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LA VIOLENCIA ESTATAL APUNTA HACIA LA CONDICIÓN HUMANA  

La violencia cualquiera fuese su dimensión, tiene impacto directo o indirecto   sobre toda la clase obrera y los sectores sociales oprimidos. Esto significa que un trabajador no necesita estar frente a un robocoop sin ley de esos que pone en vía pública la ministra de seguridad para recibir y perjudicarse con los efectos directos o indirectos de esa presencia y de su accionar legitimado por ser miembro de las agencias de seguridad del poder burgués.

 Este extremo es quizá el que mas se oculta dentro de la ideología contenida en la política criminal del Estado.

La clase trabajadora es violentada por esas agencias del Estado   en su totalidad, por su condición objetiva equiparable a la que recibe el trabajador en sí mismo, cuando desde allí se vulnera a cualquiera de las personas que constituyen esa clase.

Violencia social, violencia política, son algo más que la suma de males individuales causados por los gobernantes. Al globalizarse la violencia como materia de la que se nutre el Estado, lo que se hace es degradar a la clase trabajadora y otros sectores oprimidos constituidos en sujeto de castigo

Cuando el Estado define nuevos delitos y decreta protocolos para fijar las reglas de juego en un particular espacio de la vida social, como lo es la vía pública esta dando un indicio de qué es lo esperable de sus políticas económicas y los diseños de planificación macroeconómicos. Es decir, esta estableciendo que conoce que su acción en defensa de los intereses de la burguesía necesariamente lleva a que las víctimas de esas acciones de gobierno busquen ser visibilizadas en sus reclamos.

Visto desde esta perspectiva el fenómeno social que nos toca sobrevivir en el curso de este año, nos habilita a decir que el trabajador se encuentra pasivo frente al daño recibido  y su pertinente dosis de sufrimiento existencial que nacen y se instalan  , desde las propias determinaciones del Estado y su gobierno, que ocupa ese lugar funcional, luego de un proceso en  que se le requirió al propio trabajador un voto positivo para esta experiencia que implica explotación y opresión directamente dirigida contra su clase.

A título de ejemplo puede verse que un incremento exponencial de los servicios de luz, agua, gas, transporte no requiere causas de justificación contenidas en el art. 34 del código penal, para quién los determina, sin embargo, la violencia contenida en esa determinación de política económica ocasiona una cantidad de efectos dañosos que sí están comprendidos en tipos penales que tienen por víctimas a quienes se ubican en la situación de no poder afrontar sus costos.

Es de este modo que el poder burgués ejercido con formato de castigo legal suscita privaciones, embargos, empleadores que se desligan de la suerte de los trabajadores cerrando sus emprendimientos para no correr con los mayores costos y un gran porcentaje de la clase en sí que busca salidas de sobrevivencias por todos los medios posibles y relegando nuestra autonomía arrastrados al indigno vasallaje de la complicidad con todo ese entramado superestructural

Sin embargo, es un error político estimar que resulta posible dentro de este fenómeno, que se amplíen las condiciones necesarias para permitir a cada trabajador constituirse como sujeto dado que esos nexos convivenciales no alientan planos existenciales propios de la condición humana.

Sin embargo, estas circunstancias no parecen nuevas en la historia de la lucha de clases, pero sí se corresponden con experiencias similares dadas en otros tiempos históricos, de atropello estatal sobre explotados y oprimidos en las que el capitalismo como orden social daba cuenta de sus crisis y la superaba con más dosis de miseria y los hechos de barbarie que se corresponden con ella, desde la simple advertencia de que la miseria es miserable.

 Así visto, también toma rol de evidencia que en la política del poder burgués y su violencia permanente y amenazante existe además una finalidad de búsqueda constante de imponer por vía ideológica un vasallaje de silencio opresivo en las masas obreras ocupadas o desocupadas.

Decíamos que esta situación no es novedosa para la lucha de clase y los trabajadores conscientes con su militancia organizada han podido tomar cuenta de esta suerte de dominación opresiva no explicita que impone el poder burgués con la construcción dañosa de impedimentos objetivos para permitirnos ser un sujeto que se logra banalizando el mal y dotando de legalidad socialmente validante a esas acciones de poder y sus agencias represivas.

