Nuevo Curso

DIARIO DE LA GUERRA DEL CERDO

NUEVO CURSO

Cuando un programa o una organización se aviejan, también envejece con ellos la generación que les sirvió de soporte. Son los jóvenes, libres de responsabilidades por el pasado, quienes se encargan de regenerar al movimiento. La IV Internacional dedica especial atención a la joven generación proletaria. Toda su política se dirige a hacer que los jóvenes confíen en sus propias fuerzas y en el futuro. Tan sólo el fresco entusiasmo y el espíritu de ofensiva de la juventud pueden garantizar los primeros éxitos en el combate; y sólo esos éxitos pueden volver a atraer a los mejores elementos de la generación madura al camino de la revolución. Así ha sido siempre y así será. (La Agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional)

Adolfo Bioy Casares escribió hace ya tiempo, Diario de la guerra del cerdo .Una narración breve, ambientada en el barrio de Palermo donde viven Isidoro Vidal y la mayoría de los personajes. Isidoro Vidal «don Isidro», jubilado un día despierta y descubre que los jóvenes han decidido comenzar a atacar y a amenazar a los viejos.

En Diario de la guerra del cerdo los viejos se debaten entre los deseos de continuar su vida normal, la indignación y el miedo e incluso las relaciones familiares comienzan a ser afectadas. La narración no es amable con la vejez, a la que presenta como el lugar de lo repugnante, de lo desvaído y de la muerte.

A los personajes “viejos”, incluido Vidal, les cuesta reconocerse como tales y muestran su odio y rechazo con la vejez. Algunos de ellos como merecedores de la violencia de la que son víctimas: corretean a las muchachas, son egoístas y cobardes.

Los jóvenes como violentos y descerebrados que realizan sus actos sin saber qué motivos les guían pero, dentro de la irracionalidad de la situación inserta frases alusivas a una explicación, como: “En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser”, “a través de esta guerra (los jóvenes) entendieron de una manera íntima, dolorosa, que todo viejo es el futuro de algún joven. ¡De ellos mismos, tal vez! … matar a un viejo equivale a suicidarse” y “la muerte hoy no llega a los cincuenta sino a los ochenta años, y … mañana vendrá a los cien”

Por inferencias desde el texto citado,  puede presumirse que los sucesos que son narrados se producen en 1969. Esto no es un dato anecdótico si se considera que el mundo estaba por entonces convulsionado por el mayo francés y los jóvenes demandando “lo imposible”, en rebeldía contra el orden existente ya que en general desautorizaban las organizaciones políticas y sociales de la época. Sin embargo, más temprano que tarde, esas expresiones juveniles no daban cuenta de otra cosa que la demanda desesperada por otro amo, diverso del existente por su agotamiento objetivo,  lo que más tarde tomó realidad y esa pareciera ser la trama que se desliza desde  estos hechos que ocupan atención en nuestros días. En otros términos, no otra cosa que un grito desesperado ante la desesperanza del presente.

En los sucesos que derivan en el intento de magnicidio desarrollado por un grupo de jóvenes sobre Cristina Fernandez,  aquella a quien ahora la investigación ubica en el carácter de autora intelectual , se refiere a la vicepresidenta  señalándola como una vieja y anexa a esa caracterización la necesidad de darle muerte con sentido histórico , para lo cual acude a una simbiosis con el general San Martín .

Fuera del campo literario , los hechos dan cuenta de una nueva farsa que nos trae la realidad política por vía de relatos que se han buscado enlazar con imaginarios. En ese contexto es que la respuesta política, desde las disputas burguesas por el control de la operatoria del Estado , es asociar lo sucedido , las derivaciones de los caracteres personales y colectivos de la presunta asociación gestada para dar muerte a Cristina Fernandez con la ruptura de un pacto social que presuntamente la sociedad de conjunto habría suscripto con el advenimiento de la democracia en 1983, abogando por su reinstauración.

La falsa conciencia que se busca instituir con aprovechamiento del suceso criminal, trata de despojar al hecho de alguna de sus matrices y continuar desarrollando a futuro próximo las tendencias ínsitas en el mismo. Una de ellas es precisamente, el ingreso claro e indubitable de la condición de vejez puesta en la víctima, de manera tal de sacar a Fernandez de la condición de líder de un movimiento político-social , a través de la idea de “la jefa”.

Todo parece indicar entonces, que un grupo de jóvenes, que no existían a la hora de formularse esos presuntos acuerdos sociales quebrantados de los que habla Cristina mirando para los costados buscando se recoja la soga que le tira al régimen burgués , desconocen ese acuerdo y se abalanzan sobre “la jefa” , tratándola de vieja, para dar muerte por ella y a través de ella a ese sello ideológico impuesto desde 1983,  sobre la base del preámbulo de la Constitución Nacional.

