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LAS LECCIONES DE  LA HISTORIA Y LA POLÍTICA DE APARATOS.

El doble poder es la principal característica que impregna el proceso específico de la revolución socialista . Este aspecto es el que se omite en todo el discurso reformista de los partidos de la izquierda del régimen capitalista a la hora de afrontar las trilladas críticas en torno a la vigencia de la construcción de la dictadura del proletariado.
Es en el marco de los soviet, donde se configura ese proceso de imposición poderosa de una clase consciente de su objetivo emancipatorio sobre otra ligada a la decadencia objetiva de un modo de producción y su orden social que implica durante siglos opresión y explotación.

La emancipación en ese sentido no es otra cosa que la abolición de la sociedad de clases y el fin de la confrontación entre ellas por imposición superadora de los trabajadores sobre la burguesía.

Es ese además, el modo concreto de la intervención espontanea de las bases al que aludimos a la hora de considerar las expresiones de lucha de resistencia que los trabajadores oponen de manera intuitiva desde su condición de clase en sí al régimen burgués cualquiera fuese hasta hoy en nuestro país su gestión de gobierno.

No se consolida una intervención política de las masas trabajadoras si estas no construyen su propio contenido militante en la sustancia del programa socialista. Es la comprensión en la experiencia de lucha y la generación de organismos donde la propia clase se desenvuelva de manera democrática en sus discusiones y tomas de decisiones lo que define los distintos estadios de la lucha obrera y socialista.


La falta de vocación espontanea hacia la organización de estas estructuras de poder es la carencia que da cuenta del déficit en el espacio subjetivo militante del actual momento de la lucha.


La construcción frente a cada manifestación de la institucionalidad del poder burgués, del poder obrero y socialista, es la carencia que exhibe el proletariado en esta crisis y es el factor objetivo-organizativo dentro de la misma que impide su desenvolvimiento hacia una situación revolucionaria.

Ese obstáculo se afirma en gran parte, por la ausencia militante de acciones orientadas hacia tal fin y su reemplazo por convocatoria donde lo único que se percibe con prevalencia ,que es el juego de aparatos en una lógica de reproducción de abstracciones volcadas en documentos se orientan a un simple levanta manos con color de impotencia pero realización de la lógica estática y formal del reformismo parlamentarista.


No esta de más recordar como lo hace Horowitz citando a Lenin que “el soviet, la asamblea en nuestro caso, pone en evidencia , al igual que la Comuna de París los instrumentos de la democracia directa , que al tiempo que legisla no deja de gobernar la marcha de los enfrentamientos”


En el caso de la situación experimentada en la semana con referencia al llamado encuentro de trabajadores ocupados y desocupados , es preciso decir que este tipo de entramados tiene apariencia de avance en la formación unitaria de una respuesta táctica frente a la ofensiva del capital , pero como tal, es decir, como apariencia a poco que se avance en su desarrollo concreto deja abierta una sensación de frustración por la reiteración de más de lo mismo y la esterilidad proyectada en actividades concretas a futuro , que surge de la misma.

En definitiva, no hay una materialidad que concrete la tendencia de hacer de ese tipo de convocatoria un embrión de asamblea y estructuras de determinación en la acción que resulte oponible a las operaciones mediáticas y de violencia montadas por la gestión gubernamental del poder burgués.
La división entre poder constituido y poder constituyente. La oposición entre poder burgués y poder obrero revolucionario , la lucha por destruir el orden existente mediante el recurso extraordinario de la dictadura de los trabajadores sigue sin ser explicada de manera militante y mucho menos se propende a ese ejercicio de poder por el trabajador en sí a través de los órganos asamblearios.


El límite al poder burgués no se lo inscribe la institucionalidad y funcionamiento de su propio parlamento, porque el mismo es parte de ese poder, y mucho menos los tribunales que son también parte significativa de esa institucionalidad.

El límite al desarrollo y reproducción de la institucionalidad burguesa esta dado por el desarrollo nacional de una institucionalidad inversa, que cuestiona la representación política y resiste a la gestión gubernamental con una política de clase y con programa socialista en la tendencia final de no aceptar ni registrar el poder de su antagonista de clase.


El ejemplo bolchevique, concreto y realizado en la historia no como pura abstracción sino como materialidad específica nacida y construida en la realidad nos hace saber que dejar de ocuparse de esta variable cierra el camino de la posibilidad del éxito de esa estrategia de clase y abre la perspectiva de la derrota proyectada hacia un nuevo ciclo.
La agitación y propaganda de la vanguardia militante necesita de un llamado constante y explicación paciente de un mensaje necesario que se centra en la confianza exclusiva en nuestros propios métodos de lucha, en nuestra propia organización, con una política independiente de la burguesía, de sus instituciones y sus partido. Ninguna confianza en las instituciones del régimen.

La crisis de dirección se expresa de manera concreta en la falta de asambleas en los lugares de trabajo, en la burocratización de nuestros sindicatos, en los masivos procesos de desafiliación por la traición de las direcciones. Años de traiciones han debilitado nuestras organizaciones sindicales. Hoy tenemos la tarea de recuperar nuestras organizaciones, reconstruir esa unidad fracturada por las mezquindades de las direcciones. Retomar las mejores tradiciones de organización, las asambleas, los delegados, las comisiones internas que nos representen, los plenarios para debatir en nuestros sindicatos un pliego de reivindicaciones y el plan de lucha para imponerlo.
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