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INCREMENTO SIGNIFICATIVO DE DIVORCIOS.OTROS ROSTROS DE LA CRISIS.” ESA ANGUSTIA SE LLAMA CAPITALISMO

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Por estos días, tomó notoriedad, una cifra tomada de la información del Registro Provincial de las Personas de la Provincia de Buenos Aires, según la cual, en 2021 hubo 24.551 divorcios, el doble de los 12.382 anotados durante 2020.

La opinión generalizada es concordante frente a este dato , en señalar de modo mecánico y directo que el fenómeno que enuncia es consecuencia necesaria del proceso pandémico que nos toco sobrellevar

. Sin embargo, pocas veces situaciones como estas,  que  se exhiben como  efectos de relaciones humanas puedan tener una única causa. Esto no significa negar las consecuencias de las medidas sanitaristas que impuso el combate y la defensa contra el covid-19, en particular con lo que tiene que ver con los diversos modos de confinamiento a los que nos vimos sometidos.
En ese contexto, apuntamos que estas consecuencias disruptivas remiten a cuestiones más generales que tienen que ver con la manera en que las personas construyen a diario su existencia, que en instancias de crisis en el proceso de reproducción del capital suponen alteraciones existenciales que obligan a emprender en la labor de atención de las necesidades materiales mínimas mayor cantidad de tiempo social, situación que repercute en el ámbito de conexión con los afectos y los deseos. Es marcada en este espacio crítico, la perdida de significación que asume para el individuo el contacto con el otro en la gestión de reconocimiento mutuo para constituirse como sujeto a partir de la conexión de afectos, deseos y proyectos, extremo que como tal y más allá de las modalidades pandémicas lucen truncados en su materialidad por el excesivo apego en la búsqueda del propio reconocimiento interno que cada persona puede desarrollar, en modo tal, que esa crisis de identidad torne divergentes a los seres humanos entre sí ,en forma tal de resultar ilusorio y poco deseado el encuentro con el otro fundado en la libre determinación de dos sujetos.

Tiene incidencia además , la profundización de la objetivación del sujeto marcado por la condición social en la que se exhibe y es requerido por el modelo , esto es , como consumidor de mercancías y sujeto disociado, alienado de lo que produce, extremo que le conduce con mayor agudeza en procesos de crisis de la reproducción capitalista a la relación dialéctica amo-esclavo que le impone ese modelo para con toda mercancía.

Es necesario además poner a la luz una suerte de cifra negra que acompaña a este blanqueo de datos que se nos arroja desde el espacio de la apariencia exhibido y construido por los medios de comunicación. Cualquier reflexión primaria sobre estas cifras de ruptura del vínculo matrimonial, desconoce que ese modelo de sociedad conyugal viene siendo abandonado de inicio por las nuevas generaciones que se alejan de sus condiciones y efectos en gran medida como reacción a la posibilidad de duración de esos encuentros de personas. Las opciones en ese plano avanzan hacia situaciones que le permiten a quienes se convocan a concurrir en sus afectos son aquellas que le dan mayor flexibilidad para la secuencia del distracto que se contempla como una probabilidad significativa.

 De esta forma ,habrá que proyectar otras cifras no fáciles de cuantificar, relativas a este otro tipo de uniones-desuniones que se construyen por fuera del matrimonio.

Las significantes   que deja ver  la sociedad construida al solo efecto de producir mercancías y facilitar la apropiación privada del valor creado por el trabajo y el esfuerzo mancomunado de otros carentes del acceso a la propiedad de bienes de producción , al agudizar el aislamiento y la concentración del individuo en sí mismo para poder cumplir con los recaudos de sobrevivencia de un modelo social agotado dan cuenta de una objetivación de los vínculos humanos , despojados de toda noción de reconocimiento mutuo como personas, y sustituido en manera significativa por el condicionado trato como objetos consumibles que se integra a las significaciones simbólicas que puede generar un sujeto en su aproximación a otro bajo el paragua conceptual de la utilidad que pasa a sustituir a toda idealización amorosa de los vínculos .

En ese contexto ,la utilidad se define como una medida de la felicidad entendida como estado de satisfacción frente a un objeto o mercancía consumible. Este paradigma hace que el hombre7 mujer se trasmute en consumidor y esa condición objetiva lo lleva a buscar tener tanto beneficio o satisfacción como sea posible.

En otras palabras, los consumidores no se conforman con que un bien sea «suficientemente bueno» sino que buscan en todo momento optimizar esa situación en el mayor grado posible en forma tal de poder mantener ese grado de satisfacción. Sin embargo, la mayoría de los bienes proporcionan una utilidad marginal decreciente y esto significa que , a medida que el consumo de un bien aumenta, la cantidad adicional de alegría que ese bien proporciona al consumidor disminuye hasta determinar el agotamiento de ese disfrute. Luego, si las personas en el contexto crítico del desenvolvimiento capitalista se acercan cada vez más a ser consideradas entre sí y para sí como objetos, todas devienen poseedoras de una utilidad marginal que llevaría de manera significativa al agotamiento de su utilidad para el otro que se relaciona en términos simbólicos de simple consumo.

Por fuera de esta arista del fenómeno pero contenido en él, habrá que recordar, siempre en torno a la idea del reconocimiento mutuo libremente determinado que subyace en todo vínculo con perfil específico de lo humano , que el conocimiento en sí, es una relación social activa, que implica un proceso social desenvuelto en una unidad caótica , activa y sumamente variable

Por eso el primer signo de la decadencia de una cultura y de un modo de estructuración social de la existencia es presentar la realidad en forma escinda en utilitariamente buscan satisfacción en mercancías de modo tal que uno estáticamente, refleja en el otro .

