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MISERIA CAPITALISTA. CONCIENCIA DE CLASE – ODIO AL PRESENTE Y AMOR AL FUTURO

Las emergentes próximas a la barbarie que deja ver el fenómeno de pobreza en Argentina, hacen que la centralidad de la tarea política y las necesarias reflexiones que exige toda acción de clase impliquen la prioridad por  atender a esos efectos devastadores.

Cuanto pretendemos conocer en relación a un fenómeno de la vida, en todos los casos estamos aludiendo a una relación social activa, que significa un proceso social , donde se involucra a todos los sujetos en conjunto, por más que la cuestión aparezca directamente vinculada a dos sujetos o a un colectivo de personas.

Decimos esto, porque aun cuando la naturaleza y la materia tiene existencia previa a la acción de la mente humana, el sujeto y el objeto en el plano de la conciencia se verifican de manera simultáneos, ya que no pueden existir separados sino en unidad caótica y variable donde lo que se dice conocido, es resultante de un desarrollo interactivo y simultaneo entre sujeto y objeto antes que su reflejo y reconoce siempre un desarrollo histórico anterior.

Por eso el primer signo de la decadencia de una cultura es presentar la realidad como escinda en esos dos polos, esto es, sujeto y objeto, donde uno estáticamente, refleja en el otro, ocultando que solo llegamos a una aproximación del conocimiento efectivo al darse  la interacción de ambos,  es decir, cuando el sujeto conoce y actúa y en ese hacer modifica el objeto, y este actúa sobre el sujeto obligándolo a una nueva transformación de cuanto reputaba por cierto y así una nueva acción.

Esa intención de presentar la realidad escindida en sujeto-objeto, no es otra cosa que un proceso ideológico, en el sentido de falsa conciencia de lo real y verdadero.

El espacio de la ideología, su contenido lo construye, desarrolla y acumula la burguesía en tanto clase dominante, buscando ganar hegemonía en el todo social, imponiéndolo como orden normativo, mediatizando  adhesión por consenso o imponiéndola, por coacción represiva a través de la violencia Estatal.

Por esta razón, por introducir lo ideológico, la burguesía es ajena a la formación de un conocimiento social coherente y constructor de una totalidad. También por esto, su centralidad es la fragmentación.  Por esto , la ignorancia de la totalidad resulta funcional a la reproducción capitalista en tanto oculta el dominio social ejercido por los dueños del capital y las consecuencias miserables de esa supremacía en el todo y en la consolidación de su poder cultural sobre los trabajadores.

Uno de los efectos de toda esta operatoria ideológica de formación de sentido común y discurso social dominante , es suponer que nada cambia, que los objetos disociados de los sujetos permanecen  y que el significado de una palabra  referida a esos objetos, es tan invariable como la palabra misma. Por eso,  si nos posicionamos por imperativo de clase, desde los explotados y oprimidos, es preciso aprender que los conceptos que encierran las palabras, no pueden en sí adquirir y describir en su esencia aquello que indican, en tanto lo que existe es diverso y cambiante  y nunca apreciable en todos sus significantes y elementos materiales en su totalidad.

Dicho de otra manera. Si pensamos las cosas desde otro lado, buscando el necesario camino de liberación de estos anclajes ideológicos  en nuestra existencia, la inversión revolucionaria de ese orden de cosa, deviene tarea imprescindible.

Es esa ideología que se concreta en la premisa de pensar que no existe el cambio, y ocultar sus efectos, la que nos hace naturalizar como verdadero , que el amor es algo definido y claro, y más en particular, un específico estado de nuestra subjetividad y nuestra vida en el que se puede caer o no o peor aún, una mercancía pasible de adquisición, es decir algo dado y preexistente, externo a nosotros mismos, al que se puede o no acceder, en el que podamos penetrar o estar alienados.

Vista la cuestión en examen, puede decirse entonces que el amor casi por convención social, supone un elemento emocional que transcurre en las relaciones interindividuales en un determinado contexto social, ubicado en un tiempo y espacio y nunca un fenómeno milagroso o metafísico que nos invade. De la misma manera, también  podemos avanzar y decir que , moviéndose la sociedad como se mueve, es decir, por los resultados y tendencias que nacen de los conflictos sociales entre las clases y grupos que se contienen en su interior, es ella la matriz determinante del  contenido  histórico concreto de aquel fenómeno humano que resulta abarcado por la palabra que lo designa.

Esto explica incluso, que se haya  dado el mismo nombre y se procure abarcar una determinada realidad cambiante para definir ese elemento emocional, tanto  como para indicar el vínculo afectivo que une a dos personas sexualmente,  o a cualquier individuo con su semejante en el plano de la amistad vista como variante de ese género y a aquello que liga a los padres e hijos en las relaciones familiares, de manera tal que todo se ha incluido en un mismo conjunto pese a sus diferencias específicas, No obstante ello , finalmente queda claro que toda relación social está mediada por el amor o su negación, todo lo cual deja ver que es esa relación la que genera el sentimiento y no a la inversa, aunque ambos términos se Interinfluencian de modo dialéctico.

