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LA MUERTE Y EL CAPITAL

Rosario llora hace ya varios días y con la asociación climática  desde el cielo y una lluvia permanente, tres muertes sentidas, de jóvenes trabajadores , que se suma a la pena profunda de una convivencia doliente marcada por una realidad donde nos tienen que decir que estamos vivos, aunque es fuerte la certeza desde nuestro interior profundo que esto es mera sobrevivencia, similar a la que tiene alguien que pendiendo de un risco, no cae  aún en el abismo, pero tiene en su visión esa presencia permanente de pertenecer de un momento a otro al viento del olvido.

Nos hemos acostumbrados a recibir tanta ideología operada por formadores de imágenes. Habituados a ser sujetos pasivos de tantos relatos, pensamos que fuera de ese contexto, es posible decir que decir que hubo una vez trabajadores y jóvenes estudiantes que morían por un mundo mejor. Hubo una vez, ya en el tiempo, de Che Guevara en la pared o aquel juramento solemne casi con lágrimas en los ojos de “seremos como el Che”.

Ese era el riesgo voluntariamente asumido en que el sistema nos colocaba. El nuevo hombre solo se perfiló porque la transformación de las relaciones sociales capitalistas y una nueva sociedad, la evitaron los mismos que hoy mandan tropas a nuestra ciudad para evitar-según dicen-, que un trabajador muera simplemente trabajando o dirigiéndose a su trabajo.

Lo cierto es que hoy, no se muere contra el sistema sino por el sistema, porque este orden de explotación y opresión se impuso a fuerza de balas, noches oscuras, Malvinas y mucha violencia endulzada con ilusiones democráticas, sembradas por embusteros con títulos y funciones en el Estado y empresas productoras de operaciones ideológicas que hacen que el cine se quede sin argumentos porque, lo que se dice real es superador de la propia ficción.

También tiene grado de certeza que, en todos esos escenarios, ellos fijan agenda, pintan con los colores que imponen sus intereses el estrecho ámbito de lo permitido y prohibido y al pasar. como quien no quiere la cosa, reproducen sus intereses que no son otra cosa que la continuidad sin interrupción alguna de la opresión y la explotación.

A esto llegamos hoy, también por un aporte pocas veces ponderado dado por la presunta militancia “por la vida”, los derechos y otras yerbas contenidas en ilusiones democráticas que nunca toman cuerpo. “Cuerpos”, son los que se lleva el orden capitalista a cada paso y las víctimas en mayoría, son los trabajadores.

Esa presunta militancia a la que aludimos, compra al sistema cultural y reproduce en ese mismo plano, un producto específico que es “la seguridad” una idea, un sentimiento que no tiene objetividad y que básicamente se construye en plano subjetivo. Es la persona la que se siente o no segura, y en ningún caso ese estado desciende del mundo de las ideas para tomar realidad social.

Hoy todos, tirios y troyanos de la puesta en escena, han ascendido al rango de “derecho” la idea, la abstracción de un sentir específico de hombre y mujeres en su espacio social tempo-espacial.

Siendo de esta manera cuanto sucede, hoy “la seguridad es un derecho”, implica de por sí, una definición absolutamente relativa a la noción de Estado, soslayando al paso que ese ordenamiento jurídico dotado de la facultad monopólica del uso de la violencia, es juez y parte en el problema en tanto el comportamiento de sus agencias muchas veces impone condiciones que le generan a los individuos falta de certeza en cuanto a su integridad física y psíquica.

Por fuera de ello y como en toda situación en donde se haga referencia a los “derechos subjetivos”, ese mismo Estado se limita a declararlos. pero en ningún caso a su concreción.

Las políticas de la organización del sistema ubican en forma mayoritaria a la muerte concreta de trabajadores en lugar secundario de causa del relato y no de un resultado, en tanto los desplazan para explayarse sobre “la seguridad” como lugar superior del fenómeno.  Es como si los vivos, los que quedan aún en esa condición de seres humanos, solo se limitaran a buscar salidas para que a ellos no les encuentre la reseca muerte, sin detenerse en las causas y razones de orden social, que provocan ese reiterado desenlace fatal.

Las CGT y las CTA regionales de la zona, juegan en ese sentido con herramientas melladas por el tiempo histórico en tanto se nutren de, mucha conferencia de prensa, mucha lectura de documentos, caras compungidas que no pueden evitar el desenlace normalizado de que al día siguiente volvemos a lo que debimos dejar por las muertes, es decir la opresión, la explotación y los riesgos existenciales montados en escenarios de barbarie que siembra el capitalismo en crisis. 

Los actos de gobierno, son todos de corte ideológico. Todos buscar el objetivo final de que los decesos violentos, no pongan en crisis sus presupuestos de dominación programática. Si de algo están seguros, es que el Estado nunca falla y como si fuera curar un borrachera social con más ingesta de alcohol,  se hacen  anuncios y  se  exhiben material bélico con propósitos fetichesco , utilizando objetos que no tienen en ningún caso, respuesta a la vida, y si, son candidatos a producir más muertes, aunque de ser así,  en ese caso se “garantiza” ,  que los lesionados y muertos serán siempre de los otros y los sujetos activos nunca miembros de sus fuerzas o en ejercicio legítimo de sus funciones.

 No interesa la vida, lo importante es la “seguridad”. No interesa como y por qué se pierde la vida, interesa saber quien reprime y quien paga la represión, porque hay que recordar que “no hay plata”, como tampoco la hay para otras muertes, aquellas en las que los trabajadores, no pueden acceder a la educación, a los servicios de salud, techo digno y suficiente alimentación.

Nuevamente nos matan. Como dice la poesía, me matan si no trabajo y si trabajo me matan, siempre me están matando, siempre me matan.

La militancia rutinaria, que no construye organización ni conciencia de clase y solo hace un culto artificial del movimientismo escenificado, que se mueve, pero no sabe a dónde va ni para qué va. Eso sí, los documentos y las conferencias de prensa no faltan.

Salir de esa rutina, ir por otros lados menos visibles, será el imperativo de la época para romper con el circulo vicioso de la muerte, amiga inseparable del capital que “viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros”.

No hay lugar del mundo donde el capitalismo abandone esa lógica criminal de acumulación y reproducción. Lo curioso es que sus actuales defensores, quienes creen que debe permanecer para siempre y que es el fin de la historia, porque corresponde a la naturaleza humana, no sólo olvidan eso: olvidan que, a cada nuevo ciclo, vuelve a imponerse chorreando sangre y lodo, y que, a más de 500 años de depredar las riquezas del orbe, sigue siendo un modelo que excluye a las mayorías y las condena a la pobreza.

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