 De esta manera , ideológicamente la cultura se ocupa de ocultar que solo llegamos al “saber” y al reconocimiento mutuo en el otro en la interacción de ambos libremente determinado.

Por esta razón, por introducir lo ideológico en el proceso dialéctico de conocer y reconocerse en el otro a partir de la definición en el otro de ese mismo reconocimiento , el capital termina manifestando su imposibilidad como orden social apto para la construcción de una totalidad donde resulte contenido el individuo . La sociedad del capital es lisa y llanamente la fragmentación y en tiempo de crisis de su reproducción material este resultado se potencia ..

El defecto y efecto de todo esto, es suponer que nada cambia, y que el significado de una palabra es tan invariable como la palabra misma. Por eso, es preciso aprender que los conceptos que encierran las palabras, no pueden en sí adquirir y describir en su esencia aquello que indican, en tanto lo que existe es diverso y cambiante. Es esa ideología que se concreta en la premisa relativa a que no existe el cambio, y ocultar sus efectos, la que nos hace estimar que el amor de pareja plasmado en una relación intersubjetiva, es algo definido y claro, y más en particular, un específico estado de nuestra subjetividad y nuestra vida en el que se puede caer, es decir algo dado y preexistente, externo a nosotros mismos, al que se puede o no acceder.

En igual medida , la velocidad de los cambios en plano tecnológico y comunicacional ha impuesto una relación de tensión primariamente en las relaciones de producción, con el abandono de los sistemas de trabajo y su sustitución por otros, y luego en la experiencia de vida cotidiana, todo lo cual introduce una fuente de tensión en la construcción de sentimientos favorables a la reproducción de la existencia .

En ese espacio es donde nos encontramos. La contradicción entre los paradigmas fundantes de la revolución burguesa: igualdad, libertad y fraternidad, ceden ante las realidades del capital en crisis y su estructura social de clase que coloca al sujeto ante un abismo prefigurado por la angustia que se abre en el seno mismo de la vida social cotidiana.
Las relaciones sociales son constitutivas para los seres humanos por su debilidad innata de valerse por sí mismos en forma individual y escindida, de forma tal que el aislamiento en todos sus grados, vuelve al hombre más frágil e indefenso.

Las emociones y sentimientos que somos capaces de construir en lo cotidiano en las relaciones sociales que nos involucran en el plano de la producción nos dan el dato exacto de cuanto nos acercamos a espacios de perdida de lo vital y humano .
Esto último impone la necesidad material e ideológica de un cambio histórico, a través del cual los hombres puedan crear y producir nuevas formas sociales y por consiguiente le otorguen a los vínculos de pareja , un nuevo contenido antropológicamente justo , diverso del matrimonio pero ajeno a toda fragilidad impuesta por la traducción simbólica del encadenamiento utilitarista y mercantil.

La decadencia del modelo de amor que dio origen a la sociedad de la burguesía, expresado en su banalización bajo la posmodernidad, es precisamente la mejor prueba de la decadencia de este tipo civilizatorio.

El empobrecimiento de las relaciones, la pérdida de los afectos por vía de convertir a los otros en mero objetos, es hoy una expresión aguda de la crisis de la cultura dominante. Mientras el capitalismo se profundiza y avanza arrastrando cada vez más vidas humanas, la vida social se hace sumamente carente , desplazando al sentido vital del amor a un segundo plano.

La libertad reconoce determinaciones en la realidad, por eso donde reina la desigualdad económica no puede existir la igualdad social, donde triunfa el individualismo no puede emerger la cooperación y la solidaridad factores constitutivos de la fraternidad,la modalidad del amor, más relevante.

La contradicción existente en las relaciones sociales burguesas, según la cual el beneficio privado debe ser asegurado y respetado como un bien público y que la libertad se construye individual y antisocialmente, revela necesariamente la crisis de este modelo cultural. El hombre considera hoy en los vínculos sociales una relación de apropiación y de ventaja sobre el otro, de forma tal que el beneficio del vínculo se infiere de cuanto se obtiene del otro, más allá de los lógicos desplazamientos en el plano del subjetivo hacia sentimientos posesivos y egoístas que reflejan en la creciente violencia en la pareja.

Con el agotamiento de las relaciones sociales burguesas expresadas culturalmente por la posmodernidad la incertidumbre material y la prevalencia de la racionalidad económica se proyectan en una tendencia significativa hacia la desintegración de los vínculos humanos . Así el matrimonio se transforma en algo cada vez más pesado de sobrellevar y sin beneficios a la vista .Los hijos resultan cada vez más costosos en términos de dinero y tiempo empleado y las cariñosas relaciones sociales asociadas con ellos, forman parte de situaciones excepcionales.

La miseria del mundo es generada por las estructuras económicas y los modelos de producción impuestos por una clase social con mediatización del Estado creado por esa clase, aunque ello no significa que esa pobreza pueda medirse únicamente por carencia de dinero constante. La miseria involucra también a los sentimientos más valiosos del hombre como lo pueden ser el amor de pareja, los hijos y la amistad, sin hablar de la fraternidad que fuera elevada como bandera de la revolución burguesa triunfante. Como reacción individual nuestra existencia se vuelve marcada por sentimientos de odio, ira, o puro sentimentalismo vacío de todo contenido concreto, que añora afectos que habitan en su imaginación y no en el plano de la realidad.

Buscando el necesario camino de liberación de estos anclajes en nuestra existencia, la inversión revolucionaria de ese orden de cosa, deviene tarea imprescindible. Los trabajadores , reconociendo su condición, deben proyectarse y sentir que todo esto no va más, que la realidad le impone mudar de piel, para concretar los valores esenciales de la humanidad en nuevas relaciones sociales de producción y una nueva sociedad. 

Daniel Papalardo- NUEVO CURSO