En el mismo plano , hay que poner en evidencia que,  la producción económica como hecho social en la que se inserta necesariamente la individualidad, en tanto parte integrante de la relación social primaria capital-trabajo, precede en tiempo histórico o cronológico, a la relación amorosa, lo que hace que aquello que definimos como “amor” deba siempre verse despojado de toda casualidad o superficialidad de la vida.

El ser humano asume conductas que se establecen en gran medida por su experiencia concreta en las relaciones sociales de producción que le contienen y determinan en última instancia sus haceres . El amor en ese sentido, si bien es dador de individualidad, también lo es  como generador de muerte, que no es otra cosa que la antítesis de la personalidad. Es por este factor específico, al que llamamos amor, que en el sujeto aparecen íntimamente unidos los instintos de vida como de muerte. Eros y Tanatos

Dicho de otra forma, la condición de ser humano, viene determinada en su existencia concreta por relaciones económicas en las que se inserta el sujeto concreto, adoptando esos vínculos  su conformación tecnológica específica del momento histórico en el que vive , combinada con ese elemento emocional que las atraviesa, siendo todas estas determinantes conjuntas, contemporáneas y dialécticamente interinfluenciadas.

Entendido de esta manera, cuanto se pretende abarcar por la palabra amor, ofrece al individuo la expansión o aniquilación de sus posibilidades en tanto esas emociones tengan contenido de vida o muerte. La mortalidad y la personalidad dejan ver una dialéctica mediatizada por la existencia, en tanto la misma es generadora y receptora de esas emociones que parten del individuo con un contenido concreto, elaborado desde su experiencia sensible.

A los trabajadores, nos cuesta adaptar nuestra experiencia a los cambios externos y a los instrumentos relacionales que debemos manejar para permanecer incluidos en el todo social, de forma tal que ese presupuesto objetivo nos da la posibilidad de satisfacer nuestras necesidades materiales con incidencia y gravitación en nuestros hábitos.

Sentimos en el plano de la conciencia, como si fuerzas exteriores estuvieran frustrando inicialmente y matando ulteriormente, nuestras vidas emocionales de forma tal de traducirse en una existencia cruel y sin encanto.

La relación entre amor y sociedad es dialéctica. Esto significa que una existencia concreta , con determinadas conformaciones en el plano de los vínculos que nos permite reproducir nuestra existencia biológica y material hará que el amor sea de determinada manera y no de otra. La reproducción social de la vida humana es producción económica interinfluenciada con emoción. La necesidad, el deseo, la búsqueda de reproducirnos están inscriptos en la naturaleza humana de forma tal que entre la sexualidad amorosa, el deseo de reproducción y lo puramente animal o instintivo hay un salto de cantidad en calidad.

En la sociedad la lucha constante que dejan traducir las relaciones sociales concretas que asumen los hombres entre sí , en la reproducción social de su existencia, remiten en todos los casos , a un contenido específico de esa dialéctica amor y muerte y ese proceso tanto en el plano consciente como inconsciente es el que permite una mejor construcción del hombre.

En ese contexto, la velocidad de los cambios tecnológicos ha impuesto una relación de tensión primariamente en las relaciones de producción, con el abandono de los sistemas de trabajo y su sustitución por otros, y luego en la experiencia de vida cotidiana, todo lo cual introduce una fuente de tensión en la construcción de sentimientos favorables a la reproducción de la existencia y por ende contrarios a la muerte.

En ese espacio es donde nos encontramos. La contradicción entre los paradigmas fundantes de la revolución burguesa: igualdad, libertad y fraternidad, ceden ante las realidades del capital y su estructura social de clase que coloca al sujeto ante un abismo prefigurado por la angustia que se abre en el seno mismo de la vida social cotidiana.

Las relaciones sociales son constitutivas para los seres humanos por su debilidad innata de valerse por sí mismos en forma individual y escindida, de forma tal que el aislamiento en todos sus grados, vuelve al hombre más frágil e indefenso. Las emociones y sentimientos que somos capaces de construir en lo cotidiano en las relaciones sociales que nos involucran en el plano de la producción nos dan el dato exacto de cuanto nos acercamos a la muerte o por el contrario, cuanto hacemos prevalecer la vida, conscientes sin embargo, de su finitud.

En definitiva, en el plano consciente y en todas sus posibles manifestaciones, el amor no es otra cosa que una esperanza que se apoya en un cambio histórico, a través del cual los trabajadores puedan crear y producir nuevas formas sociales y por consiguiente le otorguen al amor, un nuevo contenido antropológicamente justo .