La tendencia es entonces la apertura de una brecha en la política burguesa expresada por una generación que no reconoce acuerdos, y no se siente involucrada en esos compromisos, con el agravante que un sector de esos jóvenes , todos nacidos en la década del 90 para adelante, tampoco se sustentan en el formato jurídico de prevalencia del Estado de derecho, y creen posible el uso de la violencia aún cuando la misma se exhiba con formato de novicio en la materia.

Lo cierto sin embargo es la carencia de programa ideológico tras la acción en sí. Esto es, la justificación del ataque como medio para, obtener un fin. Por el contrario , por lo que se puede seguir de los textos secuestrados por la investigación estatal, lo que decide el acto es el agotamiento frente a lo dado y la creencia en la salida individual que dando carácter épico al emprendimiento , coloque a su gestora en la “gloria” , sin atisbar el día después o el  “y ahora qué”

Ha sido tanta la búsqueda de fijar disputas identitarias para estratégicamente impedir la posibilidad de un proyecto ideológico que subvierta el orden burgués en su totalidad, que ahora la política de aparato, el parlamentarismo, el  democratísimo dominante constata que se ha disparado un tiro a sus propios pies, generando una nueva política que precisamente es su negación, aunque nunca su superación , en la medida que negando reafirma el orden que presuntamente impugna.

   Los jóvenes que no han podido ingresar al circuito productivo de reproducción del capital. Que han quedado desplazados a las labores informales, los trabajos desregulados, las changas, las tareas de servicios, pero a la vez han sido bombardeados con la cultura de todo se puede haciendo doble “clik “, hoy constatan que nada de lo dado les abarca y carentes de un relato que los contenga, que los ubique en un proyecto global en post de un nuevo orden , acuden a actos que en sí mismos no dan cuenta de otra cosa que desesperación existencial. Esta realidad es la que perciben con sus cuerpos, pero desde la simple constatación también advierten y dan señales de la gran ausencia de un relato ideológico superador que pueda contenerlos en un proyecto social colectivo .

   A los jóvenes no le alcanzan los pactos de Olivos, los Nunca Más , ni las casas que están en orden. No tienen nada que ver con eso, en primer término porque ven vulnerados los derechos que el Estado les declara en su constitución. En segundo orden , porque lejos del nunca más, lo que perciben todos los días es que hay más de lo mismo. Es decir, más represión, más apremios ilegales, sigue habiendo desaparecidos, hay una lista de jóvenes victimas de la democracia y las otras generaciones se cristalizan en un relato despojado de tiempo que exige actualidad. Estos jóvenes no tienen madres de la plaza, no los contienen los relatos de pañuelos que se abrazan con el poder o en organizaciones sociales que marchas para conseguir tajadas de lo viejo, que cae de la mesas de los poderosos a la que bregan por ser convocados.

   La vejez también juega como estigma en las organizaciones que hacen aparato con el marxismo. Ya en una de ellas , se despojaron de uno de sus líderes históricos entre otras cosas, porque estaba “viejo”. Sin embargo hoy , por lo manifiesto en la realidad, sus dirigentes son también viejos para los jóvenes . Sus dirigentes son los jóvenes de ayer, que en su apueta parlamentaria le ofrecen a los jóvenes bancas en parlamentos, símiles de escribanías del poder, la  llave  para comprender sus demandas.

   Hay un extremo que no envejece, simplemente porque no tiene tiempo y se hace constantemente en una dialéctica contenida en la estructura reproductiva del capital : La lucha de clases. Es a partir de comprender su exacto contenido, sus objetividades y subjetividades , donde se fija un anclaje para la transformación social. Esa lucha es la que en primer lugar define como sujeto social del cambio a los trabajadores sin distinción de edad , ni  otro factor identitario específico , desde donde su vanguardia está obligada a emprender la tarea programática de dar contenido ideológico a la protesta desde el programa socialista , a partir del señalamiento de la agonía del sistema capitalista en todas sus formas. Lo agudo de la crisis histórica impone la denuncia de la naturaleza completamente reaccionaria , descompuesta  y rapaz del capitalismo en el siglo XXI. El descrédito de la democracia que da forma política al Estado de la burguesía y el reformismo  marca  la necesidad imperiosa y urgente que tienen los trabajadores de hallar una salida para el desastre , tarea en la que el paradigma revolucionario adquiere su perfil claro y concreto. Hoy ya no se trata de luchar por asegurar un desarrollo más rápido y saneado de la vida económica. Hoy se trata de evitar el colapso social-ambiental , por fuera de toda artificial distinción generacional , es posible construir el socialismo sobre las ruinas y la desolación humana en la que nos encontramos . Hay que construir sobre los cimientos que nos da la Historia y no sobre presuntos acuerdos sociales pergeñados por la clase dominante. El poder obrero puede sacar  a nuestra sociedad, de la más negra miseria humana a la que ha llegado el capitalismo.