PONER EN ACTO SU “QUERIDA PRESENCIA”

Estamos sobreviviendo en un contexto en , todo lo que normalmente parece constituir una razón para vivir se desvanece. La esperanza largamente instaladas en las ilusiones de la democracia parlamentaria muestra en rostro de realidad su frustración . . El trabajo no se realiza con la orgullosa conciencia de ser útil, sino con el sentimiento humillante y angustioso de poseer, sólo por el hecho de disfrutar, sencillamente, de un cierto lugar social , un privilegio concedido por un pasajero favor de la suerte, privilegio del que están excluidos muchos seres humanos.

La experiencia muestra que las generaciones pasadas de la clase trabajadora , bajo la ilusión del peronismo se engañaron al creer en la difusión de las luces, porque hou se ve con signo de evidencia que para el capitalismo,no es posible divulgar a las masas sino una miserable caricatura de la cultura científica moderna, caricatura que, lejos de formar su juicio, las habitúa a la credulidad parasitaria por lo dado y real existente .

Vivimos una época privada de futuro. La espera de lo que vendrá ya no es esperanza, Hay, sin embargo, desde 1789, una palabra mágica que contiene todos los futuros imaginables y nunca está tan cargada de esperanza como en las situaciones desesperadas; es la palabra revolución.

Desde esa palabra que pone en acto una necesidad y por ello remite al imperativo de transformar de modo superador lo real, es que traemos a cuento a Ernesto Guevara.

Desde ahí, desde ese significante, la propuesta de apelar al Che, es ir por Ernesto Guevara, buscando su “querida presencia”. Para ello como convención acudimos a una fecha, pero solo por convención, en tanto si para alguien no hay fechas es para el propio Ernesto.

Sabiendo que una presencia no se vuelve figura sin un sujeto que la recorte intencionalmente sin escisión entre percepción y realidad dada. Ir por el Che con finalidad o propósito apelante, no es otra cosa que acudir, a sus posiciones y su mensaje resultante de su política activa, en tanto es este el que le ha trascendido más allá de su lugar como combatiente revolucionario.

 
 La fuerza objetiva que tienen los datos de la realidad y la inscripción que el transcurso del tiempo hace sobre las ideas que se generan desde y para los trabajadores, dejan hoy, un gran espacio para las gravísimas dudas y aprensiones que Guevara tenía en relación a los incentivos materiales y a todo “socialismo económico” desprovisto de una construcción humanitaria.  De hecho, en una pretendida confrontación oral televisiva, Milei, buscando ser presidente, le hace responsable de lo que él considera “comunismo”, que no varía mucho de lo que el sentido común generalizado de las masas populares tiene por tal, del Estalinismo a la candidata que se dice de izquierda, quien inmediatamente corre el cuerpo, chicanea con el nivel de fuentes de conocimiento de su interpelador y recurre al expediente confuso de llamarse “socialista”.

 Dicho, en otros términos, estas confusiones televisivas tan extravagantes, tan lejanas de la vida cotidiana de un asalariado, hablan de   la vigencia de cuestionar todo desde las bases, desde la premisa de que ese cuestionamiento implica también al sujeto mismo.

Viendo a personas enarbolar símbolos de cambio, posicionados sobre un esquema de derechas e izquierdas propios del proceso de construcción del Estado nacional, como superestructura de la formación material productiva de acumulación y reproducción del capital y en formato puramente electoral, con embellecimiento ideológico del parlamento en el esquema de poder de la democracia formal queda claro  que lo importante y significativo es el cuestionamiento generalizado de lo dado y esto  incluye también al trabajador en sí, en tanto individuo , y en tanto componente de una determinada clase social a partir de sus propias actitudes de vida y su posicionamiento ante los fenómenos públicos.

Buscamos dar un eje conceptual que vive aún fuera de la desaparición física de la che, como herramienta de trabajo revolucionario. El trabajador en sí, socialmente existente debe ser cuestionado en su ser, es decir, en su propia individualidad, en la medida que está constituido para reproducir de modo consciente o inconsciente la sociedad capitalista alienado en el fetiche de la mercancía.


Es por eso que hoy adquiere con nivel de urgencia e imperativo, darle primacía a los incentivos morales entre nosotros como trabajadores en sí. En particular cabe tomarlos como paradigma y oponerlos a quienes hacen del carrerismo y el individualismo pragmático un modelo de vida.

Acudir a la idea de estímulos morales es ir por el socialismo como proyecto de poder obrero deseado, en tanto postula un nuevo régimen social donde la dignidad no se negocia, donde el trabajador es sujeto y no objeto y deja de rendir culto fetichezco a las mercancías por la desaparición de estas.

Esa aplicación-búsqueda, exige una profunda mutación cultural expresada como fin de la militancia política en el plano ético, sobre la prevalencia en la sociedad capitalista de los estímulos materiales, sobre el abordaje utilitarista de las relaciones humanas al punto de constituirlo como criterio de justicia de esas relaciones.

La perpetuación de estos estímulos torna imposible superar las categorías y la lógica de funcionamiento mercantil, con lo cual el naufragio del proyecto de otro modelo de organización social y la permanencia en plano de barbarie del capitalismo es desenlace de alta probabilidad.