Pero tampoco el capital ha permanecido quieto en sus proyecciones y desde el plano ideológico tras la posguerra mundial y luego de la caída del muro de Berlín se ha ocupado de dotar a la violencia de la filosofía estructuralista que saca la foto de esas situaciones pero pone delante de ella al narrador de la escena congelada , trasladando por vía de la centralidad otorgada al lenguaje la imposibilidad de lo verdadero y dotando solo de estatus a la palabra del narrador, en la que la víctima queda desdibujada como tal, licuando las pertinentes responsabilidades y anestesiando la reacción que dialécticamente niegue y supere ese escenario dañoso.

En nuestro país desde los propios años setenta del siglo pasado , la burguesía se valió del estructuralismo , para que este por filósofos puestos a psicoanalistas ocuparan la universidad y desde las cátedras disfrazados tras  las  pretendidas “armas de la crítica” terminaran por difundir la negatividad de la verdad y la clausura de la lucha social, más empeñados en el vano intento de terminar con el marxismo que dar herramientas para la construcción de nuevas herramientas para la lucha de clases , la superación de las condiciones miserables de existencia destruyendo todo vínculo orgánico del intelectual con la clase obrera, en forma tal que hoy , luego de ese uso ideológico para la dominación burguesa , hoy se les notifica que ya no los necesitan y que no tienen presupuestos para sus cátedras , aconsejándole seguir con sus seminarios privados para los que pueden asumir sus costos y se diferencian del conjunto social amparándose en un presunto saber que los lleva sin pasaje de vuelta a la nada .

Anticipándose en el tiempo a todo esto de lo que buscamos dar cuenta, Marguerite Duras, en –“El cortador de agua “-casi ajena, a estas víctimas de la que venimos dando cuenta- sin embargo, las utiliza para constituirse en vanguardia literaria de este posicionamiento de los vendedores de mercancías tranquilizantes del intelecto absolutamente funcionales a los intereses de la clase dominante.

 La autora en esa narración   dice lo siguiente

«Era un día de verano, hace unos años, en un pueblo del este de Francia, tres años, tal vez, o cuatro años, por la tarde. Un empleado de las Aguas vino a cortar el agua de una gente que estaba un poco marginada (…)

Eran personas que no podían pagar su recibo de gas ni de electricidad, ni de agua. Vivían en una gran pobreza. Y un día apareció un hombre para cortar el agua en la estación donde vivían. El vio a la mujer silenciosa. El marido no estaba allí. La mujer un poco atrasada con un niño de cuatro años y un pequeño de un año y medio.

El empleado aparentemente era un hombre como todos los hombres. A este hombre lo llamé el Cortador del agua. El vio que era pleno verano. Sabía que era un verano muy caluroso, puesto que lo vivía. Vio al niño de un año y medio. Se le había ordenado que cortara el agua, y lo hizo. Respetó su empleo del tiempo: cortó el agua. Dejó a la mujer sin agua para bañar a los niños y para darles de beber.

La misma noche, esta mujer y su marido tomaron a los dos niños con ellos y fueron a arrojarse sobre los

raíles del T.G.V. que pasaba por delante de la estación desalojada. Murieron juntos. Sólo tuvieron que andar.

Arrojarse. Mantener a los niños tranquilos. Adormecerlos, quizá con canciones.

El tren se detuvo, dicen.

Esta es la historia………  “Añado a la historia del Cortador del agua que esta mujer -que decían atrasada- por lo menos sabía algo de manera definitiva: es que nunca podría contar ya, al igual que nunca había podido, con alguien que la sacara de allí donde estaba estancada con su familia. Que estaba abandonada por la sociedad y que sólo le quedaba una cosa por hacer, y era morir.»

Así quien aspira a un lugar en un sistema de poder de clase y solo ingresa en el de manera involuntaria como víctima de ese poder, esto es así y no motoriza otra reacción que la muerte. Hay una cosificación estática de lo dado dentro de la cual se incluye a esa mujer de suyo descalificada por su silencio, quien pierde la condición de sujeto y ese rol lo adquiere con centralidad el narrador y su propia problemática frente a la soledad y el silencio visto en abstracto.  Alguien se coloca delante de la foto y lo narrado es solo el resto de lo fotografiado a sus espaldas, siendo de esa forma invisibilizado.

La república constitucionalmente organizada por la burguesía se expresa con su verdadero rostro de Estado violento. Para esto impone un vasallaje de sumisión sobre la clase trabajadora y la población económicamente sobrante, le impone el silencio y busca invisibilizarla a partir de la prohibición de ocupar las calles. Sabe que eso no alcanza, necesita de la complicidad vasalla de los cultores del signo y el significante.

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