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EL Vacío Y LAS MARCHAS

Jean-Paul Sartre en “La Náusea” nos dejó un relato donde consideraba la centralidad que asume la idea del» vacío» en el ser humano , al punto de situarlo como  una sensación constante y constitutiva necesariamente emparentada con la angustia, que operar como su resultante específica.

Refiriéndose al fenómeno en sí, José Pablo Feimann nos advierte que la angustia no es equivalente o equiparable al miedo, en tanto da cuenta de una situación diversa . «El miedo tiene siempre una áspera referencialidad. Tengo miedo de “algo”. Se equivocan quienes hablan -dentro de un campo práctico-económico de supervivencia– de la “angustia de no llegar a fin de mes”. Que no te alcance el sueldo. Esa angustia no es angustia, es miedo. Se localiza en la escasez: que algo no sea suficiente, que algo sea escaso, el sueldo.

Al localizarse, el miedo se puede vencer o nos determina a la acción de vencerlo. Puedo intentar ganar más dinero. Con más dinero llegaré a fin de mes y se me irá el miedo. “Fin de mes” es una temporalidad-objeto. Una fecha de almanaque. A “eso” se le tiene miedo.

La angustia no tiene referente en la realidad. No nos indica una situación , no nos pone en contacto con algo y nos lanza como mínimo a un hacer defensivo . A “algo” puedo tenerle miedo. Cuando me angustio nunca es por “algo”.

Por esta advertencia es que con razón suele decirse (o ha sido dicho) que el hombre es el único ser que se angustia y más humano es cuanto más profundamente se angustia. Un animal solo sabe del miedo.

La angustia humana se alimenta de nada, no de algo. Sé que hay un horizonte de posibilidades y que en todas ellas está mi finitud. Sé que voy a morir. Sé que mi muerte es sólo dejar de ser. Sé que soy finito en un universo infinito. Pero mi finitud no es “algo”. Si la muerte es dejar de ser es porque no es nada.

Así, contrariamente al miedo que siempre me remite a “algo”, la angustia me revela la nada y esta deviene del vacío existencial. Puedo asumirla como un formidable dispositivo existencial. El hombre es ese ser cuya angustia le revela la nada.

Lo cierto y sin mayores pretensiones filosóficas que las que nacen de su propio enunciado, es que dentro de ese desarrollo de pensamiento nos queda la evaluación  necesaria centrada en la premisa de que  al final de la vida solo queda la ironía de pensar situaciones que plasmen todo lo que no vivimos  .

En esa situación es que se verifica una  discrepancia entre lo que esperábamos y lo que sucedió en el terreno de la realidad. Un mundo entero paralelo y parecido al real sobre el que solo queda zambullirse en la locura, abrumado por las miserables condiciones sociales y culturales donde nos toca sobrevivir.

El tiempo pasa junto al dolor de esa advertencia. Se detiene brevemente en instantes de alegría cuyo recuerdo nos permite continuar con él. Solo un acto revolucionario, un nuevo hombre puede con esa dialéctica dolor placer , que en continuidad nos engaña en relación al sentido final de nuestra oprimida existencia .La ironía de detenerse a buscar un sentido por lo hecho, un hilo conductor y solo encontrar un vacío  que pensamos estaba lleno por el sentimiento impreciso y contundente del amor.

Por este tiempo, en que se llama lucha a pasear un sábado por una calle, donde en una suerte de encuentro de ex alumnos de la secundaria , gente con poco pelo, o con el pelo blanco o lastimosamente teñido, se abraza y ajusta cuentas con el pasado pensando de manera distorsiva en los años en que «nos habíamos amado tanto», cuando en realidad solo fuimos víctimas del mayor de los oprobios, que no es otro que aquel que padece quien creyó hacedor de un gran negocio y resultó estafado y ya no encuentra al estafador .

Por este tiempo en que los luchadores ,finalizada la “lucha”, suben fotos a las redes y hacen comentarios , batiendo el parche de la diversidad , pensamos , junto con Salvador Benesdra que “ por todas partes esta drenando  una noche gris de gatos universalmente pardos , una apoteosis de indiferenciación  que hace que el sol mismo se haya puesto a trasgredir sus propias normas», y en modo apocalíptico nos rodeen los incendios , las sequías, las lluvias copiosas y esa angustia profunda que se llama capitalismo.

La realidad tiene esa cualidad única de poder despejar como un viento de hielo, sin derroche alguno de argumentos, los vapores más densos de la fantasía. Esa primacía de lo real sobre lo ideológico nos da cuenta de lo inverso a los discursos y los paseos callejeros . Esto no lo arregla un encuentro en un sábado tórrido para que el lunes y todos los lunes subsiguientes lo esencial de la sobrevivencia siga tocando la música ajada y desprolija de “la vida sigue igual”

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