La superación de esa objetividad no puede ser encarnada por sujetos que venden fuerza de trabajo político sujeto a una imagen y a una táctica electoral dentro de una estrategia reformista con objetivo en el parlamento, las constituyentes y toda herramienta de democracia indirecta, representativa vigente en el orden legal burgués.

 El reexamen permanente de lo dado, la básica opción de vida centrada en la negación de ese orden social capitalista, la apelación a Ernesto Guevara, surgen como herramientas necesarias.

Un sistema tan complejo como el capitalista no puede ser derrotado utilizando sus gastados fetiches, o sus propias “armas melladas”, como lo dijo en reiteradas ocasiones Guevara.

 Desde otra perspectiva significativa, el recorrido nos coloca además frente a la noción de a justicia, no como abstracción inherente como ideal de las relaciones humanas sino como un prevalente real y necesario.

 En ese sentido, en un contexto de relaciones sociales capitalistas, se examina en referencia a los dispositivos institucionales en tanto único fundamento de la norma legal positiva. En forma menos frecuente se desplaza hacia el complejo y turbulento campo de las motivaciones personales, y cuando lo hace en ese plano lo asume con afán puramente utilitarista que a la postre le quita subjetividad a la apariencia. Precisamente en ese plano, aparece una fisura del relato dominante que nos agravia y nos obliga una y otra vez a la apelación al Che
No basta la pretendida justicia declarada como fundamento en las normas e instituciones si éstas no se corresponden con un abanico de actitudes, motivaciones y valores que, a nivel de las personas, también se nutran en los mismos valores y no se reduzcan a la reproducción de la creación y circulación de mercancías y en última instancia al endiosamiento del dinero.
Los hechos y los productos que la sociedad capitalista derrama sobre la existencia humana, imponen desde el trabajador, con objetivo de justicia, posicionamiento y acciones antagónicas a esa forma de existencia, que con proyección al plano colectivo y cultural, pueda neutralizar y luego desplazar definitivamente, egoísmo, individualismo, instrumentalismo, y productivismo, internalizados por vía de su difusión y aliento desde el poder, que han logrado en amplio espectro una suerte de “naturalización “ que pone en acto la respuesta espontánea ante cualquier situación social construida en esa clave egoísta y materialista, con apariencia de “sentido común”



Por eso, la acción política revolucionaria generada desde la vanguardia de la clase trabajadora, pugnan por otro hombre y otra sociedad, solo pueden tener como objetivo prevalente advertir sobre este fenómeno del espacio ideológico de la apariencia burguesa signada por la consigna ley y orden, posibilitando con ello el cambio necesario e imprescindible del modelo social de reproducción de la existencia propio de la relación capital-trabajo
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Por esto, a diferencia y en divergencia con la propaganda mercantilizada de la imagen de los candidatos que nutre la acción de los partidos del sistema, se proclamen o no de “izquierda”, en la acción política propagandística de la que se nutre la etapa de lucha en la que transitamos, deben hacerse visibles y presentarse como plenamente viables, los elementos estructurales y superestructurales de una nueva forma de sociabilidad que destierre para siempre las actitudes y predisposiciones heredadas de la sociedad burguesa.

El individuo ciudadano abstracto. El sujeto candidato o elector implican una abstracción que se corresponde con una sociedad abstracta en donde lo simbólico se escinde del ser como ocurre en nuestra existencia concreta. Erradicar las motivaciones que por siglos han impulsado la conducta de hombres y mujeres bajo el capitalismo es sin duda un objetivo estratégico fundamental en la construcción de una nueva sociedad. Son obstáculos que no pueden ser salvados luego de la toma de las herramientas del estado burgués abolido, la acelerada mercantilización de viejos derechos sociales como la salud, la educación, la seguridad social y la victoria ideológica del neoliberalismo que instauró, en el plano universal, un nuevo sentido común rabiosamente egoísta y materialista.

Nace y permanece un imperativo: Hace falta la creación de una nueva cultura, generadora y generada por un sujeto consciente del objetivo de alcanzar a ser un “Hombre Nuevo” en una nueva sociedad despojada de la ley del valor y del enfrentamiento de clases por la desaparición de la hasta entonces dominante en la sociedad vieja y bárbara del capital con forma de Estado y vigencia de la premisa Ley y Orden.
El programa revolucionario de la clase trabajadora, que toma cuerpo en los trabajadores conscientes de su necesidad histórica de superar el orden social capitalista en crisis,  impone en los luchadores propagandizar el imperativo de abandonar todo principio utilitarista en la definición de lo justo, tanto más cuando en el seno del proletariado bajo el indujo del posmodernismo y la cultura neoliberal muchos han renunciado incluso a la labor interpretativa.

Por todos estos elementos del fenómeno, el combate debe ser dado hoy por los trabajadores, en todos los planos de su vida cotidiana, por vía de la intervención asociativa y el impulso de los estímulos morales, regenerando y resignificando la construcción del sujeto revolucionario y combatiente.

NUEVO CURSO