estado, cuando la hay.
Con esto último, se olvida o se omite intencionalmente abordar el problema central que es ubicar lo religioso solo en ese plano y olvidar a los Dioses de nuestro tiempo, el o los mercados y sus ángeles facilitadores el dinero y la mercancía.
Los trabajadores deben generar desde sus organizaciones de vanguardia política y sindical el necesario mensaje de denuncia de este juego ideológico de dominación que produce la burguesía sobre la clase trabajadora en sí, en propósito estratégico de generar falsa conciencia sobre los fenómenos y contingencias del orden social capitalista en crisis y su expresión concreta en la lucha de clases.
Dicho de otra manera, la propaganda política y la militancia conexa a ella, debe poner en aviso de cada trabajador del carácter metafísico y uso ideológico de la burguesía de la idea abstracta de “mercado”. Cada compañero debe saber que el o los mercados no es un ser, y como tal no siente, no piensa, no se emociona, no aplaude o repudia. Quienes así lo hacen son todos y cada uno de los propietarios de bienes de producción, los banqueros, los agentes de bolsa, los dueños de la tierra que trafican las mercancías y los valores en su propio beneficio y en detrimento político y social de la clase trabajadora a la que someten a relaciones de explotación y opresión.
Por estas aristas del fenómeno de asignación de potestades a una deidad construida desde el pensamiento humano como lo es la idea de Mercado en sí, y tomando el desafío de su destrucción misma para alcanzar la condición humana misma por parte de la clase trabajadora llevada a la degradación de la barbarie por el orden social capitalista es que en la misma fundación de la Primera Internacional de Trabajadores se dice específicamente lo siguiente:
….!«la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos; que la lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales y por la abolición de todo privilegio de clase;…..que el sometimiento económico del trabajador a los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir de las fuentes de vida, es la base de la servidumbre en todas sus formas, de toda miseria social, degradación intelectual y dependencia política;….la emancipación económica de la clase obrera es, por lo tanto, el gran fin al que todo movimiento político debe ser subordinado como medio;….que la emancipación del trabajo no es un problema nacional o local, sino un problema social que comprende a todos los países en los que existe la sociedad moderna y necesita para su solución el concurso teórico y práctico de los países más avanzados;«