La sociedad que engendró el capital, produjo en sus orígenes modalidades de amor que permitieron expresar en la historia, la individualidad del hombre, reafirmando su existencia por vía del amor apasionado por la libertad individual, que permitió pensar en una sensibilidad especial en el sujeto.

Hoy, el ocaso de esa cultura de la modernidad y la transición asumida por su simple negación y no su superación, tornan necesario defender esa idea de pasión y cariño por la libertad, en tanto son dos niveles de enriquecimiento cualitativo del hombre que este no puede perder en manos de una sociedad completamente controlada y vigilada que cosifica su existencia en grado nunca imaginado.

La decadencia del modelo de amor que dio origen a la sociedad de la burguesía, expresado en su banalización bajo la posmodernidad, es precisamente la mejor prueba de la decadencia de este tipo civilizatorio y de ese orden social hoy próximo a escenarios generalizados de barbarie como lo son las guerras que se extienden a lo largo del planeta.

El empobrecimiento de las relaciones, la pérdida de los afectos por vía de convertir a los otros en mero objetos, la disociación entre sujetos y objetos y el dominio de estos en su forma mercantil sobre los primeros en un proceso abierto de fetichización, es hoy una expresión aguda de la crisis de la cultura dominante. Mientras el capitalismo se profundiza y avanza arrastrando cada vez más vidas humanas, la vida social se hace sumamente carente , desplazando al sentido vital del amor a un segundo plano.

La libertad reconoce determinaciones en la realidad, por eso donde reina la desigualdad económica no puede existir la igualdad social, donde triunfa el individualismo no puede emerger la cooperación y la solidaridad factores constitutivos de la fraternidad,  es decir, la modalidad del amor, más relevante.

Las formas de nuestra existencia social cotidiana nos quitan tiempo libre y nos imponen sacrificios. Por vía de la atomización, nos convertimos conscientes o inconscientemente en meros reproductores o defensores de los primarios intereses individuales con prevalencia de la desconfianza. En las diversas relaciones sociales que se forman en la sociedad de clases que engendró el capitalismo en su faz globalizadora es característico que la ternura falte por completo, porque el afecto sólo puede existir entre hombres y en el capitalismo todas las relaciones aparecen entre hombre y mercancía.

En las relaciones burguesa la única relación social admitida se desenvuelve en el mercado y es el contrato, siendo su contenido en último término el dinero. El hombre es libre a excepción de todo lo que le signifique afrontar un pago en dinero.

La contradicción existente en las relaciones sociales burguesas, según la cual el beneficio privado debe ser asegurado y respetado como un bien público y que la libertad se construye individual y antisocialmente, revela necesariamente la crisis de este modelo cultural. El hombre considera hoy en los vínculos sociales una relación de apropiación y de ventaja sobre el otro, de forma tal que el beneficio del vínculo se infiere de cuanto se obtiene del otro, más allá de los lógicos desplazamientos en el plano del amor sexual hacia sentimientos posesivos y egoístas que reflejan en la creciente violencia en la pareja.

Con el agotamiento de las relaciones sociales burguesas expresadas culturalmente por la posmodernidad, el amor con contenido específico de pasión se desvanece ante la incertidumbre material y la prevalencia de la racionalidad económica. Así el matrimonio se transforma en algo cada vez más caro y por eso cede a otras formas de unión, que tiene materialidad en una forma primitiva de cópula sexual fugitiva.

La miseria del mundo es generada por las estructuras económicas y los modelos de producción impuestos por una clase social con mediatización del Estado creado por esa clase, aunque ello no significa que esa pobreza pueda medirse únicamente por carencia de dinero constante. La miseria involucra también a los sentimientos más valiosos del hombre como lo pueden ser el amor de pareja, los hijos y la amistad, sin hablar de la fraternidad que fuera elevada como bandera de la revolución burguesa triunfante. Como reacción individual nuestra existencia se vuelve marcada por sentimientos de odio, ira, o puro sentimentalismo vacío de todo contenido concreto, que añora afectos que habitan en su imaginación y no en el plano de la realidad.

Las relaciones sociales que la cultura burguesa instaura, transforma las relaciones de los hombres en relaciones mercantiles, con lo cual introduce una contradicción insalvable para la construcción de un sujeto pleno.

La objetividad de nuestra existencia revela una puja entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones jurídicas de propiedad privada que las contienen, pero esa puja también se plantea en el plano subjetivo en lo que implica la construcción ideológica de la conciencia, en forma tal de vencer el modelo cultural que disocia el amor de las relaciones económicas ubicando cada una en un extremo, para proyectar su unidad.

El hombre debe sentir que todo esto no va más, que la realidad le impone mudar de piel, para concretar los valores esenciales de la humanidad en nuevas relaciones sociales de producción y diversos sistemas políticos organizativos. En definitiva, odio a lo presente, amor por lo nuevo.

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